Quiero amarte

I 53 I

ALEX BRUCE

C A P Í T U L O 5 3.

Un ruido insistente y molesto resonaba en la lejanía sin detenerse, era como el tono de una llamada, o una alarma, no logré adivinarlo por completo, pero cuando intenté despertar y abrir mis ojos era como si tuviese algo que me impedía hacerlo, como si hubiese cinta sobre ellos.

Me incorporé un poco en la cama con dificultad e hice una mueca, sintiendo mi cabeza taladrar y mis huesos doler. Maldije entre dientes y me llevé las manos a la cara para tallarme los ojos y aclararme la vista.

Parpadeé, adaptándome a la escasa luz que entraba por la ventana y mis ojos cayeron principalmente al final de la cama, donde la sábana dejaba ver unos pies femeninos. Arrugué las cejas, desorientado y aún somnoliento, y me enderecé de poco a poco. Los conocí. Reconocí esos pies, pero Skylar la última vez traía sus uñas pintadas de guindo, no blanco. El sueño se me alejó enseguida y elevé la vista, esperando confundirme y encontrarme con Sky... pero no... no era ella.

Sentí el miedo naciendo desde lo más hondo de mis entrañas al darme cuenta del grave panorama y la sangre se me congeló, y el corazón disminuyó sus latidos dentro de mi pecho.

No.

No.

No.

La garganta se me cerró tanto que me era imposible tragar saliva, y sentí los latidos lentos y fuertes de mi corazón retumbar tras mis orejas. Bajé mis ojos para mirarme a mí mismo y una arcada de asco amenazó con asaltarme en cuando fui consciente de todo.
 

No.

Mierda, no.

No tenía la misma ropa manchada de sangre, solo estaba en bóxer.

Negué con frenesí con la cabeza, incapaz de poderlo procesar y salté de la cama como si recibiera un choque eléctrico. De pie, intenté moverme, mover siquiera mi mano, pero mi cuerpo se quedó inmóvil al ver los cabellos rubios esparcidos sobre la almohada y los hombros desnudos que dejaba al descubierto la sábana.

La garganta se me cerró aún más, como la sensación de que algo me estuviera ahorcando con demasiada fuerza, como si me estuviese ahogando con mi propia lengua que hasta me impedía tragar saliva, y el sentimiento pesante de la culpabilidad se arraigó en mi sistema.

No. No pude caer tan bajo. No pude ser tan idiota. ¿Cómo he sido capaz? ¿Cómo siquiera ha podido pasar?

—¡CARRIE! —pronuncié su nombre en un grito hosco,  con la voz ronca y nerviosa, con la cabeza dándome vueltas y con mi corazón aplastándose dentro de mi pecho —. ¡¿QUÉ MIERDA HACES AQUÍ!?

La mencionada se sobresaltó asustada, se incorporó en la cama y la miré sostener la sábana con cuidado contra su cuerpo, confirmando los malditos hechos.

No, esto debe ser una puta pesadilla. No puede ser real. No hay manera de que lo sea.

Se me drenó toda la sangre del cuerpo, mi visión se tornó borrosa y mi boca se secó. Le di la espalda porque no quería verla, y mis piernas flaquearon, busqué apoyo sosteniéndome del borde del escritorio para estabilizarme y cerré los ojos con fuerza, esperando a que fuera un mal sueño, que aún estuviese ebrio y que sean imaginaciones tortuosas, que por lo menos fuera una pesadilla para una lección... pero escuché el ruido que hizo al ponerse de pie y supe que lo jodí todo. Absolutamente todo.

Me jodí a mí mismo.

—Alex...

Su voz me revolvió el estómago y apreté con toda fuerza mis manos sobre el borde del escritorio, tanto que mis nudillos se volvieron blancos. Traté por hacer memoria de todos los acontecimientos, en verdad lo traté, pero no recordé nada. En mi cabeza no hay nada. Ni siquiera recuerdo tenerla aquí en la habitación, por más que me esfuerzo en recordar algo en mi mente no está ella, sin embargo, puedo deducir lo que hice. Y que la regué.

—Vístete. —ordené, aún sin ser capaz de voltear y enfrentarla. No quería verla a la cara, porque vería en carne propia mi traición.

Las cuatro paredes de mi habitación se fueron haciendo cada vez más chicas para mí, de pronto mi respiración se comenzó a acelerar y el oxígeno ya no entraba tan fácilmente en mis pulmones.

Un silencio agonizante se formuló hasta que la escuché buscar su ropa.

—Ya no te acuerdas de nada, ¿verdad? —inquirió, tras mi espalda —. Alex... tú me llamaste, me pediste ayuda porque estabas muy borracho, no sé si fue a mí realmente a quien buscabas pero vine lo más rápido que pude, después no sé si te confundiste o algo pero me besaste... y... y...

No quise ni que terminara de emplear la palabra. Recogí con movimientos rápidos mi ropa y me vestí lo más acelerado que podía.
—Cállate.

No es algo que yo haría, no es algo que haría ni estado drogado, pero por más que intenté recordar lo que hice, solo pude ser capaz de verme bebiéndome una botella yo solo.

Busqué la botella para cerciorarme de que estaba en lo correcto, y la encontré en la esquina de la cajonera, a lado de la puerta. La decepción y suciedad cayeron sobre mí mismo cuando a la mente se me vino la sonrisa de Skylar y mis ojos ardieron. Cubrí mi expresión con mi mano, que al instante la sentí mojarse por mis lágrimas. Lágrimas que no sentí derramar.

Lo he arruinado.

—Sabía que esto iba a pasar —susurró con un tono dolido, un tono que no me causó compasión o lástima; en lugar de eso sentí mi interior quemar y un subidón de calor, los músculos se me tensaron y mi respiración se atascó.

—¿¡Y POR QUÉ MIERDA NO TE FUISTE!? —bramé con histeria y me giré para por fin verle la cara con un gesto asustado, porque jamás me había visto tan alterado y apunto de perder la cordura —. ¿POR QUÉ TE QUEDAS A DORMIR? ¡TE HUBIERAS IDO! ¡Te hubieras ido y me habrías ahorrado toda esta puta mierda! —escupí y apreté los dientes—. ¡¿Cómo siquiera te atreves a meterte conmigo cuando estoy ebrio?!

—¡Tú me dijiste que me quedara! —se justificó elevando la voz y negué. No se escucha a algo que haría yo—. ¿No fue cierto lo que me dijiste anoche?




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