Quiero bailarme la vida contigo

Capítulo 18

Felipe acarició sus cabellos con ternura y enrolló su dedo en uno de sus rizos. La observó mirarlo con atención y deseó poder tener acceso a sus labios para repetir esos besos con los que soñaba cada noche.

—Inés y yo nos criamos con mis abuelos, mis padres trabajaban fuera y nos dejaron aquí. Tuvimos una infancia tranquila, siempre nos teníamos el uno al otro y nada era aburrido —comentó—. Mis abuelos fueron nuestras figuras de autoridad y eran cariñosos con nosotros, los amábamos… Murieron hace como cuatro años… bueno, mi abuela, porque él murió un par de años antes…

—¿Tus padres?

—Ellos viven en Francia, nunca se involucraron mucho, pero aparecen de vez en cuando…

—Oh…

—Yo era un chico dulce, demasiado sensible para ser un niño en una época donde los chicos eran rudos y las chicas eran las emotivas. Pero mis figuras femeninas eran mi abuela y mi hermana y yo era cariñoso con ellas, así era mi abuelo —añadió—. Mi primer amor fue Lucía, teníamos trece años y fue como tú lo cuentas, algo idílico y romántico que terminó cuando ella tuvo que mudarse de pueblo.

—Qué tierno…

—Luego conocí a Mónica y nos enamoramos desde el inicio. El famoso amor a primera vista del que habla Felicita —dijo y puso los ojos en blanco.

—¡Ahh! ¡Por eso no crees en el amor a primera vista! —dijo Azul señalándolo con el dedo índice, él sonrió.

—Sí… supongo. Sus padres no la dejaban salir, la tenían muy controlada, teníamos diecisiete… yo hice de todo para que confiaran en mí y me permitieran ser su novio. Al fin lo logré y comenzamos a salir. Yo era el novio perfecto y sus padres me adoraban, todo marchaba bien y casi cuatro años después decidimos casarnos. Aunque las cosas comenzaron bien, luego comenzamos con la crisis y el resto ya lo sabes…

—Sí…

—Ahora que te he escuchado, pienso que quizás ella también se descubrió a sí misma en nuestro matrimonio. Era una chica que seguía las reglas de sus padres sin objetarlas… probablemente un día se dio cuenta de que no era eso. Me dijo que quería ser libre y que con Piero podía ser ella misma… Nunca lo comprendí del todo, más bien pensaba ¿por qué conmigo no? Jamás la hubiese juzgado por nada, no soy esa clase de hombre…

—Quizá porque con él se descubrió a sí misma, descubrió su libertad y su capacidad de elegir quien ser… Si se crio en una familia tan cuadrada nunca tuvo esa opción y la burbuja le explotó en medio de su matrimonio, justo cuando las cosas no estaban bien entre ustedes…

—Sí… puede ser…

—No la justifico, solo creo que estaba perdida y en ese momento el tal Piero era un escape para ella…

—Ojalá se haya encontrado y sea feliz —dijo él y miró al horizonte.

—¿Aún la amas? —quiso saber Azul.

—No, creía que sí y que eso era lo que me dolía, pero descubrí que lo que no superaba no era eso, sino mis sueños rotos… Es horrible enfrentarse a los sueños rotos, Azul. A estas alturas yo me veía con un par de niños, disfrutando de una vida estable, enamorado, feliz… Ya te dije, pese a que creas que soy un aburrido, insensible en traje y corbata, no siempre fui así…

—Lo sé… claro que lo sé —dijo ella tomándolo de la mano.

—Me dolió todo y todo junto, el desamor, el hijo al que yo ya amaba y que me arrebataron… Te digo, era capaz de perdonar todo con tal de que no se llevara mis sueños. La vi irse con él y construir la familia que pensé que me pertenecía y me sentí vacío, sin nada… humillado… fracasado…

—Lo comprendo… de verdad que sí —dijo ella mientras dibujaba con su dedo figuras sobre el dorso de la mano de él.

—Me convencí a mí mismo de que debía ser otra persona, de que ya no debía querer aquellas cosas y me cerré al mundo, me protegí en mí mismo de una manera tal, que lo único que hice fue guardar en mi interior mi dolor y girar alrededor de él para que nadie se lo llevara, porque eso era lo único que me quedaba…

—Wow…

—El trabajo me ayudó, pero mi cuerpo cansado por el estrés laboral y emocional no resistió. Regresé también como una prueba para mí mismo, quería saber qué tan mal estaba y cómo reaccionaba al choque con el pasado y los recuerdos.

—¿Y?

—Desde el inicio nada fue como creí, tengo algunos recuerdos, pero los miro desde lejos, ya no duelen… estoy feliz porque tengo a Inés cerca y puedo ver crecer a mis sobrinos, puedo ser con ellos el padre que quise ser alguna vez, aunque claro, ellos tienen el suyo…

—Un día tendrás tus propios hijos, Felipe, eres joven…

—Sí, pero no quería pensar en eso, no quería ilusionarme, porque cuando pensaba en todo lo que deseaba, también pensaba en todo lo que perdí… eran como las dos caras de la misma moneda, y al recordar, me sentía demasiado lejos de todo aquello. Comenzar de nuevo, enamorarse, sufrir, tener miedo a salir lastimado o a lastimar… confiar de nuevo en alguien… ¿y si no resulta? ¿Cuántas veces se puede volver a empezar? —inquirió.

Azul no respondió, esperó paciente a que él continuara.

—Felicita me hizo ver las cosas de otra manera. Ella, a su edad, aún tiene esperanzas de encontrar a ese amor que un día fue… Al principio pensé que era una tontería, pero entonces tú te emocionaste tanto con la historia, con la investigación… y pensé que quizá soy yo el que está equivocado… quizá sí vale la pena mantener las esperanzas…




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