A la mañana siguiente la cafetería de la residencia estaba hasta arriba, así que tocaba hacer cola. Me desperté a las siete de la mañana presa de una pesadilla. No quise pensar mucho sobre ello, pero en el sueño aparecían Colin y Ryu, y al final terminaba sola por no decidirme, haciéndoles daño a los dos. No quise verlo como un vaticinio de lo que ocurriría. Para intentar no pensar pasé un tiempo maquillándome y peinándome. Descubrí que encontraba un momento de calma en ese proceso. Aunque me hice algo sutil en los ojos, me esmeré un poco más con el pelo, rizándomelo y cogiendo dos mechones delanteros para enrroscarlas en pequeños moños, dejando el resto suelto. El calor de estos últimos días nos había dado un respiro así que utilicé un top crema, un cárdigan rosa con margaritas y unos vaqueros.
Cuando terminé, me sentí preciosa como pocas veces. La pequeña Alaia sonrió.
Ordené amablemente un Iced Americano y decidí optar por dos porciones de brownie rellenos de chocolate, tenían una pinta deliciosa y yo estaba hambrienta. La camarera me lo entregó todo con una sonrisa, deseándome una buena mañana. Y todo parecía ir bien hasta que me encaminé hacia la puerta donde Colin, su amigo y un par de chicas hacían cola. Traté de no fijarme mucho en el chico rubio, tenía unas ojeras muy marcadas bajo los ojos. Evité pensar que él tampoco había dormido mucho tras nuestra conversación. Les rodeé para salir del establecimiento.
-Hola- me cortó el paso el amigo de Colin. Éste se puso tenso a su lado.
-Hola- respondí. Quise retomar la marcha, pero me lo impidió.
-Soy Tomás- se presentó, y esperó a que yo hiciera lo mismo.
-Alaia- dije con una sonrisa nerviosa. Le di un mordisco al brownie.
-Vamos tío, la cola avanza y tendremos bronca si no nos movemos- intervino Colin, cogiéndole del brazo. Su amigo se zafó.
-¿Qué tal el brownie?- insistió.
-Delicioso- respondí, moviéndome de nuevo para salir de allí.
Escuché la aguda risa de las dos chicas que les acompañaban. Y ojalá no tuviera ni idea de porqué se reían, pero lo supe. Me volteé para mirarlas, ambas se tapaban la boca en un tonto intento por disimular. Entrecerré los ojos.
-¿Algún problema?- endurecí la voz. Una de ellas revisó mi silueta, los ojos llenos de veneno.
-¿Acaso con una porción no era suficiente?- añadió.
-¡Laura!- intervino Tomás, escandalizado.
-Ya es suficiente, no...
-Puedo defenderme yo sola, gracias- corté a Colin, quien cerró al boca al momento. -¿Tanto te preocupa que haya pedido dos trozos?
-No creo que tu cuerpo necesite todas esas calorías, tiene de sobra- replicó la chica.
-¿Y quién eres tú para decidir eso?
-Solo es un consejo chica, tampoco hace falta que te pongas así.
Elevé las cejas, incrédula. Y tal vez no fuera mi mejor idea, pero decidí seguirla.
-¿Sabes qué? Tienes razón-. Me volteé hacia Colin. -¿Me sujetas esto por favor?- le tendí el café, lo cogió indeciso.
Saqué de la bolsa el otro pedazo de brownie, uno en cada mano. No lo pensé dos veces e hice migas el brownie sobre ella, dejando que el relleno líquido del chocolate ocultase la piel blanca de sus dedos y escuchando únicamente sus gritos exagerados.
-Gracias por preocuparte tanto por mi salud y salvarme de las dañinas calorías- dije con ironía por encima de su voz. -Disfruta tú del brownie, al parecer yo estoy tan gorda que no puedo comerlo.
La chica siguió gritando y gritando, los alumnos comenzaron a murmurar y llegué a percibir unas débiles y lejanas risas. Lo cierto es que no me importó. Recogí mi café dedicándole a Colin una sonrisa cínica y me largué de allí dándole un sorbo a la bebida, las manos llenas de chocolate y la cabeza bien alta.
Solo hay una cosa que la sociedad odie más que una gorda oprimida, y es una gorda liberada a la que le da igual lo que piensen de ella.
Llegué a la puerta de la residencia sin creerme quién estaba al otro lado.
-¿Qué te ha pasado?- preguntó Ryu pasmado.
-Diferencia de opiniones- respondí. -¿Qué haces aquí?
-Te traía algo pero... ¿Eso de tus manos es chocolate?
-Técnicamente, era un brownie.
-Creo que no quiero saber qué ha pasado.
-No, no quieres.
Ryu sacó de su mochila un paquete de toallitas. Se lo cambié por el café y empecé a limpiarme las manos mientras poníamos rumbo al edificio de la Facultad.
-Supongo que no has desayunado, ¿verdad?- dedujo.
-Verdad.
-Pues eres una chica con suerte.
De su mochila sacó una caja de plástico, me llegó el delicioso olor a limón.
-¿Es la tarta de mi cafetería favorita?- me emocioné.
-Exacto. Fui a por ella ayer, espero que aún esté en buen estado.
Se me hizo la boca agua solo de verlo.
-No tenías porqué hacerlo.
-Quise hacerlo.
Cogí la pequeña cuchara que había en el interior y me deleité con ese fuerte sabor a limón y nata. Nunca entenderé como esta tarta no ha ganado ningún premio de repostería.
-Eres el mejor- hablé mientras me llevaba otra cucharada a la boca.
Escuché su risa, disfruté de ese sonido.
Nos detuvimos frente al edificio, me deshice del envase en una papelera y recogí mi café de las manos de Ryu, quien lo había llevado todo el tiempo que tardé en devorar el pastel.
-Gracias por la tarta, y por venir a la residencia, y por acompañarme- le dije. -Siento que te debo muchas cosas ya.
-No te preocupes por eso-. Miró la hora en su teléfono -Tengo que irme o llegaré tarde.
-¿No tienes clase?- quise saber al ver que no tenía intención de entrar en la Facultad.
-A primera no, pero he quedado para hacer un trabajo en el edificio de Derecho.
Estaba al final de la calle, a unos cien metros de distancia. Nos dimos un abrazo para despedirnos, demasiado corto. Le vi marchar sabiendo que este tiempo había sido poco, que quería más.
-¡Ryu!- grité, el chico se volteó. -¿Haces algo esta noche?
Editado: 05.08.2025