Quiero amarte

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SKYLAR BANNERMAN.
 

El pintar las gradas entre cuatro personas no es algo tan difícil, lo que sí es difícil es que todas las partes queden iguales siendo que cada uno de nosotros tiene su manera de pintar, Alex claramente es el que lo hace mucho más bonito y con más esmero, yo por mi parte paso la brocha con fuerza imaginado que se la paso por la cara a Carrie, la pelirroja a mi lado la pasa con flojera, mientras que Daniel dibuja figuritas extrañas.

Karen a mi lado suspira con cansancio, limpiándose las manos con un viejo trapo y acomodándose el cabello que se le sale del rodete, luce despeinada y tiene ligeras gotas de sudor en la frente.

—Esta pintura huele demasiado fuerte —se queja, echándose aire con ayuda de su mano.

Hago una mueca, asintiendo con la cabeza. El olor es tan penetrante que me comienza a dar jaqueca. Copio la misma acción de Karen y también me trato por ventilar con mi mano, la escandalosa risa de Daniel pesca mi atención y ladeo la cabeza, observándolos, Alex y él pintan el otro extremo de las gradas y al parecer ellos si se la están pasando muy bien.
 

Alex se ve tan bien concentrado, hace las cosas minuciosamente, sus manos toman la brocha con una precisión detallada y la desliza con lentitud, mientras que sus cejas se mantienen un poco fruncidas y su sonrisa permanece intacta, Daniel le cuenta algo que lo mantiene riéndose.


Suspiro, y dejo de mirarlos.

—Lo sé —apoyo, volviendo a mi tarea de seguir pintando —. Saldré de aquí toda drogada.

Karen se ríe y mete su brocha en el bote lleno de la pintura gris.

—Hablé con Dante hace rato —murmuro con la voz baja para que no me escuche nadie más que ella.

—¿Y ya no son amigos? —pregunta, susurrando.

Aplano mis labios en una delgada línea, sintiendo la culpa quemarme por dentro. –No lo sé... él me confesó que yo le gustaba... o que le gusto, no sé qué siente después del video.
 

La pelirroja posa sus ojos almendrados en mí y se apega a mi cuerpo para poder hablar un poco más elevado.

—Dante es muy dulce, la mayoría nos dimos cuenta de que le gustas por cómo te miraba.

—¿Y cómo me miraba? —inquiero.

Se queda en silencio por unos segundos, decidiéndose entre responder o no.

Y al final si me responde y me hace sentir aún más culpable: —Como si fueras la única mujer que habita en el mundo.

Bajo la mirada. —Me siento muy mal por no corresponderle, pero sabes que desde hace tiempo he deseado estar con Alex.

Karen me aprieta el hombro sin causarme dolor. —No te preocupes por Dante, estoy segura que encontrará a alguien.

Paseo la brocha por la barra metálica de la tribuna de la grada y asiento. —Eso espero, se lo merece.

—Y... —se sienta en una tribuna sin pintar a lado de mí y apoya sus codos en sus rodillas, Karen trae puesta una playera que le prestó Daniel, solo que ella decidió verse cool mientras pinta y le hizo un nudo, dejándosela como un top. En mi caso también llevo puesta una de las playeras de Alex, es de color negra y me queda floja y grande, pero me gusta traerla —. ¿Dante cómo te dijo que le gustas?
 

—Pues ya sabes, después de que me invitó a comer saliendo de clases nos llevamos muy bien, me hablaba seguido, me mandaba mensajes de buenos días, buenas noches, que si ya había comido, que cómo estaba.

Karen hace un gesto de ternura. —Aww.

—Y un día lo invité a mi casa —termino de decir y ella abre sus ojos tanto tanto, como si no pudiera creérselo.
 

—¡Eso no me contaste! —exclama, casi como un grito silencioso y confirmando que Alex ni Daniel nos ven ni nos escuchan —. Pasa el chisme.

Respiro hondo, caminando al final de las grada para empezar a pintarlas, Karen me sigue cargando la lata de pintura en sus manos.

—Bueno, claramente yo me sentía muy mal por lo de Alex...

—Lo sé, lo sé, pero primero cuéntame cómo lo invitaste a tu casa y qué hicieron —me apresura, ansiosa.

Resoplo. —¿Resumido o largo?

—Resumido y rápido.

—Estaba llorando en la cocina de la casa de mi tía, me dio unos consejos, paré de llorar, luego mi tío nos informó que me buscaban, mi tía me preguntó qué quién, y yo le dije que Dante —explico, resumiendo todos los acontecimientos.

Su cara se convierte en un poema lleno de emociones y hasta quiere chillar por el asombro.

–Uoah, uoah... llorando por uno y saliendo con otro —le doy un leve empujón —. ¿Desde cuándo aprendiste a ser como Teresa?

Niego con la cabeza, aunque su pregunta me da cierta gracia, pero eso no quiere decir que me sienta orgullosa.

—No soy así, Karen —murmuro, limpiando mi frente.
 

—Ya sabemos, el papel de Teresa y Rubí me
queda más a mí —suelto una pequeña risita y eso hace que me gane la atención de Alex, me mira a través de unos cuantos metros y me eleva las cejas, sonriendo. Le devuelvo la sonrisita y me manda un beso en el aire —¡Deja de coquetear con Alex! —me regaña, atenta a mí —. Estábamos chismeando.

—¿Qué me faltó por contarte? —cuestiono, tragando saliva, escuchando el canto de los pájaros sobre los árboles.

Entrecierra sus ojos, recordándolo. —Dijiste que fue por ti, ¿después de recogerte qué pasó?

—Me llevó de cenar una hamburguesa —contesto, recordando aquella noche —. Y lo invité a pasar para que los dos cenáramos.

—¿Y cómo te confesó que le gustas?

Aún tengo sus palabras grabadas en mi mente.

«Y ella es preciosa, y no por su físico, digo..., también por eso, pero cuando la conoces bien te das cuenta que quizás como ella ya no habrá otra igual, es única, se comporta diferente, tiene un buen humor, es divertida... es como un pollito, ¿sabes?

—¿Cómo un pollito?

—Sí. Una persona pollito: dulce, amable y tierna.»
 




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