Esa noche dormí con una sonrisa, abrazada al cojín que él había sostenido y ahora tenía un delicioso aroma a lavanda. Al día siguiente me desperté tarde, tanto que me vestí a toda velocidad y salí corriendo sin pasar por la cafetería, sin comprar mi Iced Amricano. Los estudiantes se agolpaban a la salida creando un tapón que nos ralentizaba a todos y por el que muchos de ellos se quejaban y lanzaban palabrotas al aire. Esperé a que se desahogara un poco la zona, miré el reloj. Eran las 08:45.
De pronto no quise salir, no ahora que él podía estar al otro lado. Así que me quedé de brazos cruzados al lado de la mesa del portero quien repetía una y otra vez que fuéramos con cuidado pero nadie le hacía caso. Empecé a ponerme nerviosa, si seguía aquí más tiempo no llegaría a clase, pero enfrentar esa marabunda me parecía una idea nefasta.
-¿Quién es esa chica? ¿La del pelo naranja?- escuché que un chico decía a mi lado. Miré disimuladamente a mi alrededor buscando a otra persona con el mismo tono de cabello que yo. -La de la camiseta blanca de flores amarillas-. Vale, se refería a mí. Di un respingo pero seguí con la vista clavada al frente.
-Ni idea, ¿por?-. Esa voz. Su voz.
-Es guapa, no sé- rió, pero no con mofa, más bien con ¿timidez?
-¿Lo dices en serio?- preguntó Colin.
-Sí, tiene algo tío.
Notaba el corazón desbocado.
Lo siguiente que vi por el rabillo del ojo fue al chico rubio sacando por el brazo a su amigo con el que todas las mañanas caminaba hasta clase. Intercambié una fugaz mirada con él, me sonrió sin que Colin se percatase de ello. Aparté los ojos rápidamente y ambos se introdujeron en la multitud y les perdí de vista. No supe lo nerviosa que estaba hasta que desaparecieron, no solo porque esto era lo más parecido a un cumplido que recibí de un desconocido en años, sino porque ese chico me había visto todas las mañanas durante años y ahora me había mirado como si fuese la primera vez que me veía. Me di cuenta de cuán invisible había sido todo este tiempo.
Caminé deprisa y llegué a clase con el tiempo justo para sentarme antes de que apareciera el profesor. Erika ya estaba allí, me miró boquiabierta mientras me acercaba a la mesa.
-¡Me encanta tu pelo!- gritó, sonriente. -Estás preciosa.
-Gracias- respondí algo cohibida.
Aún me resultaban extraños esos halagos a mi nueva imagen.
-¿Y ese top? Divino-. Me acomodé y empecé a sacar el ordenador. -Tía, me declaro enamorada de tu nuevo tú. Si fuera lesbiana, te tiraría seguro.
-Siempre tan exagerada.
-Estoy deseando que Ryu te vea.
-Ya lo ha hecho.
El aula se sumió en silencio cuando el profesor comenzó la clase.
-¿Qué quieres decir con eso?- susurró.
-Anoche vino a la residencia, cenamos y vimos una película-. Mi amiga desplegó una sonrisa burlona. -No pienses mal- le advertí.
-¿Cuándo piensas dar el paso? Vuestra tensión es insoportable.
Le di un leve codazo por debajo de la mesa. A estas alturas no negué su comentario, no tenía sentido, estaba claro que pasaban cosas entre los dos.
-Tenía muchas ganas de verte Alaia.
-Yo también.
-No me refiero a esa forma de verte.
Apreté la mano de Erika, ambas con los ojos cristalinos.
Salimos del edificio tras otras dos horas de clase tan aburridas como las primeras. Ryu y Lucas nos esperaban apoyados en el coche. Le vi de lejos, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Seguía tratando de entender cómo Ryu podía verse tan guapo simplemente hablando y riendo con Lucas. Mi amiga salió corriendo y se colgó de su cuello, dándole un profundo beso y cortando la conversación que los dos chicos mantenían. Yo me acerqué despacio, Ryu dio un par de pasos hasta mi encuentro. Antes de cualquier saludo, nos dimos otro largo abrazo. Podía acostumbrarme a esto, a la cercanía de su cuerpo.
-¿Qué tal el día?- me preguntó.
-Acaba de mejorar claramente.
-Me apunto el mérito de ello.
-Es todo tuyo.
Sonrió mordiéndose el labio, quise hacerlo yo.
-¿Por qué pareces una mandarina?- habló Lucas por detrás de Ryu, ambos nos giramos.
-A ti es al que menos he echado de menos- le respondí.
-Pero una mandarina muy guapa.
-No trates de arreglarlo ahora.
Lucas se acercó para darme un beso en la cabeza.
-Hola de nuevo, pequeña tangerine- dijo.
-Eres idiota- sonreí.
-Vámonos o perderemos la reserva- advirtió Erika desde el lado del copiloto, poniéndose una gafas de sol. Subimos al coche y Lucas condujo hasta el restaurante, situado al otro lado de la ciudad pero uno de los mejores mexicanos que conocíamos.
Fue un día perfecto, de los que hacía mucho tiempo que no tenía. Después de comer estábamos tan llenos que no podíamos ni caminar, aún así hicimos un esfuerzo y recorrimos un precioso parque que había cerca del lugar, un sitio de altos árboles, coloridas flores y un estanque con patos y cisnes. Nos sentamos en una terraza en el centro y pedimos unos refrescos. Hablamos de miles cosas, preguntaron por el estado de salud de mi padre, Erika nos contó que le iban a hacer una exposición solo a ella dentro de dos meses, Lucas nos habló de su nuevo hobbie y porqué era obligatorio hacer un viaje a Escocia para descubrir al monstruo del Lago Ness y Ryu nos contó la presión a la que le somete su madre por regresar a casa en verano. No negaré que se me encogió el corazón, y es que no pensaba demasiado en lo que ocurriría cuando el curso se terminase. Él estaba aquí de Erasmus, por lo que debía volver. Entonces, ¿qué sería de nosotros?
-No pienses en eso ahora- me dijo Ryu.
Los dos caminábamos más alejados de Erika y Lucas.
-No puedo evitarlo.
-Aún falta mucho.
-Tres meses no es tanto tiempo.
-Siempre puedes venir conmigo a Corea- se encogió de hombros.
Lo decía tan en serio que estuve a punto de hacer una estupidez y aceptar. Pero era una decisión que no podía tomar llevada por un impulso, debía meditarlo. Así que mantuve el silencio y disfruté del resto del paseo hasta donde Lucas había aparcado.
Editado: 05.08.2025