Tal y como dijo, Erika volvió a mi cuarto en cuanto terminaron las clases. Nos pusimos a estudiar y conseguí concentrarme unos minutos entre pensamiento y pensamiento. En mi cabeza se estaba librando un partido de tenis, un jugador era Colin, el otro Ryu, y yo me sentía como la pelota. De un lado al otro, sin parar en ninguno. Opté por mantener silencio respecto a la visita sorpresa de Colin, era mejor así, me convencí de ello.
El atardecer comenzaba a cernirse sobre el cielo. Mi amiga lanzó el bolígrafo, soltó un profundo suspiro y se llevó las manos a la cabeza. Compartía su cansancio.
-No puedo más, necesito parar o mi cerebro explotará.
-Me parece bien.
Mientras ella se masajeaba los ojos, eché un vistazo a mi espalda. Nuestros teléfonos descansaban sobre una de las mesillas de noche. Decidimos apartarlos para eliminar cualquier distracción. Al menos esperaba que a ella le hubiese funcionado.
-¿Quieres comprobar si te ha escrito?
Me giré hacia Erika. Me miraba desde el suelo, el ordenador sobre sus piernas y un cuaderno lleno de apuntes y esquemas a un lado. Me levanté de la silla sin decir una sola palabra y me acerqué a por mi teléfono. Lo desbloqueé con el corazón martilleando con fuerza. Tenía notificaciones de mensajes y una llamada perdida, mi padre dándome ánimos para los exámenes. Sin embargo, algo había cambiado.
-¿Te ha escrito?
-No, pero ha recibido los mensajes-. Había un doble tick.
Mi amiga se levantó.
-Podemos considerarlo como un avance.
Lancé el teléfono contra la cama, me senté y escondí el rostro entre las manos.
-¿Por qué no le llamas?- propuso mi amiga.
-No quiero agobiarle.
Estaba muy frustrada, muy enfadada y muy preocupada. Todo a la vez. Pero dentro de la maraña de pensamientos, hubo uno que me gustó. Atrapé el teléfono de nuevo y busqué en la agenda a toda velocidad. Escuché tres tonos hasta que recibí una voz desde el otro lado de la línea.
-Hola, pequeña tangerine.
-¿Está en casa?-. El silencio hizo que me alterara mucho más. -Por favor Lucas, dime algo.
-Pon el manos libres- sugirió Erika acoplándose a mi lado, así lo hice.
-Hola cariño- saludó él.
-Hola cielo.
-¿Ha llegado o no?- intervine.
Lucas se tomó su tiempo para respirar, para pensar. Erika y yo movíamos las piernas a toda velocidad, ambas nerviosas.
-Ha llegado- afirmó mi amiga.
-¿Cómo lo sabes?
-Está muy callado, tiene un conflicto de lealtades.
-Qué bien me conoces cariño- respondió el chico a través del teléfono
-Siete años dan para mucho.
-¿Cuándo regresó? ¿Dónde estuvo? ¿Has hablado con él?- solté casi sin respirar
-Anoche, fue a dar una vuelta, hemos tenido una pequeña charla- contestó Lucas.
-¿Qué te ha dicho? ¿Cómo le has visto?
-Para ser sincero, no muy bien.
Reprimí las lágrimas, Erika me acarició la espalda.
-Le he hecho mucho daño, seguro que no quiere saber nada de mí.
-No digas eso, a lo mejor necesita más tiempo- trató de reconfortarme mi amiga.
-Hablará contigo pequeña tangerine, deja que sea él quien dé el primer paso- escuché que decía Lucas.
Cerré los ojos, derrotada. No podía hacer nada más que esperar.
-Está bien- acepté.
-Todo se solucionará, ya lo verás.
-Ojalá tengas razón.
-¿Quieres que vaya a buscarte Erika?
-No te preocupes, te llamo cuando llegue a casa.
-Está bien, un beso a las dos.
-Adiós cariño.
Dejé que se despidieran antes de colgar. Me quedé mirando el suelo de madera bajo mis pies, dándole vueltas una y otra vez, buscando una solución que no parecía encontrar.
-¿Quieres que me quede esta noche también?
-No hace falta-. Miré a mi amiga. -Ya has hecho demasiado.
-No me importa Alaia.
-No puedo depender tanto de ti.
-Yo estoy encantada.
Me forcé a sonreír al mismo tiempo que ella, nos dimos un fuerte abrazo.
-Gracias- susurré.
Nos despedimos con la promesa de que aparecería por el aula a las 9:00, sino Erika traería un saco de dormir y se acoplaría a los pies de mi cama hasta que hiciéramos el último examen. Detesté el silencio después de que ella se fuera, pero debía que pasar tiempo conmigo misma. Tenía muchos pensamientos que poner en orden.
A la mañana siguiente estaba igual o incluso más confundida que cuando me fui a dormir. No había resuelto nada, seguía sin una sola idea de cómo solucionar mi situación con Ryu y los niveles de estrés habían aumentado considerablemente. Me arreglé y fui a por un Iced Amricano, la única alegría que tendría en el día de hoy. Salí al soleado día, prometía ser muy caluroso. Bajé los primeros peldaños de la residencia cuando escuché que alguien me llamaba a mis espaldas. Al voltearme, Colin corría hasta mí con una amplia sonrisa en los labios. Hice un barrido a mi alrededor, todos nos miraban expectantes.
-¿Te ibas sin esperarme?- preguntó el chico frente a mí.
-¿Cómo dices?
-Antes siempre te quedabas a esperar que saliera de la residencia.
Tenía razón. No supe cuándo dejé de hacerlo, ni porqué, pero hacía tiempo que no aguardaba para recibir una mirada fugaz matutina.
-Da igual, ¿vienes esta tarde?-. Fruncí el ceño. -La comida que te comenté, ¿te acuerdas?
Traté de disimular la respuesta, pero creo que no tuve éxito. Colin siguió sonriendo a pesar de la estela de rabia que quedó en sus ojos.
-Perdona, he estado con al cabeza en otros sitios- me disculpé.
-No te preocupes.
-Creo que esta tarde voy a quedarme estudiando en la biblioteca, me hace falta-. Advertí la tensión en su mandíbula. -Lo siento, de verdad.
Retomé la marcha escuchando la despedida de Colin a mis espaldas. Caminé saboreando el frescor del café, respondiendo a mi amiga con una mano que estaba a punto de llegar a clase. Me hacía saber lo orgullosa que estaba de mí. Aproveché para contestar a mi padre y preguntarle cómo estaba llevando el balón gástrico. Y entre medias, miré al menos cinco veces la foto de Ryu.
Editado: 05.08.2025