Decidimos salir de la cama cuando el repartidor llamó al timbre con nuestra comida. Habíamos pedido sushi. Ryu se puso el mismo chándal de antes y salió para recibir al hombre. Recogí mi ropa del suelo y abroché las cintas de mi top lo más rápido que pude. También traté de poner en orden la maraña enredada de pelo.
Fue hasta la cocina y leí una de las tarjetas que traían con el pedido, al menos la parte en español. Al ver la escritura japonesa recordé algo.
-¿Qué significa la palabra que escribiste en la nota que dejaste en mi cuarto?- le pregunté mientras se sentaba a mi lado y me tendía un juego de palillos.
-자기야. Es coreano, significa 'cariño'.
Me arrancó una sonrisa.
-Jagiya- repetí tratando de pronunciarlo bien.
-자기야.
Me acerqué para darle un beso. Se sentía como si llevásemos toda la vida así, compartiendo momentos de intimidad. Era cómodo, tranquilo, me llenaba de paz.
Tras la comida y algunos mimos más, regresé a la residencia. Tardamos más de lo normal en despedirnos, ninguno queríamos soltarnos.
De camino decidí llamar a mi padre
-¡Hola!- saludó feliz.
-Hola papá. ¿Cómo estás?
-Estupendamente, ¿y tú? ¿Nerviosa por los exámenes?
-Estresada más bien.
-Puedes con esto hija, confiamos en ti.
-Gracias-. Sus ánimos me venían estupendamente, pero no hice la llamada por eso. -Oye papá, ¿por qué le preguntaste a Ryu si tenía algún interés en mí cuando subió a verte en el hospital?
Escuché la carcajada de mi padre al otro lado.
-¿De verdad no lo sabes?
-Deja de reírte y respóndeme- le pedí.
-Estaba claro que sientes algo por él, quería saber si era recíproco. Y el chico me sorprendió, fue muy sincero.
-¿Cómo dices?- me detuve, había mucho ruido de fondo.
-Alaia, estás enamorada de ese chico.
Su afirmación me dejó atónita.
-Arguméntalo.
-¿Qué quieres que diga? Lo noté, y María también.
-¿Cómo? ¿Cuándo?
-Eso no importa. Él siente lo mismo, deberías estar feliz por ello, no ocurre a menudo, ¿sabes?
-Pero... ¿Y si yo sintiera algo por otro chico?
-Entonces deberás descubrir cómo de fuertes son los sentimientos que tienes por los dos.
-¿Cómo hago eso?
-Depende de ti cariño. Solo puedo decirte que la persona correcta es la que te da paz, la que te hace sentir segura.
Medité sus palabras.
-Me da miedo hacer daño a uno de ellos- confesé.
-Alguno sufrirá, pero el dolor será menor si eres sincera con él, y sobre todo contigo misma. El tiempo no hace que el amor sea más verdadero, lo que importa es cómo te sientes tú cuando estás con él. Piensa sobre ello.
Lo haría, pero me aterraba lo que iba a descubrir. Escuché mi nombre a lo lejos.
-Tengo que colgar papá, muchas gracias por tus consejos.
-Espero que te sean útiles.
Me giré para ver a Colin acercándose.
-Una cosa más. Si el mes que viene decidiera irme del país con él, ¿te parecería bien?
-¿Qué?
-Ya lo hablaremos, adiós papá, ¡te quiero!
Corté la llamada sin darle tiempo a responder.
Para entonces, Colin ya me había alcanzado.
-¡Qué sorpresa!- me saludó.
-¿Por qué estás sudoroso?
-Estamos jugando un partido-. Me señaló la cancha, abarrotada de personas que ahora mismo nos observaban con detalle. -¿Qué tal tu día?- se interesó.
No supe responder, no pude.
-¿Quién va ganando?- cambié de tema.
-Mi equipo, por supuesto- rió. -¿Quieres ver los últimos minutos?
-En realidad iba a mi cuarto a estudiar.
-Pensé que te quedarías en la biblioteca.
Mierda, mierda, mierda.
-No me concentraba- mentí, y me sentí fatal por ello.
-Vaya, qué mal-. Se limpió el sudor con la camiseta. Sus abdominales me saludaron bajo ésta, brillantes y abultados. -Entonces te dejo, intenta no estresarte mucho.
-Gracias.
Se lanzó sobre mí para envolverme con sus brazos. Estaba pegajoso y olía a testosterona. Sin embargo, lo que más me sorprendió fue que al separarse se me quedó mirando con una sonrisa, jugó con un mechón de mi pelo.
-Tengo ganas de besarte, pero no me lo vas a permitir, ¿cierto?
-Cierto...
-Tranquila, lo harás muy pronto.
Depositó sus labios en mi mejilla. Noté que todo a nuestro alrededor se sumió en el silencio. Fue un beso que sentí no haber recibido nunca por su parte, cariñoso y tierno. Nuestros encuentros siempre se habían caracterizado por un deseo irrefrenable y un anhelo insoportable. Esta vez se volvió más íntimo, más profundo. Y ni siquiera fue en los labios.
-Suerte con el estudio.
-Suerte en el partido- respondí, aún en shock.
Colin se alejó trotando hasta la cancha. Los demás jugadores le reprochaban el haberse largado pero a él pareció no importarle. El juego se reanudó y los espectadores volvieron a animarles. Todos salvo algunas personas que aún me miraban con desdén. Todas chicas.
Reconocí a algunas de ellas, Colin se besó con la rubia frente a mi puerta a principios de curso, y le había visto más de una vez con la morena que estaba a su lado. Resoplé mirando al cielo azul, reanudé la marcha notando sus ojos en cada uno de mis movimientos. No pensé mucho en ellas, me preocupaba mucho más la actitud que estaba tomando Colin. Demasiado amable para lo que estaba acostumbrada. No me quejaba, pero me escocía por dentro, y no entendí muy bien porqué.
A las once de la noche me ardían los ojos. Llevaba cinco horas pegada al ordenador, haciendo tantos resúmenes que me dolían los dedos de escribir y volviéndome loca para comprender los apuntes de Erika. Se disociaba una barbaridad en clase, pero aún así no tenía palabras para agradecerle lo que había hecho por mí este año.
Desistí cuando conseguí estudiar el tercer tema de una asignatura. Mi cerebro imploraba por un descanso y mi estómago rugía furioso. No había cenado por intentar meterme en la cabeza cincuenta hojas más. Mi teléfono vibró sobre la mesilla, me levanté para tomarme un descanso.
Editado: 05.08.2025