Me costó mucho despertar, pero finalmente lo hice. El ordenador seguía en una mesa frente a la cama, con la pantalla bajada. No supe cuándo me quedé dormida, pero estaba segura de que Ryu seguía en la habitación cuando eso ocurrió. Ahora estaba sola.
Me incorporé en el colchón, el cuarto oscuro y solitario. Él no estaba por ningún lado. Me levanté aún somnolienta, todo lo que pude distinguir fue un trozo de papel. Esta vez no bajo mi puerta, si no sobre el ordenador negro. Lo atrapé y leí lo que decía.
Buenos días 자기야 .
Siento irme así, pero no quería despertarte. Tenía clase a primera hora.
¿Nos vemos esta tarde? Mándame un mensaje, mi móvil habrá revivido para entonces.
Ryu.
Cuando terminé de leer la nota, estaba sonriendo. Abrí las ventanas para dejar entrar el frescor del día. Fui hasta el escritorio mirando el trozo de papel. La lata de latón estaba frente a mí, donde guardaba más notas. Pero tenía claro dónde dejar esta. Tomé el celo y pegué dos tiras en la parte trasera. Coloqué el pedazo de papel sobre mi mesilla. Tal vez era la cosa más cursi que hacía, pero quería ver esas palabras cada día.
Esperé frente a la cafetería donde hacían la mejor trata de limón del mundo, esa que Ryu y yo merendaríamos en cuanto llegase. Me había advertido de que se atrasaría unos minutos, tenía que terminar un trabajo. No me importó esperarle. Sostuve con fuerza la bolsa que llevaba entre mis manos con su ropa ya seca dentro de ella. Esta mañana se la dejó en mi cuarto.
Me tocaron el hombro desde atrás, me volteé con una amplia sonrisa para recibirle.
Pero no era Ryu.
-¿Que haces aquí Colin?- pregunté al chico rubio. Ambos nos mirábamos con sorpresa.
-¿Y tú? ¿Por qué estás aquí sola y tan guapa?
Había decidido arreglarme, maquillarme un poco y estrenar un top violeta y una cazadora de polipiel negra y larga hasta casi los tobillos. Colin me revisó una, dos, tres veces. A cada una de ellas aumentó más mi nerviosismo.
-No me has dado una respuesta- volvió a hablar. -¿Has pensado sobre ello?
-La verdad...-. La verdad es que no. Me retiré el pelo de la cara dejándolo tras las orejas.
-Ni siquiera lo has pensado- adivinó.
Bajé la mirada, avergonzada. Lo había olvidado completamente.
-Lo siento.
-Joder.
Vi sus pies moviéndose de un lado a otro pero sin dejar de estar frente a mí. Levanté un segundo la vista, me fijé en que trataba de mantener la calma a pesar de verse enfadado.
-¿Qué significa que no te hayas acordado de mí?- quiso saber. Me rompieron por dentro esas palabras. -¿Vas a darme alguna excusa de mierda o vas a ser sincera por una vez?
No me gustó cómo me hablaba, pero defendí su actitud convenciéndome de que era producto de la ira. Tomé aire, alcancé sus ojos.
-Colin, perdóname por...
-¿Qué has estado haciendo para olvidarlo?
-Prefiero no...
-¿Has estado con otro? ¿Con ese chino?
-En realidad es...
-¡Me da igual! Tú me quieres a mí Alaia, date cuenta.
Por mucho que me doliera, y no sabía porqué, le seguía queriendo. Pero notaba que la forma de hacerlo había cambiado.
-Esta vez soy yo quien necesita pedirte un tiempo.
Ni siquiera podía creerme que hubiera dicho algo así a Colin Green. Pero ahí estaba, frente a su expresión de sorpresa y mi propia estupefacción.
-¿Qué acabas de decir?- preguntó, y me destrozó ver su rostro desencajado.
-No creo que sea bueno volver a estar juntos tan pronto.
-¿Por qué? ¿Qué ha cambiado? ¿Ya no me quieres?
-Sí, pero...
-No hay ningún pero. Me quieres, eso es lo único que importa.
-No esta vez.
Sentí los pedazos de mi corazón, esos que estaban en el suelo hechos trizas, resquebrajarse aún más si era posible hasta volverse polvo.
-No puedes estar hablando en serio- dijo, su risa histérica.
-Lo siento.
Colin elevó la mirada, se tiró del pelo, tensó la mandíbula. No supe si estaba enfadado, triste, decepcionado o todo a la vez. Me observó entrecerrando los ojos, negando despacio, pero no dijo una sola palabra. Me sentí pequeña bajo su mirada, como si me juzgara. Me pregunté una y otra vez si esto había sido lo correcto, si mi decisión era un error. Di un pequeño paso atrás.
Colin miró por detrás de mí un segundo.
-¿Sabes qué? No me da la gana- alegó.
Al siguiente instante estaba sobre mí, sus manos rodeando mis mejillas y sus labios sobre los míos. No pude reaccionar, no fui consciente de que estaba besándome hasta unos momentos después que sentí su ansia por despegar mis labios e introducirse en mi boca, por la fuerza con la que me sostenía. Me dejé llevar solo un minuto, le dejé pasar. Su sabor a tabaco era fuerte y esta vez, la primera de todas, me pareció desagradable. Me encontré extrañando un aroma a lavanda, a frescura, a hogar.
Reuní todas mis fuerzas y le empujé como pude. Me costó trabajo conseguir alejarle, pero al final se despegó de mí. Colin lucía una sonrisa que me puso los pelos de punta. Me hizo una seña con los ojos. Tuve temor a girarme, porque incluso antes de hacerlo, sabía quién estaba detrás de mí. Tomé aire, recurrí a las pocas fuerzas que me quedaban y me moví muy despacio.
Ryu nos miraba, sus ojos cristalinos anegados en lágrimas, el rostro contraído por el dolor. Jamás había visto tanto sufrimiento como ahora mismo mostraba él, ni siquiera aquella vez en que nos alejamos como presentía que haríamos ahora. El suelo se agrietó bajo mis pies y noté un profundo y despiadado agujero en el centro de mi pecho, engulléndolo todo.
-No...
Una lágrima rodó por su mejilla. Apartó su mirada de mí hacia Colin, y cuando recuperé sus ojos, el ónix era tan opaco que me cortó la respiración. Un profundo pozo inexpugnable que yo misma había abierto, otra cicatriz inflingida en su inocente alma.
-Puedo explicarlo, yo...
Editado: 05.08.2025