Quiero amarte

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V

SKYLAR BANNERMAN.


 

Me encargo de meter mis pertenencias en mi bolso de mano, todo lo hago rápido y al finalizar me echo aire en la cara, esperando tener un mejor aspecto y que Dante no se entere que estuve llorando. Mi tía me da un fuerte abrazo y sé que tiene miles de preguntas en su cabeza acerca de quién es Dante, pero cómo sabe que me están esperando decide guardárselas para otra ocasión. Le doy una mirada a mi primo Evan que duerme plácidamente en el sofá-cama y me acerco a él para darle un beso en su frente con amor. El esposo de mi tía se despide de mí moviéndome la mano y yo me despido de igual forma, respirando hondo y abriendo la puerta, dispuesta a salir.

Pongo un pie fuera de la casa de mi tía y lo primero que veo es un auto cromado, después mi mirada recae sobre el chico que permanece recargado en la puerta trasera del auto, él me sonríe inmediatamente al verme.

Cierro con cuidado la puerta tras de mí y me acerco a él con pasos lentos, intentando devolverle la sonrisa con la misma alegría.

Al plantearme frente a él lo observo cohibida, él trae una playera tipo polo de color azul marino, en la parte de su pecho tiene un cocodrilo, de la marca Lacoste.

—Hola, Sky —me saluda, dejando de recargarse en su auto para acercarse lo suficientemente a mí y plantar un beso en mi cachete, lo hace con lentitud, sus suaves labios se presionan en la zona de mi mejilla y el sonido del beso inunda mis oídos. Por su cercanía puedo respirar el perfume fresco que lleva y también su aliento a mentas.
 

—Hola, Dante —él me observa y la sonrisa no abandona su rostro, tiene tanto brillo en sus ojos que solo logra cohibirme —. ¿Nos vamos a mi casa?
 

—¿No crees que a tu padre le vaya a molestar? —pregunta, ladeándome un poco la cabeza.

Me río por lo bajo y niego. Puedo sentir que a través de las cortinas mi tía debe estar espiándonos. La conozco muy bien.
—Ni siquiera está, solo se la pasa trabajando más de lo normal, tú acompáñame.
 

Dante ya no menciona algo más ni se queja, solo acepta y me abre la puerta del auto en un acto de caballerosidad. Le agradezco y espero a que suba, una vez que él está dentro enciende el estéreo y música comienza a sonar en tono bajo.


 

—¿Estás bien Skylar? —inquiere, conduciendo hacia mi casa en una postura relajada.

Me paso un mechón de pelo detrás de mi oreja.
—Claro, ¿por qué me preguntas?

—Es que tu cara está roja.

Cuando lo escucho decirme eso ocasiona que me sonroje con intensidad, hasta empiezo a sentir bochorno.

—Y ahora aún más —termina de decir, sonriéndome.
 

—Es que estuve en la cocina y estaba acalorada, pero ya se me está quitando.

—Te acaloras mucho, ¿verdad?

Sonrío, jugando con los dedos en mi regazo. Por un momento, sintiéndome libre de todos mis pensamientos. —Solo a veces.

Dante se ríe y le da una mirada rápida a los asientos de atrás, como para asegurarse de algo.
—Te compré de cenar —levanto mis cejas, sorprendida —. Traje hamburguesas, porque sé que te vuelven loca y hasta te casarías con una.

Una carcajada brota de mi garganta y mi cabeza cae hacia atrás, es sorprendente que sepa la verdad.
 

Dante llega en cuestión de minutos a mi casa y me detengo por un segundo a observarlo, no me causa ningún conflicto meterlo a casa, sé que Dante es respetuoso y jamás haría algo que me incomode, pero el recuerdo de tener a Alex en mi casa invade mi mente y me siento a decaer, sin embargo, meneo la cabeza y me enfoco más en él.

—¿Bajamos a cenar? –le inquiero con una sonrisita.

Dante se ha portado más que bien estando conmigo, ha sido muy atento, desde las mañanas me da los buenos días y me pregunta si ya he comido o si no me he vuelto a sentir mal después de mi desmayo, he estado más con él, que con Daniel.

—Sí... pero mira... –Dante saca una mini botella de la guantera, es de vodka al parecer pero no es la grande, viene siendo como de doscientos mililitros —. A mí se me antoja darle unos tragos, nunca le hace mal a nadie.

—Pues invita —murmuro sonriente y Dante se ríe, guardándosela.

—Entonces vamos, antes de que tu cena se enfríe —él se baja del auto con la mini botella y se dispone a abrirme la puerta.

—Gracias —repito, mientras él saca las bolsas de la comida rápida. No puedo parar de agradecerle.

—No es nada, Sky, todo lo que hago por ti siempre es un gusto.

Y tampoco he parado de sonreír.

Nos adentramos a mi solitaria casa y enciendo las luces para que no se vea tan sola y oscura, dejo mi bolsa en el perchero anclado a la pared del pasillo y Dante camina detrás de mí, Beni duerme y ni siquiera es capaz de inmutarse por nuestras presencias.

Tomo la mano de Dante y lo jalo conmigo, incitándolo a que caminé junto a mí. Subo las escaleras de puntitas y él trata de no hacer ningún ruido, apretando nuestro agarre.

Empujo la puerta de mi habitación y enciendo la luz, dejando a Dante pasar.
Jamás había metido a un chico que no fuera Daniel a mi habitación, pero con Dante se siente diferente. La confianza es demasiado palpable.

Me quito los converse blancos y los dejo regados en un rincón de la habitación, Dante se sienta en la alfombra del piso y comienza a sacar los platillos de la bolsa de plástico, yo me siento frente a él en posición de indio y lo ayudo a sacar los refrescos.

Él destapa la botella y arroja al piso el tapón. —Tiene sabor a tamarindo, ¿la has probado? —me cuestiona y niego con la cabeza, mirando la etiqueta de la botella llamada Smirnoff, tiene colores rojos y amarillos, y el líquido es totalmente transparente.

 

—No... o no que lo recuerde, no suelo beber mucho —admito, encogiéndome de hombros, mirando a Dante escucharme y dándole el primer trago, echa su cabeza hacia atrás y sus ojos se cierran con fuerza, deduzco que es una bebida fuerte porque lo traga sin saborearla.
 




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