Me dejé guiar por los pasos lentos de Emma, quien iba intentando no colocar todo su peso en su pierna lastimada.
Se detuvo en un lugar apartado del resto, frente a dos lapidas de mármol blanco increíble pulcro, en una de ellas decía…
“Aquí yace Malcom Pettierco, un gran hombre, ejemplar padre y esposo.
1950-2010”
Estaba increíblemente cuidada, con arreglos florales de todo tipo, no muy lejos de esta Emma se arrodillo frente a una lápida igual, pero con diferente grabado en ella.
“ Bruno Pettierco
5 años, 3 semanas y 1 día plena y felizmente vividos”
Me asombré muchísimo por aquella escritura, no entendía nada de lo que sucedía en ese momento. La confusión y la angustia se instaló en mí.
Al ver mi desasosiego Emma aclaro su garganta, para permitirse hablar entre lágrimas.
-Bruno era increíblemente maduro para muchas cosas, pero era un niño pequeño en muchas otras…
…Cuando éramos pequeños escucho una rara historia, donde un hombre, “un buscador”, se dirigió a una alejada ciudad, después de caminar mucho por unos días, encontró una colina que llamó mucho su atención, se encontraba rodeada por una pequeña valla de madera, entró a un hermoso lugar con piedras esparcidas entre los árboles como al azar, cuando comenzó a recorrer con la mirada aquel sitio, descubrió sobre una de las piedras, una inscripción, donde decía un nombre y unos pocos años con meses y días vividos.
…Era una lápida y sintió pena por que un niño de tan corta edad hubiese sido enterrado en aquel lugar, al mirar a la siguiente piedra, se dio cuenta que también tenía una inscripción similar, se encontraba en un cementerio, pero lo que más lo horrorizó, era el comprobar, que quien mayor tiempo vivió fueron unos 11 años.
…El cuidador del cementerio se acercó al verlo llorar, el buscador le preguntó que maldición había en aquel pueblo que había sido obligado a construir un cementerio de niños, el anciano con una sonrisa le explicó, que no existía tal maldición…sino que era una costumbre, al cumplir 15 años se le regalaban a los jóvenes una libreta, en la que se anotaba cuando uno disfrutaba verdaderamente de algo, a la izquierda que fue lo disfrutado a la derecha cuanto tiempo duro.
…Así iban anotando en la libreta cada momento, cada gozo, cada sentimiento de plenitud, cuando alguien fallecía, era una costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para luego escribirlo sobre su tumba.
Para ellos ése era, el único y verdadero tiempo vivido.
…Esa historia lo había fascinado. Cuando cumplió 15 años, le regalé una pequeña libreta, él se había emocionado tanto, que me pidió que al morir hiciera lo mismo que aquellos aldeanos. En ese momento me pareció algo tan lejano, de verdad nunca pensé en tener que hacerlo, siendo sincera me había olvidado con el correr de los años de aquella niñería.
…Pero el día de su muerte, al acostarme en su cama llorando, tratando de sentirlo aún cerca de mí, debajo de su almohada, encontré, algo desgastada, aquella libreta de tiempo atrás, me sorprendí al ver que tenía un montón de páginas escritas con su puño y letra, leí cada pequeño detalle en ella, en la contratapa había un bello mensaje dirigido a mí.
“Pequeña espero que al momento en que tengas que sumar mis años de vida, tengas que utilizar una calculadora, no es porque dude de tu inteligencia, sino porque tenga tantos momentos de gozo que te sean difícil de sumar sin una.”
…Luché con uñas y dientes para que me permitieran realizar aquella inscripción en su lapida, mi madre se horrorizo tanto al saber lo que pretendía que me prohibió rotundamente hacerlo.
…Pero eran sus deseos, no iba a permitir que su voluntad no se llevara a cabo. Logre hacerlo, aunque me gané el odio de Marta de por vida.
…Aún conservo su libreta, me gustaría un día poder mostrártela, quizás creas que es algo tonto, pero cuando él se fue, me permitió sentirlo cerca de mí.
Sin darme cuenta me había arrodillado a su lado, una lagrima caía por mi rostro, pero no me importó que me viera débil o vulnerable, ella se había abierto a mi de una manera especial, la envolví en mis brazos y le permití llorar en mi pecho a sus anchas, nada me importaba más que ella lograra desahogar ese dolor que llevaba dentro.
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Editado: 12.03.2020