Quiero Creerte

LA CALMA QUE AVECINA LA TORMENTA...

Al llegar la noche los problemas comenzaron desde muy temprano, la vestimenta para la gran fiesta anual era de gala, pero lo que me molestó de sobremanera fue saber que Emma había mandado a comprar un traje para mí.

Mientras miraba el atuendo de tres piezas que descansaba sobre la cama, me debatía entre recriminarle sobre aquel gesto, o dejarlo pasar.

Esto me hacía sentir aún peor, aunque técnicamente mi sueldo viene de su bolsillo, era muy distinto que ella derrochara su dinero en mí de esta manera. 

Salí a correr antes de ducharme para la odiosa fiesta, sin darme cuenta me había alejado bastante del edificio, necesitaba sacar la adrenalina acumulada antes de ir y hacer el ridículo en aquel lugar lleno de hipócritas.

No quería arruinar el bonito día que habíamos compartido juntos, pero debía de hablar seriamente con ella sobre el tema, le devolvería el dinero del traje, los zapatos y esa estúpida corbata y no aceptaría un no por respuesta, era como si mi orgullo de hombre se sintiera pisoteado, era algo machista quizás aquel pensamiento, pero quería ser yo quien tuviera lindos detalles y la llenara de regalos.

Me detuve frente a la vidriera de una joyería, me quedé sin aire…no porque llevara una hora corriendo sin parar, sino por los precios exorbitantes de pequeñas piezas que podían perfectamente cubrir el año entero de la renta de mi casa.

No sabía que era lo que estaba haciendo, Emma era dueña de una cadena de joyería, he sido testigo de la cantidad de alhajas que posee, aunque pude notar que no le gusta usarlas en demasía ni de manera extravagante.

El pensar que no había nada que yo pudiese ofrecerle que ella ya no tuviese, me provocó una extraña sensación de malestar.

Sin darme cuenta me encontré caminando hacia la entrada del local.

Una amable joven se acercó a mí, mientras recorría con la mirada el escaparate donde se encontraban exhibidas una variedad de joyas muy delicadas.

-Disculpé, ¿puedo ayudarlo en algo?

Una idea se había adueñado de mi mente, no perdía nada con preguntar si ahí podían tener algo parecido a lo que me imaginaba.

Le consulté a la dependiente sobre lo que estaba buscando, en el momento que recordó que podían tener algo parecido a lo que le describí, su rostro se iluminó con una gran sonrisa.

-Creo que tenemos lo que busca.

Después de dar el visto bueno a aquella delicada pero única pulsera, pagué una cantidad cuantiosa de dinero por la misma, pero nada podía importarme menos en este momento, salí del lugar feliz por mi hallazgo, solo rogaba para que Emma no tuviera nada similar a lo que había logrado conseguir.

Ya dentro del apartamento la encontré saliendo del baño con una pequeña bata de seda muy provocativa, a decir verdad, me parecía sexy con cualquier cosa que llevara puesta, más incluso sin nada que cubriera su hermosa piel.

Me recibió con una sonrisa mientras me perdía en sus labios, me separé de ella al recordar que venía de realizar ejercicio y me encontraba sudado, escondí la bolsa detrás de mí para pasar corriendo al dormitorio con la excusa de bañarme, puse la caja de terciopelo en el bolsillo de la chaqueta de aquel costoso traje y me dispuse a darme un buen baño.

Al vestirme con aquellas elegantes y delicadas piezas no dejaba de sentirme desubicado y tremendamente incomodo, no quería imaginar lo tortuoso que sería sobrevivir a esta noche.

Terminé de arreglarme y salí en busca de mi ardiente novia, quien me esperaba ya lista en la sala.

Me quedé con la boca abierta al verla tan elegante, estaba increíblemente sensual sin llegar a ser vulgar, con un vestido negro de coctel, largo hasta los pies, con una abertura que dejaba ver su pierna y unos tacones rojos que hacías volar mi imaginación hacia terreno peligroso, llevaba su pelo suelto, caía en bucles perfectamente formados, una gargantilla de lo que podía asegurar era plata hacia resaltar el bello escote en V de su vestido.

Sin duda alguna era lo más hermoso que había visto en mi jodida existencia, cuando nuestras miradas se encontraron, pude notar como ella había recorrido mi imagen, de la misma forma en la que yo lo hice con ella.

Me acerqué a su cuerpo, me alegré al ver que sus muñecas estaban completamente libres, saqué con nerviosismo la caja negra que guardaba en el traje y ante su atenta y profunda mirada la abrí.

Sus ojos brillaron con mil emisiones y sin poder evitarlo gritó producto de la alegría y la sorpresa.

-¡Es verdaderamente hermoso!

Terminó tirándose en mis brazos mientras besaba mi rostro efusivamente.

-¿De verdad te ha gustado?

Pregunté tratando de ocultar mi inseguridad.

-Claro que sí, más de lo que puedas imaginarte.

Me tendió su mano, en señal de que le colocara la pulsera de plata, que combinaba a la perfección con su atuendo, el delicado dije en forma de cereza colgaba de ella sutilmente dándole ese toque único con un significado especial para ambos.

-Es perfecto, te amo…

Dijo mientras observaba la pieza con adoración.




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