Quiero bailarme la vida contigo

Capítulo 11

Felipe daba vueltas y vueltas en su mente preguntándose si estar allí sería peligroso o si qué demonios hacían, sin embargo, Azul se encontraba en calma como si para ella todo aquello resultara de lo más normal.

—Apaga el cerebro —le pidió— ven, respira conmigo.

Le enseñó entonces una de esas técnicas que compartía con los ancianos y un rato después, Felipe se encontraba más relajado.

—¿No tienes miedo? —preguntó.

—No… ¿de qué? No sucederá nada… —dijo ella con una sonrisa—. El cielo nos protege…

La noche estaba fresca y la suave brisa los abrazaba. Azul sacó una de las bolsas con gomitas que guardaba en su bolsillo y comenzó a comerlas. Sin preguntárselo, colocó una de las gomitas frente a los labios de Felipe, que la recibió sin pensarlo.

—Me has sorprendido —dijo entonces—, hoy he conocido otra faceta de ti y me ha gustado —añadió ella con sinceridad.

—¿A qué te refieres? —inquirió él.

—A ese hombre tan dulce que jugaba con ese par de niños amorosos y se revolcaba con ellos por el suelo. Al que reía como loco y dejaba de lado sus horribles e insensatos pensamientos sobre el amor para vivir y experimentar un poco de esperanza…

—Bueno… ellos sacan lo mejor de mí —dijo él con una sonrisa dulce—, pero ya no soy esa persona…

—Lo eres, solo estás oculto bajo capas y capas de miedo y dolor —afirmó ella—. Te hace falta una buena dosis de esperanza…

—¿Qué es la esperanza para ti? —inquirió él—. Porque para mí no es más que un consuelo para autoengañarse a uno mismo…

Azul se tomó su tiempo para meditar una respuesta.

—La vida está llena de caminos y de opciones —explicó—, así como hace rato tú elegiste salir de un camino y buscar otro, así mismo puedes hacer en la vida, a veces porque lo deseas y a veces porque no hay alternativas. Ahora estamos aquí, en un camino que no es ni mejor ni peor que el otro, es diferente y ofrece nuevas experiencias.

—A lo mejor si esperábamos las dos horas ahora ya estaríamos llegando —se quejó él.

—Y nos hubiéramos perdido de esta mágica noche —añadió ella—. Lo que quiero decir es que todos los caminos son válidos y que todos ellos traen sus propias dificultades, ya sea el tráfico o una rueda pinchada… La diferencia está en lo que haces de esa situación, cómo la conviertes en algo bueno. En el tráfico podríamos haber hablado y escuchado música, pero aquí estamos observando la magia de la noche que solo se vive en el campo…

—Me encanta cómo siempre le encuentras lo bueno a todo —dijo él con un tono irónico y una sonrisa cínica.

—La esperanza no es más que la certeza de saber que siempre habrá un nuevo camino para elegir, aunque no sea el que esperabas que fuera. Hace poco Feli me dijo que sin esperanzas uno muere en vida, y creo que es lo que te sucede a ti.

—No te atrevas a inferir sobre mi vida —interrumpió él, pero ella lo ignoró.

—Cuando tienes esperanza miras hacia adelante y no hacia atrás, lo que quedó atrás ya no se puede cambiar, ya no podemos volver al tiempo para evitar que la rueda se pinche… pero si podemos disfrutar de esta velada tan intensa… La esperanza es decidir mirar hacia el futuro y no quedarse atascado en el pasado…

Felipe se calló, entendía su punto y de pronto todas las barreras que había puesto, se habían esfumado y sintió una intensa necesidad de contar su historia.

—Mónica y yo nos conocimos cuando éramos adolescentes —comentó—, tuvimos una relación bonita y luego nos casamos… Yo era dulce, era romántico, era de esos que tú imaginas en tus novelas, el caballero ideal —añadió como si se burlara de sí mismo.

Azul se volteó con cuidado para mirarlo y le hizo un gesto para que continuara. Sabía, por algún motivo, que él no se abría así a nadie.

—Nos casamos y luego de un par de años, comenzamos a tener nuestra primera crisis —comentó—. Todos en nuestras familias nos decían que era normal, que era parte de la convivencia. Nos dejamos llevar por la rutina y en vez de hablar, nos alejamos cada vez más.

—Qué triste…

—Pensé que las cosas mejorarían y le ofrecí ir a terapia, pero no quiso… Ya no teníamos ni siquiera intimidad —dijo con un toque de vergüenza.

—¿Por eso decidieron separarse? —preguntó Azul ante el silencio.

—No… ese fue el inicio —dijo y perdió la vista en el cielo. El silencio que los envolvía era intenso y solo se escuchaban los sonidos de la naturaleza que los circundaba—. Dos meses estuvimos sin siquiera tocarnos y un día de la nada ella me pidió que fuéramos a terapia. Yo estaba feliz, quería en realidad que salváramos nuestro matrimonio, la amaba y no entendía qué era lo que había sucedido… Entonces fuimos, reavivamos la llama… o eso es lo que pensé.

—¿Qué quieres decir?

—Comenzamos a hablar de nuevo, a salir, a tener gestos románticos el uno con el otro… seguimos los pasos que nos indicaron… y volvimos a ser una pareja. Entonces, un mes después, ella me dijo que estaba embarazada.

—Oh…

—Me puse feliz, yo quería ser padre, soñaba con una familia como la de Inés, niños correteando por el patio, festejos familiares, ya sabes, todo eso que está en tus novelas —explicó con sorna—, pero a mí me tocó la de terror.




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