Quiero bailarme la vida contigo

Capítulo 20

Felicita los escuchaba contarle sus anécdotas del viaje, primero le contaron de su encuentro con Oscar y luego de las actividades que hicieron juntos. Obviaron las largas charlas y confesiones sentimentales y se enfocaron en la piscina, el paseo por la granja y el momento en que ambos ordeñaron una vaca.

—Fue genial, Feli, un día deberías venir con nosotros a esa granja —comentó la muchacha.

Felicita sonrió y asintió, aunque sabía que eso no sería posible. Cada vez le costaba más moverse y los dolores corporales ya no se iban ni con los calmantes.

—Hoy iremos al hospital a ver si damos con Marcela —dijo Azul.

—El sábado por la noche soñé con él —contó Felicita con emoción—. Estábamos en una cabaña y bailábamos despacio al son de las músicas de Elvis… —murmuró.

Felipe miró con sorpresa a Azul y ella le regaló una sonrisa.

—Cuando papá descubrió que nos íbamos a escapar, se puso más pesado que de costumbre —comentó de pronto. Ambos sabían que ella continuaría con la historia—. Me puso una nana que me controlaba día y noche, y yo apenas logré contactarme con Ana para que le dijera a Antonio lo que había pasado. Él estaba desolado, pues pensó que me había arrepentido…

—Claro… debió haberte esperado en donde quedaron —dijo Azul.

—Quedamos en esperar que las cosas se enfriaran e intentarlo de nuevo… pero mi padre tenía su propio plan y ya me había conseguido un novio, que además de ser hijo de su mejor amigo, era un buen partido… Después de todo él y el padre de César siempre habían hablado de que casarnos sería un negocio redondo, y César siempre había estado enamorado de mí…

—Ohh…

—Intenté escaparme, lloré, me tiré al suelo, le prometí a mi padre un montón de cosas… Nada surtió efecto. La boda se realizó incluso aunque yo no lo quería. Mi padre y César estaban convencidos de que con el tiempo me enamoraría y me daría cuenta de mi error…

—¡No puedo tolerar esa clase de cosas! —exclamó Azul enfadada.

—Me casé con César, él era buen hombre, era respetuoso conmigo y me trataba muy bien. Fuimos felices, dentro de lo que se pudo, pero nunca lo amé, éramos buenos amigos… Cuando Antonio se enteró de aquello, su corazón se hizo pedazos… estaba desolado y me enteré que decidió ir con sus amigos a probar suerte con la música… Él siempre decía que la música y yo éramos sus grandes amores —añadió con nostalgia.

—¿Y ahí acabó todo? —inquirió Azul sin poder creerlo.

—No… Cuando él regresó de su viaje, lo busqué… Estaba decidida a dejar a César e irme con él, ese tiempo lejos me había sofocado, sentía que no podía seguir sin él… Dije que iba a la iglesia y fui a buscarlo, era un viernes… —comentó y perdió la vista en la pared como si leyera allí sus recuerdos—. Lo hallé en una casa humilde con una mujer embarazada… Le conté que no me había casado por amor, sino por obligación y le pedí que me perdonara, que yo lo amaba y quería estar con él y que dejaría todo si me lo pedía.

—¿Y qué sucedió? —inquirió Felipe.

—Me explicó que en la gira se había acostado con una de sus fanáticas y ahora estaba embarazada, que él iba a casarse con ella y a darle su apellido a ese bebé porque eso era lo correcto de hacer…

—Dios mío… —dijo Azul y llevó su mano a su pecho.

—En esas épocas el honor y la palabra importaban mucho —dijo Felicita—, me pidió que le diera un fin de semana… uno para despedirnos… Era una locura por donde lo miremos, pero lo hice. Regresé a casa y dije que iba a ir a ver a mi abuela, que vivía en otra ciudad, y él le dijo a la mujer que tenía un concierto en otra ciudad. Nos fuimos a las montañas, a una cabaña perdida que era de un conocido suyo…

—¡Qué romántico y a la vez doloroso! —exclamó Azul.

—Sí… sabíamos que iba a ser la última vez, pero nos propusimos no hablar de ello hasta el final. Fue el fin de semana más perfecto de toda mi vida, fue tan doloroso como ver por una ventana toda la felicidad que pudiste haber tenido y la vida que pudiste haber vivido… pero se terminó el domingo después del almuerzo. Nos dimos un último beso y nos prometimos volver a buscarnos cuando fuéramos libres. Él se fue a su casa con su mujer y yo regresé a mi hogar…

—Dios…

—Ahora que lo pienso, fue horrible lo que hicimos, ambos teníamos un compromiso…

La mirada de Felipe bajó al piso.

—Perdóname, Felipe —dijo la mujer—, yo sé que esto de alguna manera te trae malos recuerdos…

Azul lo miró con atención.

—No… No te preocupes —dijo él y levantó la vista para verla—, solo me quedé pensando en la frase de la promesa, volver a buscarse cuando fueran libres… Qué feo vivir una vida atada a alguien que no amas… —añadió.

—Lo sé… pero no tenía opción… —dijo—. Aún así, lo de Mónica no es lo mismo, Felipe, ella no se casó contigo por obligación…

—No tiene caso —dijo él e hizo un gesto para que ella no continuara—, Mónica está en el pasado… ella tampoco merecía estar atada a alguien que no amaba —añadió.

Felicita lo miró con curiosidad y luego observó a Azul, que estaba atenta a la reacción de Felipe.




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