Quiero Conocerte Cero-Nueve

CAPÍTULO IV: ¿QUÉ HAGO?

 

Entro a mi oficina y me siento con brusquedad recostando mi cabeza en el espaldar de mi silla, llevo ambas manos a mi rostro, estoy teniendo muchos problemas para concentrarme y la reunión es en una hora

Entro a mi oficina y me siento con brusquedad recostando mi cabeza en el espaldar de mi silla, llevo ambas manos a mi rostro, estoy teniendo muchos problemas para concentrarme y la reunión es en una hora. Enciendo el computador para revisar la información a detalle y evitar que se me escape algo, tengo la seguridad de que este proyecto es un muy buen negocio así que analizo absolutamente todo. Después de algunos minutos cuando me estoy logrando concentrar un poco escucho mi celular sonar, lo tomo sin detenerme a mirar quién llama y contesto sin quitar la vista de la pantalla, asumiendo erróneamente que debe ser algo referente al trabajo.

—¡Sí!

—¿Siempre contestas de esa manera?

Escucho una voz bastante familiar pero me niego a creer que pueda ser esa persona e inevitablemente mi cuerpo se tensiona, trago saliva y dejo de ver la pantalla a mi frente.

—¿Quién habla? —pregunto esperando que no sea ella.

—¿Ya me has olvidado?

—Colgaré, no estoy para perder mi tiempo.

—¡Espera!, soy yo, Rosalie.

Respiro profundamente buscando disminuir el enojo naciente, la tensión de mi cuerpo y trato de ser cordial con ella a pesar de no merecerlo.

—Hola Rosalie, ¿cómo conseguiste mi número? —digo con gran esfuerzo.

Ya sabes, algunas conexiones muy efectivas. —Se ríe del otro lado de la línea.

¿Qué necesitas?

—A ti —suspira—. He estado extrañándote mucho —dice con un tono tierno.

—No tienes razones para extrañarme. —Me recuesto en el espaldar de mi silla nuevamente, esta vez sintiéndome mucho peor.

—Claro que si las tengo; tengo demasiadas cariño.

—Bien sabes que no, tú y yo no tenemos nada en absoluto así que no me digas cariño por favor.

—Pero sabes que podemos arreglar eso, ¿verdad?, quiero verte.

—Estoy ocupado —digo rápidamente.

—No aceptaré un no por respuesta, estaré en tu oficina como a eso de las seis, quiero tomarme un trago contigo como en los viejos tiempos.

—Entiéndelo, estoy realmente ocupado, lo siento por no poder salir contigo. —Suspiro intentando controlarme.

Esta mujer comprende a la perfección lo que digo pero nunca acepta un no por respuesta, este lío es lo que menos necesito ahora. No quiero verla, ya han pasado 3 años desde la última vez y en está ocasión recordar no es vivir, más bien recordar es abrir la herida, descoserme.

—No me esquives de esa manera, no te comeré aunque tengo deseos de hacerlo —pronuncia con descaro.

—Colgaré, tengo cosas importantes que hacer.

—Estaré allá, así que espérame no puedes escaparte de mí, te mando un beso.

Cuelgo el teléfono con un sabor amargo en la boca y lo dejo en el escritorio con frustración, golpeo con fuerza la mesa, estás cosas no deberían estar pasando justo ahora cuando necesito tener mi cabeza enfocada en una sola cosa que no sean las mujeres, por un lado una absurda situación con Julieth en la que me enredé solo, y por el otro Rosalie que ni siquiera descripción puedo darle. Lo peor es que ella vuelva a aparecer, es insistente, sabe bien como doblegarme; es mi karma y sé que un poco de diversión no me vendría mal pero es la menos indicada para eso.

Mi extraño interés en su tatuaje es innegable pero también me interesa esa mujer, nunca me había pasado algo como esto de hecho es la primera vez, sinceramente me desconozco del todo y ahora solo debo concentrarme y prepararme para la reunión que me sumará unos cuantos millones de dólares a mi empresa y por ende a mis socios también.

*****

Julieth

—Jefa aquí está la entrevista editada como me lo pidió, está lista.

Ella me observa de arriba abajo.

—¿Qué pasó con tu vestimenta? —pregunta desconcertada.

Me miro pero no veo nada de malo o raro, es la misma de siempre, jeans, camisetas y chaquetas de cuero generalmente, de vez en cuando uso faldas pero con medias malla, nada de tacones solo zapatos cómodos que para mí son mis tenis o todo lo que sea zapato plano, no hay nada malo conmigo siempre he vestido de la misma manera y ella nunca había dicho nada, ya llevo trabajando aquí un año y es la primera vez que se está quejando de mi ropa. ¡Bah!

—Estoy vestida igual que siempre —contesto inocente.

—Por eso lo digo, los vestidos te sientan bien. —Vuelve su mirada al computador.

—No son mis favoritos —digo titubeando.

—Te daré un consejo sin que me lo pidas, deberías vestirte un poco más formal, eres una periodista que representa a Hola Nueva York.

—Agradezco su consejo jefa, de verdad —tomo un poco de aire para continuar—, pero mi especialidad es escribir artículos, no es necesario que la gente deba saber cómo me visto, no salgo en la televisión ni nada por el estilo, solo escribo, necesito que reconozcan lo que queda plasmado en el papel o internet sin necesidad de cambiar mi estilo además...

—Ok, ya te entendí Julieth ya puedes detenerte, déjame la entrevista y vuelve a trabajar —interrumpe molesta.

—Si jefa.

Dejo la grabadora junto con un cd sobre su escritorio y salgo con rapidez de la cueva del lobo.

Ella sobrepasa los límites, no necesito consejos de ese tipo, me gusta mi ropa de esta forma me aceptaron, además así soy es mi personalidad todo hace conjunto; me acomodo en mi cubículo, muevo mi cuello y refriego un poco mis ojos, me siento muy cansada, enciendo mi computador e inicio con mi siguiente artículo. Cuando la inspiración está llegando a mi cabeza y mis ideas están listas para escribirse siempre algo tiene que pasar; unas manos me jalan hacia el espaldar de mi silla dándome el susto de la vida hasta que veo quien es el chistoso, Jay se ríe a carcajadas por ver mi expresión, odio que me asusten así que me levanto y me voy encima de él propinándole unos buenos puñetazos.




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