Quiero Conocerte Cero-Nueve

CAPÍTULO III: NÚMEROS EN MI CABEZA

 

La chica se fue hace algunas horas, pero su tatuaje está latente en mi mente como si el deseo desde el principio hubiera sido consternarme con un simple dibujo en una mujer que ni siquiera conocía con anterioridad, lo he dibujado en mi agenda como...

La chica se fue hace algunas horas, pero su tatuaje está latente en mi mente como si el deseo desde el principio hubiera sido consternarme con un simple dibujo en una mujer que ni siquiera conocía con anterioridad, lo he dibujado en mi agenda como si no tuviera otras cosas que por hacer y debo confesar qué es la cosa más extraña que me ha sucedido en los últimos meses; ni siquiera sé si esa entrevista fue un éxito o un total fracaso.

Sin duda realmente me hace falta tener un tiempo de relajación y ligar con alguna mujer de mi gusto, lo sucedido e irremediable de este día deja al descubierto que existen mujeres como ella que siempre están a la defensiva, de entrada he sentido que ha tenido algo contra mí y lo peor de ello es que desearía saber algo más de su particular tatuaje, lo sé es una completa locura pero es muy bella aunque no es mi tipo de alguna manera podría intentar algo que beneficie a ambos.

Parezco un loco y me siento como uno por pensar en algo que no tiene mucha importancia para mí ya que ni cercanos somos y cualquier propuesta de mi parte seguramente la rechazaría con esa voz firme y ojos expresivos casi desapareciéndome de la faz de la tierra; llamo a Helen para que me traiga otra taza de café bien cargado, necesito despabilarme con urgencia y dejar de pensar en algo que no tiene ningún caso ya conoceré alguna mujer con la que pueda pasar el tiempo sin complicaciones. Odio cuando mi parte curiosa despierta repentinamente de su inminente sueño y me hace estallar frenéticamente la mente pensando en algo sin sentido como eso.

Helen muy diligente trae con prontitud mi café dejándolo sobre mi escritorio y saliendo de vuelta, me lo bebo casi de un solo tajo, soy bueno bebiendo cosas calientes, lo termino y aparto la taza para continuar revisando mis documentos.

Ha sido una tarde larga y sin poder evitarlo me quedo pensando en aquel número dibujado en el cuello de esa mujer, muevo mi cuello intentando relajar mi tensión sin tanto éxito como querría. Salgo de la oficina un poco más temprano que siempre rompiendo mi rutina de jornadas largas, me despido de Helen y las personas que voy encontrando a mi paso. Al salir tomo un largo respiro sintiendo la brisa en mi rostro, camino hasta mi auto a pasos largos y firmes donde me espera Edward, mi chofer.

—Buenas noches señor —saluda y abre la puerta trasera del auto.

—Hola Edward, ¿qué tal tu día? —pregunto mientras me muevo para entrar.

—Estuvo bastante bien señor, espero que el suyo también.

Yo asiento levemente siendo consiente que mi día fue un total caos del que prefiero evitar hablar o mi cabeza estallará sin remedio. Subo al auto y él da la vuelta ágilmente para entrar en la cabina del conductor mientras mi cuerpo entra en un leve letargo en la parte trasera dejando a un lado mi morral ejecutivo con documentos importantes en su interior.

—¿Lo llevo a casa señor? —pregunta mirándome por el retrovisor.

Puede parecer absurda su pregunta, pero puedo cambiar de dirección en cualquier momento.

—Sí Edward, necesito dormir urgentemente.

—Como diga señor. —Asiente y arranca.

El camino se me hace largo a pesar de no serlo, el tráfico estuvo a nuestro favor pero tengo unos proyectos por aprobar y unos planos por realizar, lastimosamente mi cabeza en lo que menos está pensando ahora es en el trabajo que tengo que hacer el cual es bastante, aquella periodista no me ha dejado concentrar en nada más, tiene un carácter atroz pero los retos que te exigen son mucho más satisfactorios cuando se logran, inevitablemente la picardía está en mí y si puedo divertirme por un tiempo no tengo dudas de que lo haré así mis pensamientos sean de lo más contradictorios. Llegamos a casa, salgo del auto despidiéndome de Edward deseándole una buena noche liberándolo de su trabajo por este día. Entro y saludo a mi hermana que está en la cocina preparándose un sándwich con exceso de mayonesa como le gustan.

—Hola Hany. —Sonrío acercándome a ella y dándole un beso en la frente.

—Hola hermanito, ¿cómo estuvo tu día? —saluda animada.

—Bastante interesante, ¿el tuyo?

—Bien, aunque cada vez se pone más difícil la universidad. —Hace una mueca de desagrado.

—Es cuestión que te dediques a estudiar y no solo a conocer chicos —bromeo.

Ella hace un puchero y continúa en lo suyo ignorando mis palabras finales. Vivo con ella alrededor de un año, mis padres viven en la casa familiar a unos cuantos kilómetros de aquí. Ella quiso quedarse conmigo y no me opuse en absoluto, tenemos muy buena relación, es mi hermanita la cuido, pero soy más liberal que mis padres, al menos no estoy vigilando todo lo que hace las veinticuatro horas del día además mi trabajo no me lo permite tampoco.

Subo a mi habitación dejando mi morral sobre mi escritorio y me tumbo con fuerza en la cama, aflojo el nudo de mi corbata y me quedo viendo el techo, esto es demasiado para mí puede convertirse en un gran enemigo, es como si no viera chicas bellas a diario paseándose por mi oficina. Debo aceptar que fui muy indiscreto y poco disimulado al ver sus piernas, ha sido mi error pero como evitarlo si se veían tan bien bajo ese vestido no imagino como han de verse sin nada que las cubra; es bastante lista y no negaré que por alguna extraña razón que no conozco me ha gustado mucho su tatuaje.




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