Quiero amarte

I 32 I

SKYLAR BANNERMAN
 

(Nuevo capítulo, solo que comienza igual que el que ya habían leído antes, donde Sky tenía problemas con Dante)

 

 

Felicidad y paz.

¿Hace cuánto tiempo no me había sentido tan feliz y tranquila como hoy?

Si me lo pongo a pensar bien y a fondo no recuerdo la última vez dónde estuve tan feliz por la mañana, sin embargo, la excepción es hoy, dormí plácidamente toda la noche, entre sus brazos y su calor, sintiéndome una mujer querida, llena en todos los sentidos. Quisiera encerrar el tiempo y olvidarme de todo, pero no puedo, en mi mente todavía hay una inquietud que no me deja disfrutar.
 

Pensar en Dante me inquieta, porque no sé cómo le diré la verdad, no sé cómo se lo vaya a tomar, porque le mentí, pero no puedo quererlo de la misma forma en la que quiero a Alex.

Alex es especial. Es el único hombre que se ha podido adueñar de mis sentimientos y mi corazón, y nadie más podrá tomar su lugar.

Nadie.

Suspiro pesadamente y estiro mi mano, alcanzando mi celular en la mesita que tiene Alex a lado de su cama, lo tomo y lo enciendo, y lo primero que veo son sus mensajes en la pantalla de bloqueo.

«Mi mamá ya está mucho mejor, solo fue otra crisis de asma. En verdad no te quise dejar sola, Sky»

«Discúlpame mucho, sé que te esforzaste en verte hermosa para que yo solo te dejara a la suerte, pero prometo recompensarte»

«¿Una hamburguesa crees que sirva para hacer las pases? :)»

Claro, él preocupado en el hospital, ¿y yo? Acostándome con Alex.

Me quedo unos segundos mirando sus mensajes y algo dentro de mí se apachurra, me siento llena de culpa, porque Dante es un hombre bueno, pero yo no correspondo sus sentimientos.
 

La cobardía se apodera de mí y solo soy capaz de volver a dejar el celular en la mesita, no me atrevo a responderle con mentiras. No se lo merece.

Me acomodo en una mejor posición en el colchón y observo con determinación el liso techo de la habitación, la claridad de la luz de afuera ni siquiera atraviesa las cortinas, pareciera que aún es de madrugada, aunque no es así.

Volteo a mirar al hombre a mi lado y una impredecible sonrisa se forma en mi cara, su respiración es tranquila, y su cabello negro está desordenado, se ve tan guapo así dormido, que deseo tomarle una foto, pero por la oscuridad no podré, así que guardo su imagen dentro de mis recuerdos y le doy un beso en su sien.

De pronto el sonido de mi celular inunda la habitación y me sobresalto, asustándome. Reacciono rápido y lo tomo antes de que se pueda despertar Alex, y miro la llamada entrante de mi tía.

—¡¿Dónde estás, Skylar?! —me cuestiona alarmada. Me incorporo en la cama y sin hacer el más mínimo ruido recojo del piso la camisa que Alex traía anoche puesta.

—Con... Alex —respondo, aplanando mis labios y sosteniendo contra mi hombro el celular para ponerme con rapidez la camisa, huele ligeramente al alcohol derramando, pero aún así me la dejo puesta.

—¿¡Y ya miraste la hora que es? —chilla y me siento en la esquina de la cama para no hacer ningún ruido.

—Es que me quedé dormida sin querer y luego el auto de Alex se quedó sin gasolina para llevarme de vuelta —mentí, diciendo las palabras demasiado rápido y atropelladas —. Y apenas acabo de despertarme por tu llamada y...

—Solo pásame la ubicación por mensaje y en diez o quince minutos estoy allí —me corta, y me muerdo con nervios el dedo pulgar.

—Pero es en serio, tía, me dormí y...

—Solo quiero la ubicación, Skylar. —aclara, relajada —. La u-b-i-c-a-c-i-ó-n.

—Está bien, está bien —susurro por su deletreo remarcado—. Ya te mandaré la ubicación, ¡lo juro! Ya alistaré mis cosas para esperarte afuera.

Cuelgo la llamada y le envío la ubicación con rapidez, y una vez que termino me enfoco en vestirme con la ayuda de Alex para verme presentable para que mi tía no sospeche nada.

Aunque claro que va a sospechar.

Me despido del pelinegro que me mira con amor y anhelo y salgo de su casa para correr al auto donde me espera mi tía.

Le muevo la mano diciéndole adiós desde el interior del auto y él me sonríe devolviéndome la seña. Sonrío sintiendo cosquillas por todo mi cuerpo y suspiro.

—Solo espero que te hayas cuidado, Skylar —murmura mi tía saliendo de la cuadra donde vive Alex —. Porque no quiero que seas madre adolescente, y porque tendré problemas con tu papá si se llega a enterar.

—Pero tía, no hicimos nada —vuelvo a mentir, mirándola, esperando que me crea —. Solo lo acompañé y se le subió de más la borrachera que ya no me pudo llevar.

Suelta una gran carcajada y entrecierro mis ojos, cogiendo la mochila llena de ropa para dormir que llevé ayer para quedarme en su casa.

Y mierda.

Olvidé mi celular.

—Ay, por favor —mueve la mano con un gesto de desinterés y continua riendo —. A otro perro con ese hueso porque esas ya me las apliqué.

Sin querer me echo a reír, olvidándome de mi celular, porque si la creo capaz en sus tiempos de la adolescencia, con solo ver a Evan me doy cuenta.

—Te juro que no hice nada de lo que crees con él —abro mi mochila y saco la playera negra que uso para dormir para ponérmela antes de llegar a casa —. Así que despreocúpate.

—¿Estás segura, Skylar? —curiosea mientras yo me enfundo en el short de pijama —. Porque puedo ir a comprarte la pastilla.

Siento el bochorno llenarse por todo mi cuello.—Tía...

—No está mal disfrutar tu sexualidad —explica, estacionándose fuera de casa —. Puedes estar con quien tú quieras, siempre y cuando seas responsable y te cuides. Y si quieres puedo acompañarte al ginecólogo a que te aplique algún método anticonceptivo, puede ser el parche o la inyección, solo tenme la confianza de decírmelo, ¿sí?




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