Quiérete y luego quiéreme, si quieres.

CAPÍTULO 59.

Hoy comenzaban los exámenes finales.

Me desperté dos horas antes, utilicé una de ellas para repasar al asignatura que abriría este periodo. La otra la dediqué a relajarme, me di una ducha y decidí distraer mi mente concentrándome en qué ropa elegir. Bajé a la cafetería con los auriculares conectados, pedí un Iced Americano y un plátano. Salí de la residencia mirando mis pies y puse rumbo a la Facultad.

Erika y Lucas esperaban en la puerta, ambos abrazados. Me apreció una estampa muy tierna. Desconecté la música.

-¿Estás preparada?- pregunté a mi amiga.

-No, quiero vomitar y salir corriendo, en ese orden.

-Cariño, te saldrá bien, yo confío en ti- la alentó Lucas.

Miré la hora en le teléfono.

-Deberíamos entrar- hablé antes de darle el último sorbo a mi café y arrojar el vaso a la papelera.

Lucas y Erika se dieron un fuerte abrazo. Aparté la vista cuando se besaron.

-Escríbeme en cuanto acabes- le dijo el chico.

-Lo haré-. Se dieron un último beso fugaz.

-Suerte, pequeña tangerine.

-Gracias.

Abracé a Lucas antes de coger a Erika por el brazo y entrar juntas en la Facultad.

Buscamos el aula junto con otras cientos de personas tan estresadas y nerviosas como nosotras. Nos sentamos en una mesa alargada, dejando un hueco entre las dos. Sacamos el bolígrafo y esperamos lo más pacientes que pudimos, pero era imposible negar que el movimiento constante de la mesa provocado por el temblor de nuestras piernas.

Miré alrededor, muchos de esos rostros eran conocidos, pero los demás juraría que fue la primera vez que los vi. Podrían ser alumnos que tenían esta asignatura pendiente o estudiantes que no habían acudido a clase. Muchos hablaban y reían entre ellos para destensarse, otros mantenían la cabeza gacha dentro de los apuntes e incluso divisé a algunos de ellos dormitando sobre la mesa. En cualquier caso, todos compartíamos la ansiedad que solo hacía que crecer en el ambiente. Me fijé en mi amiga, mordisqueaba el capuchón del bolígrafo.

-Va a salir bien- la animé, recuperando su atención.

-¿Y si...?

-No podemos permitirnos pensar en hipotéticos futuros.

Asintió, asimilando mis palabras.

-Cierto, aprobaremos y nos graduaremos juntas.

-Esa es la actitud- sonreí.

Nos dimos la manos desde la distancia. Sentí las suyas empapadas en sudor bajo las mías, temblorosas. De pronto nos envolvió el silencio, miramos al frente.

El profesor había llegado al aula, le seguían otros dos docentes.

Nos dedicó unas palabras antes de comenzar a repartir las hojas en blanco. Noté los nervios oprimiéndome el estómago, respiré hondo tantas veces como pude. Erika me pasó el examen, le eché un primer vistazo sintiendo que lo había olvidado todo.

Cerré los ojos y traté de despejar la mente, accediendo a esa parte de la memoria que se encarga de guardar esta información el tiempo suficiente como para vomitarla en el examen. No tendría que ser así, pero la educación funcionaba de esta manera.

-Podéis empezar, tenéis una hora y media-. La voz del profesor rebotó contra las paredes.

Nos sumimos en un tenso silencio, miré los papeles frente a mí.

Empecé a hacer el examen.

Empecé el final de una etapa.

***

Había pasado una semana y media.

La mitad de los exámenes ya estaban hechos, y se nos habían comunicado algunas notas, todas ellas aprobadas. Erika y yo siempre estábamos juntas cuando las recibíamos porque nos encontrábamos en la biblioteca dando los últimos coletazos del siguiente control.

Ese día nos permitimos una pequeña celebración que consistió en sentarnos un par de horas en una terraza con una cerveza fresca y un aperitivo antes de regresar dentro de cuatro paredes. Lucas estaba con nosotras. Al parecer sus exámenes estaban saliendo bien, todo aprobado. Me alegraba mucho por él, incluso había conseguido una beca para este verano. Iría a Italia, Erika le acompañaría. Sería la primera vez que experimentarían la convivencia y no dejaban de hablar sobre lo emocionados que estaban. Sonreía mientras me contaban el pequeño estudio que compartirían y cómo habían elaborado una repartición de tares.

Después, en Septiembre, ambos se mudarían a París.

Estaba tremendamente feliz por ellos, aunque esa última noticia hizo que se me agrietara el corazón. No estaba preparada para tenerles tan lejos. Evité pensarlo, al menos hasta que acabaran los exámenes. No había hueco para las emociones estos días.

Por esa misma razón no había vuelto a pasar un momento a solas ni con Colin ni con Ryu. Al primero le veía en ocasiones por las mañanas. Nos saludábamos y dedicábamos una sonrisa que siempre era devuelta. Con Ryu intercambiaba algún mensaje de vez en cuando, stickers y memes que nos hicieran reír dentro de esta vorágine de angustia estudiantil. Al parecer, a él también le estaba yendo bien con los exámenes, me alegré profundamente.

Pero no iba a negar que le echaba de menos, a los dos. Cada uno aportaba unas sensaciones diferentes a las que no estaba preparada a renunciar. Todas las noches me acostaba con la disyuntiva de qué hacer dentro de unas semanas cuando se me agotara el tiempo. Era como estar en una carrera a contrarreloj, teniendo todo en contra.

De vez en cuando miraba el billete de avión que Ryu me había regalado, aún dentro del sobre. Notaba las mariposas revoloteando por mi estómago, la emoción haciéndome cosquillas en las yemas de los dedos. Otras veces buscaba vuelos a Manchester y miraba fotografías de la ciudad, de todo Reino Unido. Sentía la emoción brincando como un niño pequeño y la felicidad inundando cada ápice de mi cuerpo como un torrente imparable.

Terminaba lanzando el teléfono contra la cama, enfada conmigo misma.

El final se acercaba, y aún no tenía ni idea de qué hacer.

***

Por fin ese periodo de ansiedad había llegado a su fin.




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