Quiero bailarme la vida contigo

Capítulo 23

Azul caminó rumbo la casa de la prima de Gonzalo, donde hacía mucho tiempo solían reunirse con amigos, era en el centro, y de paso vio aquel salón que durante tantos años soñó para su academia. Habían sacado el cartel de venta, lo que significaba que ya tenía dueño.

Azul lo lamentó, esperaba un increíble golpe de suerte para poder comprarlo. Podía imaginarse allí dando clases con un ventanal a la calle que permitiera que las personas se quedaran disfrutando de las clases. Sabía que aquello era imposible, ¿de dónde conseguiría ese dinero? No podía esperar una herencia de alguien porque no tenía a ningún familiar adinerado, tampoco podía esperar ganar la lotería porque nunca la jugaba, aún así, cada vez que pasaba por allí se detenía a soñar. Al menos eso nadie podría sacarle.

Se encogió de hombros y siguió el camino hasta la casa de Lorena, esperaba ver a Gonzalo, decirle algunas cosas y despedirse de él. Esa tarde le había quedado más que claro que estaba enamorada de Felipe y que deseaba que se dieran una oportunidad.

Gonzalo salió a recibirla y se sentaron en el pórtico, donde siempre solían hacerlo.

—Qué gusto verte —dijo ella con una sensación extraña.

Era raro encontrarse con alguien que fue tan cercano e importante y sentirlo tan lejano y distinto.

—Igualmente, estás hermosa, como siempre —dijo él. Ella sonrió—. ¿Cómo te ha ido?

Se tomaron todo el tiempo del mundo para ponerse al día en sus historias, ella le contó lo que hacía y él le contó de sus estudios, su trabajo y su vida.

—He venido porque necesitaba papeles para un posgrado —dijo entonces—, pero no quería dejar de verte… He pensado mucho en ti…

—¿Sí? ¿Por qué? —inquirió.

—Porque he comprendido todo lo que sucedió entre nosotros… No lo niego, al principio estaba enfadado, no digo que llegué a odiarte, pero no te comprendía… Pensaba que éramos felices, nos estábamos por casar… no esperaba lo que sucedió.

—Lo sé, solo vi mi vida y quién era y no me gustó… —admitió ella—, éramos felices, sí, pero esa persona no era yo…

—Lo sé, lo comprendo ahora… te convertiste en alguien más para agradarme a mí, te amoldaste —dijo y ella asintió—. Yo me equivoqué también… no debí presionarte para que abandonaras las cosas que te gustaban o los sueños que tenías…

—Cierto… —afirmó ella—. Pero tú querías otras cosas, y está bien… teníamos distintos caminos…

—No estoy tan seguro de eso —dijo él—. Al final, nunca he amado a nadie como te amé a ti… ¿Crees que si nos hubiésemos casado hoy estaríamos juntos? —inquirió.

—No lo sé, no sé si yo sería feliz siendo esa persona que entonces era.

—¿Eres feliz ahora? —quiso saber él.

—Sí… me siento a gusto con mi vida y con lo que soy. Quizá no tengo los logros que tú tienes, eres reconocido laboralmente, harás un posgrado… yo sigo siendo la misma chica estrafalaria que solo desea bailar… pero estoy a gusto conmigo misma. ¿Por qué la vida tiene que ser solo logros y más logros? No digo que esté mal, pero… el hecho de vivir y ser feliz ya es un logro suficiente, ¿o no?

Gonzalo sonrió.

—Me hacía falta oír tus teorías sobre la vida y tu manera de verla. Pareces leer mi historia, es justo lo que me ha sucedido, he pasado los últimos años acumulando logros y hoy me siento bastante vacío…

—Quizás es hora de vivir entonces —dijo ella con una sonrisa—. Yo también quería hablarte, sé que te lastimé y que te tomé de sorpresa con mi decisión, sé que me amaste y que tu intención no fue cambiarme, fui yo la que lo hizo… Fue mi culpa ser tan maleable para intentar agradarte, por miedo a perderte, aprendí que eso no funciona nunca. Aferrarse a algo o a alguien hasta el punto de perder la propia esencia no termina nunca bien, siempre acabará en pérdida y soledad. No se puede ser feliz si no se es libre para ser quien de verdad eliges ser.

—Tienes razón… Lo siento, Azul… Me gustaría volver el tiempo atrás y cambiar tantas cosas —dijo él con melancolía—. Sigo amándote… ¿sabes?

—Amas la versión de mí cuando estaba contigo… o amas la versión de ti cuando estabas conmigo. Llevamos mucho tiempo separados, no puedes amar lo que no conoces… —zanjó ella con decisión.

—Venía aquí con la intención de… pedirte una oportunidad —dijo él con el corazón en la mano—, siento que he llegado a un punto de mi vida en el cual he alcanzado todo lo que anhelaba y no soy feliz… Entonces pienso en ti y recuerdo lo que era ser feliz… Dijiste que, si la vida nos juntaba en un futuro, quizás era porque estábamos destinados…

Azul sonrió.

—Si hubieras venido un poco antes, quizás habría podido darte una respuesta positiva, hoy no…

—¿Estás enamorada de alguien? ¿Estás en pareja?

—Sí y no… pero saberme enamorada de alguien es suficiente para no poder entregarme a ti por completo. Y tú sabes que yo no amo a medias…

Gonzalo sonrió, pero Azul pudo sentir la tristeza en su gesto.

—Está bien. ¿Te acompaño? Es tarde para que camines sola.

—Sí… —dijo ella con dulzura.




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