Después de haber pasado dos horas escribiendo y llamando a Ryu, su móvil se había apagado. O tal vez fue él quien lo hizo. Me había pedido tiempo, pero me estaba volviendo loca la sensación de que todo se desmoronaba como si una bola de demolición nos hubiera golpeado. Y esa bola tenía un nombre y un apellido que jamás pensé rechazar como lo estaba haciendo.
Me puse en camino hacia su piso, tan rápido como pude. Los músculos me ardían y me quemaba el pecho con cada bocanada de aire, pero no me detuve, no hasta tenerle frente a mí y encontrar una salvación, me daba igual lo minúscula que fuera. Una señora salía al tiempo que yo llegaba, sosteniéndome la puerta. Se lo agradecí, pero no tuve fuerzas para esbozar una sonrisa. El cuerpo entero me temblaba mientras subía en el ascensor hasta la planta. Salí de allí a trompicones, llamé una, dos veces a la puerta. La espera se me hizo eterna hasta que abrieron la puerta.
-¡Qué sorpresa pequeña tangerine! ¿Qué puedo ofrecerte?
-No tengo tiempo Lucas, ¿dónde está Ryu?
Le aparté y entré en el piso, revisé rápidamente la cocina, el salón y la terraza. No había nadie allí. Escuché la puerta cerrarse a mis espaldas.
-Pensé que habíais quedado- habló el chico.
-¿No ha vuelto?
Clavé los ojos en el pasillo, en su puerta.
-No que yo sepa.
-¿Estás totalmente seguro de eso?
-Llevo aquí todo el día, si hubiera regresado lo sabría- contestó.
Me giré echa una furia.
-No me estás mintiendo, ¿verdad Lucas?
-¿Cuándo he hecho yo algo así? Oye, cálmate. ¿Qué ha pasado?
Me rompí.
Empecé a llorar, el dolor punzante en el centro de mi pecho me perforaba un poco más.
-Alaia, ¿qué ocurre?
Dejé que me guiara hasta el sofá. Una vez sentados cogió la bolsa que llevaba y que ni yo misma recordaba, apartándola para tomar mis manos entre las suyas. Esperó paciente, acariciándome de vez en cuando para reconfortarme y ofreciéndome pañuelos. Aguardó hasta que mis sollozos empezaron a remitir.
-La he cagado Lucas, muchísimo, más que nunca.
-¿Qué has hecho?-. Se lo conté con el recuerdo quemando mi piel. -¿Por qué has besado a Colin delante de Ryu?
-¡No he sido yo! Es decir, Colin me besó y yo...
-Te dejaste llevar- terminó él la frase.
Idiota, estúpida, tonta.
-Hasta que me di cuenta de mi error, de que no era a Colin a quien quería besar, pero él estaba allí y nos vio y...-. No pude seguir, el rostro de Ryu se reflejaba en mi cabeza. -Soy una persona horrible.
-No eres horrible Alaia, ha sido un error- trató de consolarme Lucas.
-Uno que no voy a poder remediar.
-Ryu es un chico sensato, hablará contigo.
-¿Y dónde se supone que está?
Mi amigo cerró los labios, miró el suelo.
-Dale tiempo.
Volví a esconderme tras mis manos, llorando otra vez.
Lucas lo intentó. Le llamó una y otra vez, en todas el teléfono estaba apagado. Mientras trataba de localizarle me trajo un vaso de agua y me obligó a beberlo bajo la excusa de haber perdido demasiadas sales llorando. Se alejó a su cuarto, escuché murmullos. Le pregunté si había dado con él pero resulta que solo era un amigo en común que compartían, el cual tampoco sabía dónde estaba. La angustia solo hacía que aumentar. Quince minutos después el ruido de la cerradura me sobresaltó. Me levanté rápida del sofá y llegué al pasillo de la entrada, el corazón acelerado, pero quien apareció tras esa puerta no fue Ryu. En cuanto vi a Erika, me vine abajo de nuevo. Ella corrió a abrazarme.
-Lucas me llamó- susurró en mi oído.
La estrujé fuerte y me permitió desahogarme en su hombro. Tras unos minutos me llevó hasta el salón.
-Espero que no te moleste- se disculpó Lucas.
Negué a modo de respuesta y me senté mirando a través de la ventana la noche caer. Habían pasado cuatro horas y no sabía nada de Ryu.
Finalmente mis amigos me convencieron para llevarme a la residencia, Erika se quedaría conmigo toda la noche, una muy larga. Por el camino llamé de nuevo a Ryu, dos veces. Empecé a replantearme lo pesada que estaba siendo.
-Aparecerá y se pondrá en contacto contigo, ya lo verás- me animó Lucas desde dentro de su coche.
-Ojalá tengas razón.
-Intenta dormir algo, pequeña tangerine.
No le respondí porque ambos sabíamos que sería imposible.
Aunque Erika trató de distraerme con películas, series y charlas, nada surtió efecto. Miré mi teléfono más de lo habitual, pero Ryu no me devolvía las llamadas ni le llegaban los mensajes. La ansiedad comenzaba a mezclarse con la preocupación. Tampoco quise hablar de lo ocurrido, cada vez que lo hacía se me encogía el corazón. Hubo un momento en que los ojos me dolían tanto que me costaba mantenerlos abiertos, pero dormir era mucho peor. Tuve una pesadilla recurrente donde se repetía una y otra vez lo sucedido, el rostro de Ryu clavado en mi inconsciente.
No tenía ni idea de cómo arreglar este desastre.
***
-¿Estás segura que no quieres ir a clase?
-Completamente.
Erika había pasado demasiado tiempo tratando de convencerme para salir de la cama, pero todo lo que quería era estar aquí tumbada pensando en una solución.
-Te va a venir bien salir, distraerte- intentó una vez más.
-No tengo fuerzas.
Era cierto, dudaba que aguantara más de quince minutos sin llorar.
-Entonces me quedo contigo.
-Ni hablar.
-No pienso dejarte sola.
-Necesito estarlo.
Mi amiga me acarició el pelo, ignoré la compasión en su rostro.
-En cuanto acabe, vengo aquí directa.
-Está bien- acepté.
Se agachó para darme un beso.
-Si necesitas cualquier cosa me escribes.
-Lo prometo.
La vi recoger su bolso y ponerse las botas. Se detuvo un segundo en la puerta de mi cuarto, suspiró antes de irse. El vacío y la soledad impregnaron mi habitación. Sabía que era un error quedarme encerrada, pero no era capaz de moverme. Me convencí de darme una ducha, despejaría mis ideas. Arrastré mi cuerpo hasta el baño.
Editado: 05.08.2025