Quiero bailarme la vida contigo

Capítulo 30

Por la mañana siguiente, a ambos les sorprendió el alegre estado de ánimo de Felicita. Azul le comentó a Felipe que ella se encontraba bien, pero no quería ir a los servicios fúnebres. Prefería recordarlo como siempre, con una sonrisa, feliz, libre.

Se juntaron a desayunar y luego partieron de regreso al hogar, donde Felicita les agradeció de nuevo por todo lo que hicieron por ella.

—Gracias, gracias por todo… ustedes no saben lo que significa lo que hicieron por mí, les estaré agradecida por siempre —dijo antes de despedirse.

—No, nosotros estamos agradecidos contigo —respondió Felipe—, tu historia nos dio esperanzas, nos enseñó mucho sobre el amor de verdad, sobre el tiempo, sobre la vida… Nos impulsó a animarnos —añadió y tomó la mano de Azul.

Felicita sonrió.

—Estoy muy feliz por ustedes. Me encanta que juntos hayan encontrado el equilibrio, Azul es la mejor persona que conozco y ahora estoy tranquila de que por fin está con una persona que se la merece. Y tú, Felipe, mereces ser feliz, amado y valorado, porque hombres como tú no quedan muchos…

—Te queremos mucho, Feli —dijo Azul abrazándola.

—Felipe… hazme el favor de llevarla ahora a ya sabes dónde —pidió Felicita.

—¿Ahora? Pero todavía no está terminado… —dijo él.

—No importa, no hace falta que las cosas sean perfectas, solo que sean —susurró—. Azul, espero que te guste el regalo que te preparé. Cuando lo veas, no quiero que pienses que es demasiado, quiero que tengas la certeza que te lo mereces y que es tuyo.

—¿Un regalo? —dijo Azul con sorpresa.

—Sí, un regalo que preparamos con Felipe para ti…

—Ya me emocioné —dijo la muchacha y comenzó a dar brincos de alegría.

—Ni te imaginas lo que te emocionarás cuando lo veas —aseguró Felipe contenta de verla así.

Se despidieron entonces y subieron al vehículo.

—¿No me vas a dar ninguna pista? —quiso saber ella.

—No… con todo lo que me costó callar todo este tiempo, no lo echaré a perder ahora… Quiero grabar tu reacción, así que voy a estacionar lejos, caminaremos y yo te grabaré.

—Hmmm, la curiosidad me está matando —dijo ella con entusiasmo.

Llegaron a un sitio donde Felipe pudo dejar el auto y bajaron. Caminaron las dos o tres cuadras hasta el salón, y justo cuando estaban en frente, sin que ella lo supiera. Felipe comenzó a grabarla.

—¿De qué se trata? —inquirió ella.

—Toma —dijo él sacando con la otra mano unas llaves de su bolsillo—. Son las llaves de tu nueva academia de danzas —añadió.

—¿Qué? —preguntó ella que de inmediato se puso seria. Miró las llaves y el sitio que Felipe señalaba y vio el local, aquel con el que había soñado y frente al cual había pasado tantas veces—. ¿Aquí? No es verdad…

—Ábrelo… aún no está acabado, pero Feli ordenó que fuera hoy —dijo él encogiéndose de hombros.

Azul, con lágrimas en los ojos y las manos temblando, intentó abrir la puerta, pero no pudo. Felipe le sacó las llaves y lo hizo él. La muchacha ingresó y vio las paredes recién pintadas, el piso en pleno arreglo y el ventanal que sería colocado en el frente. Justo en la pared principal, una gran tela que cubría la misma.

—¿Te gusta? —inquirió él que seguía grabando.

Azul no daba crédito a lo que estaba viendo y en su cabeza, un mundo de preguntas se arremolinaban y se mezclaban con emociones.

—Suelta ya ese teléfono —ordenó.

Felipe sonrió y apagó la cámara, entonces ella se arrojó a sus brazos.

—¿Cómo sabías que este era el local de mis sueños? Pasaba por aquí hace años y lo miraba una y otra vez, me imaginaba todo tal cual lo estás haciendo, y en esa pared el grafiti principal —añadió y señaló la pared cubierta.

—¿En serio? Yo solo pasé y sentí que este era el sitio indicado, me habías dicho que querías que fuera en el centro…

—¿Solo así?

—Sí… Feli me dio un poder para comprarla, me dijo que era lo mínimo que podía hacer por ti…

—No necesitaba hacerlo —dijo ella emocionada.

—Sí, pero lo deseaba… Y yo también quise hacerte un regalo —dijo él con una sonrisa tímida—. Tú aún no lo sabes, pero cuando yo era más joven, dibujaba —susurró.

—¿En serio? —inquirió—. Sí, era mi pasión… Así que te quise hacer un grafiti para tu mural especial, si no te gusta lo podemos cambiar.

Felipe caminó hasta la pared y sacó la tela. Azul no pudo creer lo que vio allí. Eran dos figuras, una masculina y otra femenina, no tenían rostros, pero tenían alas, los dos volaban hacia arriba y atrás de ellos se leían palabras como amor, libertad, expresión, arte, baile, felicidad.

—¿Tú hiciste eso? ¿En serio? —inquirió ella.

—Cada mañana antes de ir al hogar venía a trabajar un poco… y algunas noches también —añadió.

—Son el águila y el halcón de la leyenda del amor eterno convertidos en personas…




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