Quiero bailarme la vida contigo

Capítulo 24

 

Azul llegó al hogar más tarde ese día, supo que Felipe no había llegado aún porque no vio su auto donde siempre lo dejaba. Había decidido hablar con él y decirle lo que sucedió la noche anterior, decirle también que estaba enamorada de él, por lo que se sentía un poco nerviosa. Eso sin contar que debían hablar con Felicita.

Cerca del mediodía, ambos se encontraron con ella en la habitación. Felipe estaba distante, no parecía ser el mismo que el día anterior la había contenido en el muelle. Azul no lo comprendió, pero era el momento de decirle a Feli las cosas que habían descubierto.

—¿A qué se debe que los dos traen esa cara? —preguntó la mujer al verlos.

—Hemos encontrado información… sobre Antonio —dijo Azul sin dar más vueltas.

—¿Cómo? —preguntó ella—. ¿Lo encontraron?

—No precisamente, pero sabemos que la hija lo llevó a Francia, yeya —dijo Felipe con la voz suave, como si así el impacto fuera menos doloroso—. Al parecer estaba enfermo, tiene o tenía Alzheimer… y lo llevó allá donde ella vivía para poder cuidarlo.

—¿Cuándo? —preguntó la mujer.

—No lo sabemos con exactitud, pero hace muy poco… —dijo Azul.

—Entonces puede ser que esté con vida aún…

—Sí —dijo Felipe y miró a Azul con consternación—, pero no tenemos manera de hallarlo en Francia, yeya… es imposible…

—Lo sé… quizás es por eso que lo veía en sueños… —dijo ella—. Volvió a buscarme como prometimos… de la única manera en que puede hacerlo ahora…

—Oh… lo siento tanto —dijo Azul que se acercó a ella y la abrazó.

—¿Creen que me ha olvidado? —preguntó la mujer.

—Yo creo que un amor así no se olvida nunca, yeya —dijo Felipe—, puede ser que en su memoria no te encuentre, pero estoy seguro de que en su corazón sí —añadió.

Azul lo miró y le regaló una sonrisa dulce, estaba cada vez más enamorada de ese hombre. Felipe se acercó a Felicita y le abrazó con dulzura.

—Lo siento mucho, yeya…

Felicita se tomó unos minutos para digerir la noticia y derramó un par de lágrimas, pero luego se secó los ojos y les regaló una sonrisa.

—Han hecho lo mejor que pudieron, me han regalado su tiempo por meses y se han involucrado en esta historia como si fuera de ustedes. Valoro el esfuerzo, gracias por haberme tomado en serio y por haber creído en nuestro amor… Creo que es hora de cerrar esta historia como lo que fue: mi más hermoso recuerdo… Cerrar es sano, nos permite avanzar sin que nada nos estire hacia atrás —añadió y Azul asintió, lo acababa de sentir en carne propia.

—¿Qué podemos hacer por ti, yeya? —preguntó Felipe.

—Nada… ahora les agradecería que me dejaran un rato sola… me despediré de él… Ustedes ya hicieron demasiado —añadió.

—Bueno… —dijo Azul y se levantó para salir.

—Nos avisas si necesitas algo, ¿sí? —inquirió él.

—Ustedes preocúpense por sus vidas ahora, sean felices y no cometan mis errores —pidió—, con eso yo estaré más que satisfecha.

Ambos salieron de allí dejando a la mujer en soledad.

—¿Crees que estará bien? —inquirió Azul.

—Sí… estará bien —prometió él.

—Quiero hablar contigo, ¿podríamos ir a algún sitio? —preguntó la muchacha.

—No sé si puedo… tengo algunos pendientes —dijo él esquivándola.

—Solo un rato, necesito decirte algo que ya no puedo guardar —añadió la muchacha con insistencia.

Felipe la ignoró como pudo y caminó hasta su vehículo.

—¿Felipe? ¿Qué demonios te sucede? —inquirió ella siguiéndolo—. Te estoy diciendo que es importante y tú decides ignorarme…

—Mira —dijo Felipe ya sentado en el vehículo—, si lo que quieres decirme es que has vuelto con tu ex, no te preocupes, ya lo sé —añadió y cerró la puerta.

—¿Qué? —inquirió Azul con incredulidad.

—Anoche fui a verte, deseaba darte una sorpresa… pero la sorpresa me la llevé yo. Vi como se besaban y escuché que se trataba de Gonzalo… está bien, la vida los unió de nuevo, ¿no? Es tu historia de amor más grande… Sigue los consejos de Feli, sé feliz, no esperes que te pase lo que le sucedió a ella y luego te arrepientas —añadió—. Yo me marcharé apenas acabe con un pendiente que tengo por aquí.

Dijo antes de arrancar el auto.

Azul se quedó inmóvil, de pie frente al espacio vacío que el auto había dejado y con miles de preguntas flotando en su mente.




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