Quiero bailarme la vida contigo

Capítulo 25

Tres días después de aquello, Azul aún no había logrado dar con Felipe. Le había mandado muchos mensajes diciéndole que necesitaban hablar, pero él había viajado a Costa Brava a pasar unos días con su hermana y antes de apagar su celular, le dejó un mensaje diciendo que no lo buscara, pues necesitaba desconectarse unos días. Le prometió volver el viernes y llamarla para conversar.

Azul estaba enfadada, ¿qué demonios se creía ese hombre para tratarla así? ¿Por qué ignoraba sus llamadas y no quería escucharla? ¿Por qué había tomado una decisión unilateral sin siquiera dejarla hablar? Ya la escucharía cuando regresara, ya la vería enfadada como una vez quiso verla.

La muchacha pensó incluso en ir a Costa Brava, pero fue entonces cuando recibió la llamada de Atina, una vieja amiga con la que hacía muchos años había comenzado con esa idea de visitar los hogares de ancianos. Lastimosamente, ella se había mudado a Lisón, un pequeño pueblo vecino, y por tanto se habían distanciado un poco, aunque ambas habían seguido con aquel voluntariado.

—Debo pedirte un gran favor —dijo la muchacha—. ¿Podrías venir a reemplazarme un par de días? Mi madre deberá hacerse una cirugía y tengo que acompañarla. El hogar de aquí es muy distinto del que conocí allá contigo, es muy humilde, la gente que está aquí es pobre y está solita, la mayoría no tienen familia o son personas que se perdieron y nadie los reclamó. Si yo falto, mis compañeras no dan abasto… acá hacemos de todo, prácticamente ayudamos a darles de comer, a cambiarles, bañarles… cosas así, no hay rubros y las enfermeras son muy pocas.

—Cuenta conmigo, ¿cuándo debo ir? —preguntó Azul que pensó que aquella sería una oportunidad genial para distraerse.

—¿Jueves te queda bien? Los fines de semana son los más difíciles porque hay menos personal. Mamá se opera el viernes, el domingo ya estaré de regreso… Sería solo jueves, viernes y sábado…

—Cuenta conmigo —dijo ella—, pásame un mensaje con los datos luego…

—Puedes quedarte en mi casa, si deseas —añadió la muchacha—. Yo estaré en el hospital.

Azul coordinó y aceptó la propuesta. Fue junto a Felicita y le comentó que se tomaría unos días y que la vería el siguiente lunes.

—¿Qué está sucediendo? ¿Por qué tú y Felipe se están tomando días? —inquirió—. Creí que él…

—¿Que él qué? —preguntó Azul.

—Iba a decirte lo que sentía… —afirmó la mujer.

Azul la miró con sorpresa.

—¿Cómo? —inquirió.

—¿Acaso no te dijo nada? Salió de aquí muy convencido la otra noche… —afirmó—. A lo mejor le estropeé la sorpresa —dijo ella llevándose la mano a la boca.

—¿Tú lo sabías?

—Lo deduje, son un poco obvios —sonrió la mujer.

—Ay, Feli, pero él está enfadado conmigo ahora, no me atiende las llamadas y los días que se tomó son para alejarse de mí… Me vio besándome con un ex… y se armó una película en la cabeza —añadió la muchacha, no me ha dejado explicarle nada.

—¿Con Alexis? —inquirió Felicita.

—No, peor, con Gonzalo… él sabe que es el único que… bueno, una gran historia de amor mía, pero está acabado… fue un cierre, una despedida —afirmó—. Yo lo amo a él, y aunque él cree que Gonzalo es mi historia de amor más importante, en realidad es él… Nunca me sentí como ahora, y estoy muy enojada por su reacción, ni siquiera me ha dejado explicar.

Felicita rio.

—Él es impulsivo, casi tanto como tú —añadió—, tú le has permitido regresar…

—¿De dónde?

—De esa vida que se inventó en la cual se mostraba frío, distante y racional… Él no es tan así como tú tampoco eres tan emocional, si no ya te hubieses tirado a sus brazos sin pensar en las consecuencias luego de aquella noche que me contaste, ¿no?

—Bueno… supongo que tienes razón…

—Déjalo que cuando regrese vendrá a verme y hablaré con él para que te escuche.

—¡Hasta está planeando irse, Feli! —exclamó ella.

—No, es mentira, solo lo dice, todavía le quedan cosas pendientes por hacer aquí —afirmó la mujer—. Tranquila, tómate esos días y ve a donde debes ir…




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