SKYLAR BANNERMAN
El mismo día que Alex fue a mi casa por la actividad del muñeco y desperté, ya no estaba sola, ya había llegado Stacy y Charlotte, pero él ya se había ido, dejándome sola con una simple nota de despedida pegada a mi celular. No le mandé mensaje, no le llamé, aunque me picaban los dedos por querer hacerlo me contuve y me resigné, y mejor me ocupé haciendo trabajos de las clases a las que había faltado.
Para el día martes ambos nos presentamos a clases, me saludó, pero yo no hice el intento de hacerlo. A la segunda hora de clase entregó el muñeco y efectivamente, el muñeco se quedó sin batería y por eso no cumplió con su labor, pero nos dejaron con una buena puntuación así que ni él ni yo pusimos objeción.
El miércoles los maestros me desearon buena salud y me dijeron que no me preocupara por entregar a tiempo las tareas y los nuevos proyectos, todos me dijeron que estaban al tanto de mi salud y que con los justificantes me darían días de más para entregar las tareas, desconcertada solo asentí, hasta qué minutos después me dijeron que fue Alex quien justificó todas mis faltas.
—Hola, Skylar, espero que hayas mejorado de tu salud —murmuró el profesor de Historia —. En los días que faltaste hemos visto unos temas importantes, pero no te preocupes, tienes días de más para entregarlos todos; comprendo que te sentías muy mal, y con los justificantes que presentó Alex por ti es suficiente, pero trata de no atrasarte mucho porque iniciaremos con un nuevo tema.
El mencionado no volteó cuando yo lo miré, pero sabía que sentía mi pesada mirada. Al final de la clase solo pasé por su lado y le murmuré un simple «gracias». Un gracias que quería convertirse en otra palabra que comienza con la letra V y termina por la E.
Vuelve...
No se lo dije, y el día transcurrió normal.
Hoy jueves suelto un resoplido con pesar. Mis ojos me pesan por las pocas horas de sueño que tuve, pero trato por no dejarme vencer y clavo toda mi atención en la profesora que guarda sus pertenencias en su maletín para marchase en cuanto antes. Tamborileo mi pie y tallo mis ojos, contando los minutos que faltan para que termine la clase, no me reanima que suene el timbre, porque al terminar esta clase tengo entrenamiento en el gimnasio.
Dirijo mis ojos a Alex, que está sentado en la cuarta fila de todas las sillas, una corriente de nervios pasea por mi vientre y aprieto mis piernas. Él está escribiendo algo en su celular, así que saco el mío para comprobar que está en línea y me sorprendo encontrarlo escribiéndome. El corazón me da un brinco hasta que deja de escribir. Levanto la vista para mirarlo y muerdo el interior de mi mejilla. Quiero que me mande un mensaje, que me hable, pero espero por unos segundos y Alex apaga su celular y lo guarda, saliendo de línea.
Los ánimos se me esfuman.
Lo sigo extrañando, mucho, extraño los mensajes de «buenos días» y «buenas noches» que me mandaba, extraño mis sonrisas tontas que hacía al ver un mensaje suyo por más corto que fuera. Quiero escribirle un «te extraño», sin embargo, temo por la respuesta que me podría dar.
Recuerdo la canción que me dedicó y mi corazón deja de latir, quiere salir corriendo hacia él, pero mi mente lo detiene, porque eso sería mi destrucción con mi suicidio.
Ni siquiera se me ha pasado por la cabeza superarlo, sé que no puedo, no podría, porque mis lágrimas son reales, y mis sentimientos también. Quizás aún no llevemos demasiado tiempo juntos, pero para mí ha durado lo suficientemente necesario como para aprender a amarlo.
Guardo mi celular sabiendo que todo seguirá igual y el timbre suena, la profesora se despide y todos se ponen de pie en cuánto la ven salir. Alex también se pone de pie y sale sin voltear en mi dirección.
Suspiro y me quedo sola en todo el salón, escuchando los parloteos que hay por todo el pasillo. Guardo con lentitud todas mis cosas y decido quedarme unos minutos más antes de irme al gimnasio.
Presiono mi frente sobre la madera de la silla y cubro mi cabeza con mis antebrazos, cerrando mis ojos.
Un golpecito en el dorso de mi mano me hace levantar la cabeza y frunzo mis cejas, la zona empieza a ponerse rojiza con rapidez por el golpe que me ha proporcionado Karen.
Me sonríe y me tiende una lata nueva color negra con una M en el centro.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta, aún tendiéndome la bebida. La tomo y miro por la puerta por si alguien entra —. ¿Traes termo de agua? Para que vacíes el Monster, sabes que si nos ven la lata nos regañan, yo ya tengo aquí el mío —me muestra orgullosa su termo con el líquido de la bebida energética.
—Gracias por traérmelo, ¿cómo supiste que no tengo energía de nada? —le cuestiono, mientras que abro la lata y la vierto en mi termo vacío que es para agua.
Karen mueve sus hombros como si la bebida ya le dio suficiente energía y saca una bolsa de frituras.
—Es que yo también ando así, y pensé que tú igual.
Sonrío con agradecimiento y le doy un leve trago a mi termo.
—¿Entonces cómo te sientes? —repite, llevándose una papita a la boca.
—Mmm... —aplano mis labios y niego cuando me ofrece de sus frituras —. Pues...
Con Karen no tengo que mentir sobre si estoy bien o no, porque ya sabe que estoy separada de Alex.
La pelirroja muerde su papita. —Te voy a dar cuatro opciones.
Levanto mis cejas, sin saber qué quiere decir. —¿Opciones de qu...?
—Una: quieres que te escuche. Dos: quieres que te distraiga. Tres: quieres que te dé espacio o... —hace una pausa para tragar la papita —. Cuatro: quieres que solo vayamos al gimnasio y entrenar juntas pero sin hablar.
Pienso en todas las opciones que me está dando, está minimizándome el esfuerzo que yo le tengo que poner a que se me ocurran porque no la estoy pasando bien, y le agradezco mentalmente, porque nunca se me ocurriría nada.
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Editado: 29.05.2023