Quedaban dos días para que comenzasen los exámenes. La tensión y el estrés pululaban por todas partes, en la Universidad, en la biblioteca, incluso en la residencia. Todos los alumnos caminaban cabizbajos y a toda velocidad, había un incómodo silencio por los rincones. Los suspiros eran la música que recibía allí donde iba, desesperados y agotados. Parecíamos muertos vivientes hiperactivados gracias a los litros y litros de café que tomábamos para mantenernos despiertos delante de los apuntes. No recuerdo la última vez que dormí ocho horas seguidas.
Me dolía la cabeza, la espalda y el cuello de estar cernida sobre el ordenador, por forzar de más la máquina del cerebro. Me prometí un largo descanso cuando terminase y me graduase, si es que lo conseguía. Ya pensaría en el futuro más adelante.
Decidí que esta tarde estudiaría en mi habitación, no soportaba el ambiente que había en la Facultad, alimentaba mi ansiedad. Caminé con los auriculares como forma de evasión, necesitaba desconectar al menos unos minutos antes de regresar a la realidad. El calor era abrasador, me recogí el pelo en una coleta alta. Miré el teléfono, no había tenido noticias de Ryu desde esta mañana. Él también estaba muy estresado, no era para menos. Y esta mañana tampoco vi a Colin, lo que hizo que me preocupara.
Retiré los auriculares despacio a la par que una sonrisa de desplegaba en mis labios de forma automática cuando vi a Ryu a los pies de la residencia.
-¡자기야 (Jagiya), sorpresa!- dijo. Las gafas de sol ocultaban los ojos, los hoyuelos de sus mejillas me saludaron mientras me acercaba.
-¿Qué haces aquí? ¿Qué es eso?- señalé a la cesta de mimbre que colgaba de su brazo.
-Nos merecemos un pequeño descanso, así que he organizado un picnic.
-Eres un cielo, pero...
-No me pongas una excusa, por favor- pidió con un mohín.
-Tengo mucho que estudiar.
-Yo también, por eso en vez de ir a buscar un campo en medio de la naturaleza, que sería lo ideal, vamos a hacerlo en tu cuarto.
Me mordí el labio, era incapaz de decirle que no.
Llegamos a mi habitación, dejé el bolso sobre la silla y cerré las ventanas, el calor empezaba a colarse por todos los recovecos. Me giré para descubrir a Ryu extendiendo una manta de cuadros sobre el suelo y sacando de la cesta varios tuppers. Encendí el ordenador y busqué una playlist con sonidos de pájaros, si no podíamos estar en la naturaleza al menos lo fingiríamos.
Ryu me sonrió, sentándose con las piernas cruzadas e invitándome a hacerlo. Fui su lado.
-Permíteme mostrarte el menú- abrió los envases. -De primero, una ensalada de pasta, segundo 冷奴 (Hiyayakko) y de postre 경단 (Gyeongdan).
Miré fascinada la comida delante de mí.
-Tiene una pinta deliciosa.
Tal y como pensaba, estaba todo muy sabroso. Me deleité con la mezcla de sabores y culturas que Ryu había cocinado para nosotros. Había sido todo un detalle.
-Tenéis unos platos riquísimos- añadí llevándome otro bocado de 冷奴 (Hiyayakko) a la boca.
-Me alegro de que te guste, así cuando vengas tendrás el paladar entrenado.
-¿Cuándo vaya a dónde?
Ryu se acercó más a mí, colocó su brazo sobre mis hombros y besó mi frente. La lavanda que me envolvió fue gratificante.
-Cuando vegas a Corea y a Japón, en ese orden-. Parpadeé confusa. -¿Te gustaría pasar el verano conmigo viajando por esos dos países? Prometo hacer ruta de k-pop en Seúl- rió.
Yo no era capaz de salir de mi asombro. No era la primera vez que me lo pedía, pero ahora lo sentí como si fuera una afirmación a algo de lo que todavía no nos habíamos atrevido a hablar. Sobre nosotros, hacia dónde íbamos, qué éramos. Noté un profundo peso en mi pecho, culpabilidad. Le estaba ocultando algo que no debía ser así. Me moví, dejando sobre el plato el 경단 (Gyeongdan) que había cogido. Busqué en mi interior la fuerza para hablar.
-¿Ocurre algo?
-Tengo que confesarte una cosa-. Clavé los ojos en los largos dedos de su mano que envolvía la mía. Tuve la sensación de estar frente al abismo. -He estado viendo a Colin estos días.
Su cuerpo reaccionó primero, alejándose de mí. Escuché que su respiración se entrecortó.
-¿En qué sentido?- le tembló la voz.
-Solo hemos hablado, pero sentía que no decírtelo era como mentirte.
Aún no le había mirado a la cara, no podía. Vi su cuerpo elevarse con cada profunda respiración, noté el temblor de su mano. Incluso advertí los fuertes latidos de su corazón. Lo único que no percibí fue su voz, y es que estaba tan callado que todas mis alarmas saltaron a la vez. Me esforcé por no precipitarme, pero su silencio estaba siendo pesado, angustioso. A pesar de todas esas sensaciones, tenía la certeza de que había hecho lo correcto, o al menos trataba de convencerme de ello repetidamente.
-Gracias por contármelo- habló al fin, calmado y sereno.
Levanté la mirada hasta atrapar la suya. Me sorprendió y desconcertó la tímida sonrisa en sus labios, su mirada comprensiva y agradecida.
-¿No estás enfadado?
-Me molesta, no te voy a engañar, pero has sido sincera. Podrías haberlo ocultado y has preferido decírmelo, eso me importa mucho más.
Posó sus labios en mi frente, en mi mejilla, en mi nariz y por último en mis labios. No supe cómo reaccionar, pero una serie de preguntas se atascaron en mis pensamientos.
-Ryu, ¿cuál es mi color favorito?
-El lila- susurró contra mi cuello.
-¿Tengo mascotas?
-No, tu tortuga murió y el conejo se escapó- mordió mi cuello lo justo para provocarme un escalofrío.
Editado: 05.08.2025