Quiérete y luego quiéreme, si quieres.

CAPÍTULO 55.

Ha sido el mejor fin de semana de mi vida, y eso que he estado estudiando, más o menos.

Ryu llegó el sábado a medido día con su característica bandolera y una mochila a la espalda. En la bandolera traía sus propios apuntes y el ordenador, en la mochila el neceser y un pijama que no utilizó. Estuvo aquí hasta el domingo por la noche, y fue la primera vez que dormía acompañada de un chico.

En un principio nuestro objetivo era estudiar, esta semana empezaban los exámenes y teníamos que ponernos serios. Todo parecía ir bien, pero se nos fue de las manos cuando entre tema y tema nos otorgábamos pequeñas recompensas que terminaban en sexo silencioso o en duchas demasiado largas. Descubrí un Ryu salvaje e insaciable que aceleraba mis pulsaciones y calentaba mis sentidos con solo una mirada. Pero también a un chico cariñoso, inocente y tierno que acariciaba mi espalda hasta que me quedaba dormida, que no podía pasar más de un minuto sin contacto físico, aunque fuese tomarme la mano mientras estudiábamos, y me decía 자기야 (Jagiya) de tal forma que su voz abrazaba mi corazón.

Disfrutamos del tiempo juntos riendo, conociéndonos mejor, hablando de nuestro miedos así como compartiendo las anécdotas más divertidas e íntimas de cada uno. Ryu me contó cómo le afectó estar viviendo entre dos países y yo me armé de valor para hablarle de mis años de colegio, de los comentarios que recibía diariamente de mis compañeros. Me sorprendió la atención y el respeto con el que Ryu me escuchaba y comprendía, lo cómodo que me resultó hablarle de mis demonios y el cariño con el que él los abrazaba y ahuyentaba.

Una vez más sentí esa tranquilidad y esa sensación de estar en el lugar correcto.

El lunes fue como volver a la realidad, y lo odié. Hubiera preferido quedarme en ese fin de semana y convertirlo en eterno. Me desperté sola en la cama y se me hizo extraño no haber tenido el calor de Ryu durante la noche. Las sábanas aún tenían su olor a lavanda.

Me puse uno de los dos vestidos cortos que compré, ajustado en el pecho y suelto en la parte inferior, de un precioso color verde pastel. Recogí mis cosas y salí del cuarto con el tiempo justo para llegar a clase. Me encontré con la marabunda de personas en el vestíbulo de la residencia. Eché un rápido vistazo a la cafetería, imposible conseguir un café si quería llegar a primera hora.

Salí al sol abrasador de finales de Mayo.

-Buenos días-. La voz de Colin me sobresaltó, me miraba sonriente. -Esto es para ti.

Me tendió un vaso de cartón blanco.

-¿Qué es?

-Un latte-. Miré el interior del vaso. -¿No te gusta?

-Sí, muchas gracias- sonreí.

-No es lo que sueles tomar, ¿verdad?

-Iced Americano.

-Lo siento- su sonrisa se esfumó.

-No, no, esto está genial. Gracias, de verdad-. Colin parecía decepcionado. -¿Qué ocurre?

-Siento que no te conozco- habló mirando el suelo.

-No es cierto, nos conocemos desde hace ocho años.

-No seas condescendiente, ya sbes a lo que me refiero.

Puse mi mano en su brazo, su piel morena contrastaba con mi tez clara. Fue un pobre intento por consolarle, hasta yo me di cuenta de eso.

-Da igual, vete o llegarás tarde a clase.

-¿Estás bien?

-Lo estaré-. Me regaló una sonrisa. -Ve, nos vemos en otro momento.

Le dejé allí con la tristeza grabada en su rostro. Me sentí culpable por haber tirado por tierra su ilusión y su felicidad. Antes de alejarme me giré, pero Colin ya estaba camino a su Facultad en compañía de su amigo.

Llegué al aula con el tiempo justo. Erika ya estaba esperándome, el ordenador encendido frente a ella. Pasé por detrás y me senté a su lado. Aún no estaba preparada para dejar de verla todas las mañanas. Alejé ese pensamiento y me centré en la clase de hoy, una muy importante de cara al primer examen del viernes.

-¿Qué es eso?- preguntó mi amiga olisqueando el vaso. -¿Es un latte?

-Sí, lo es- respondí encendiendo mi portátil.

-¿Desde cuándo bebes eso?

-Quería probarlo. ¿Cómo llevas este examen?- traté de evadirla.

-¿Qué no me estás contando, Alaia?

Me libré de responder gracias a que la profesora entró en la clase.

-Toma- susurró Erika a mi lado. Vi que me entregaba un sobre blanco de tamaño medio.

-¿Qué es esto?

-Una entrada para mi exposición, es dentro de un mes.

Sonreí guardando el sobre dentro de mi bolso.

-¿Estás nerviosa?- me interesé.

-Muchísimo, solo espero que salga bien.

-Saldrá, no te preocupes por eso.

Tomé su mano, apreté con fuerza. Erika me miró agradecida. Una vez más pensé en la suerte que tuve al conocerla, al ser su amiga. Y lo mal que me estaba comportando con ella al ocultarle información. Merecía saber qué ocurría en mi vida.

-¿Vamos después a la cafetería? Tengo cosas que contarte.

-Estabas tardando.

Intenté concentrarme en la clase.

Un par de horas después teníamos a prácticamente toda la cafetería mirándonos de manera despectiva porque mi amiga no paraba de gritar.

-Que, ¡QUÉ!

Shhh!

-¡No puedes contarme esa bomba y pretender que no grite!

-Por favor, cálmate- supliqué.

Me disculpé con una tímida sonrisa. Le había puesto al tanto de los últimos acontecimientos que había vivido con Ryu, desde el día que hablamos en su casa hasta este fin de semana. Mi amiga no había parado de sonreír, aunque ahora me propinó un pequeño puñetazo en el brazo.

-Pero, ¿qué haces?- me quejé.

-¿Por qué has esperado hasta ahora para contármelo?

-Lo importante es que ya lo sabes.

-Madre mía, ¡sois novios!-. Hice una mueca. -¿Qué pasa?

-No hemos tenido esa conversación- respondí.

Mi amiga me miró con reproche.

-¿Habéis tenido un montón de sexo y no sabes si estáis juntos?

Dejé caer los hombros, miré el interior del Iced Americano entre mis manos.




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