Mañana comenzaban los exámenes, por ese motivo me había encerrado en la biblioteca hasta bien entrada la noche. Ayer estuve con Ryu toda la tarde, y no hicimos otra cosa que jugar entre las sábanas, bajo la ducha, por el suelo... Nos distrajimos de la mejor manera que supimos.
Sonreí al recordar el camino de besos que dibujó sobre mi cuerpo, no dejó ni una parte sin que sus labios la rozaran. Me estremecí al rememorar cómo me llevaba a lo más alto con su lengua, sus manos, su totalidad. Perdí la cuenta de cuántas veces obtuve el delicioso orgasmo, pero fueron suficientes como para dormirme plácidamente con la cabeza sobre su pecho.
Solo desperté una vez en la que sentí la falta de su cuerpo al lado del mío, parpadeé en la oscuridad y creí verle al lado de mi escritorio. Conseguí que mi visión se volviera más nítida al tiempo que Ryu regresaba y me besaba en los labios, noté la frescura del agua en ellos. Me permitió colarme entre sus brazos para volver a caer rendida con el relajante sonido de sus latidos.
En el horizonte aún se podían distinguir los vivos colores del atardecer, sorbe mi cabeza y más atrás comenzaba la negrura de la noche. Las farolas iluminaban mis pasos y los de muchos otros estudiantes que regresaban a su hogar o pasarían la noche en bibliotecas que abrían veinticuatro horas. Mientras me acercaba a la puerta de la residencia escuché unos ruidos que llegaban desde la parte trasera del edifico. Me sentí atraída por ellos, rodeé la residencia sin pensarlo dos veces, como si algo tirara de mí.
O alguien.
Encontré a Colin lanzando un balón contra la red. De vez en cuando realizaba algunas entradas a la canasta y se enfadaba cuando no conseguía encestar. Parecía frustrado. Me acerqué a la alambrada y bordeé su extensión hasta la puerta que daba acceso. Su melena rubia se mecía con los movimientos, distinguí gotas de sudor sobre su frente ceñuda a medida que me acercaba. La pelota salió disparada después de dar al tablero, directamente hacia mí. La atrapé con dificultad. Colin se giró, deteniéndose al verme. Estaba tan ensimismado que no se había dado cuenta de que estaba allí. Me acerqué jugueteando con el balón entre mis manos.
-¿Por qué estás aquí tan solito?- pregunté, el chico se retiró el sudor de la frente con el antebrazo.
-Necesitaba un momento conmigo mismo- respondió. Realmente parecía muy cansado.
-¿Quieres hablar de ello?
-La verdad es que no.
Cansado no, derrotado. Puso los brazos en jarras, cerró los ojos y elevó el mentón, tomando aire. Me partió verle tan abatido, como si estuviera perdido en un laberinto y no fuese capaz de encontrar la salida. Podía haberle devuelto la pelota, despedirme y largarme de allí, dejarle para que resolviera los problemas que le atormentaban solo, pero no lo hice.
Dejé el bolso en el suelo y anduve con decisión. Colin abrió los ojos sin comprender lo que estaba haciendo. Para ser sincera, yo tampoco lo tenía claro. Solo tenía claro que necesitaba con urgencia que volviese a sonreír.
-Venga, juguemos a algo- propuse.
-Sinceramente, no me apetece...
-¿Un 21? Creo que aún recuerdo como era.
-No es el momento.
-¿Eso que escucho son excusas? ¿Miedo acaso?
-¿Miedo?- elevó una ceja.
-Miedo a perder contra alguien que ha tocado esta pelota dos veces en su vida contando con esta-. Colin trató de disimular una risa. -Entiendo lo humillante que va a ser para ti, un prodigio del baloncesto, caer frente a una aficionada como yo- le provoqué.
-Estoy siendo cortés, sería demasiado fácil vencerte.
-Pretextos, evasivas, eso es todo lo que escucho. Venga, te doy ventaja, empieza tú.
Colin exhaló el aire de sus pulmones, ahogando una sonrisa. Con tanta rapidez que no me dio tiempo a reaccionar, me robó la pelota y se colocó en la línea de tiro libre. Lanzó el balón, entrando limpiamente y volviendo a él .
-Chulito- apunté.
Me miró por encima del hombro, el orgullo en sus ojos. Los demás tiros fueron un espejo de ese primero hasta que anotó dieciocho. El decimonoveno rozó el aro y salió disparado en la dirección contraria.
-¿No vas a cogerlo? Te toca a ti- apuntó.
Le saqué la lengua y me moví corriendo hasta donde estaba la pelota, había salido del campo. Cogí carrerilla y di tres grandes zancadas para acercarme todo lo que pude, aún así no fue suficiente. Miré la canasta, demasiado lejos de mi alcance.
-Lo has hecho adrede, ¿verdad?- le acusé. Colin se mordió los carrillos.
Cogí impulso, incluso di un pequeño salto, pero la pelota ni siquiera rozó la red. Pasó por debajo y se alejó botando. Colin la atrapó fuera de la línea de tres. Se preparó, junto las rodillas y colocó los brazos de tal forma que el tiro, una vez más, fue impecable, entrando en una red que ni siquiera se movió.
Le miré de brazos cruzados, él sonreía ampliamente.
-Gané.
-Eres un abusón.
-Abusón, chulito, miedica... ¿En qué quedamos?- nos fuimos acercando.
-No es justo, podrías haberme dado una oportunidad.
-Y lo he hecho, pero has tardado en coger la pelota y te has distanciado de la canasta.
-Solo querías alardear de lo bueno que eres.
Se agachó hacia mí, girando la cabeza. Miré su oreja.
-Perdona, ¿eso que escucho son quejas? ¿Acaso eres una mala perdedora?
Me lancé a por la pelota entre sus manos, pero incluso sin mirar directamente mi cuerpo, adivinó el movimiento y se retiró. Trotó hasta la línea de tiros libres, le seguí.
-Tengo unos muy buenos reflejos, no podrías quitarme el balón nunca- añadió.
Acepté su reto. Intenté por todos los medios acceder al esférico, pero Colin me bloqueaba con su cuerpo pivotando sobre un único pie. Comenzó a botarla, pensé que sería más sencillo pero me equivoqué. Me alejaba con un brazo y ni siquiera llegaba a rozar la pelota. Era frustrante, y cuanto más me esforzaba, mi fracaso se hacía eco con su profunda risa.
Editado: 05.08.2025