Faltaban cinco minutos para las cuatro de la tarde y David esperaba con ansias, sentado en su escritorio, la llegada de su primo Dylan. Sus nerviosos e impaciencia se comenzaron a notar cuando ya eran las cuatro y nadie cruzaba el umbral de la puerta. Sus piernas temblaban y sus manos se entrelazaban una y otra vez en un movimiento repetitivo y difícilmente controlado. Miró el reloj nuevamente y ya habían pasado tres minutos.
Tomó rápidamente sus audífonos y colocándose su capucha agachó la cabeza en actitud reflexiva. Al cabo de unos segundos unos pasos se acercaron a la entrada tocando suavemente. David levantó la mirada y allí estaba Dylan sonriente recostado en el umbral de la puerta.
-¡Llegas tarde!-gritó David respirando entrecortado.
-¿Qué pasará el día que no llegué? ¿Harás una rabieta? -preguntó Dylan sonriendo.
-¡Basta!- añadió David colocando sus manos en los oídos.
-No siempre estaré aquí. La rutina puede romperse en cualquier momento. Sabes que las personas pueden ser impredecibles y debes prepararte para ello.
David gruñó. Respiró hondo y se incorporó nuevamente a la conversación olvidando lo sucedido. Sacó la capucha de su cabeza y los audífonos de sus oídos y se dirigió a Dylan, obviamente evitando el contacto social.
-Tengo preguntas.- dijo levantándose.
Inició su caminata característica cuando algo le inquieta, desplazándose de un lado al otro siempre en el mismo lugar. Sentía un leve presión en el pecho, algo había sucedido y no comprendía bien cómo responder a esos estímulos.
-¿En serio? - preguntó asombrado Dylan sacando la cabeza hacia el pasillo. -¡Tía! ¡Tía! ¡David tiene preguntas!- gritó eufórico riendo a carcajadas.
-¡Basta! -gruñó David sin dejar de moverse.
Los gritos de Dylan se escucharon por todos los rincones de la casa, distrayendo a sus habitantes del silencio cotidiano en el que solían estar envueltos. Al cabo de unos segundos, Susan estaba en la entrada mirándolos con grandes ojos de sorpresa, algo agitada. Se había pegado un pique de carrera desde la cocina hasta la habitación de David, que este hiciera preguntas era algo tan extraordinario que no dudó en acercarse a toda velocidad.
-¿Qué clase de preguntas tienes, amor? Puedes hablar conmigo si son de ese "tipo".- dijo, confundida y preocupada a la vez.
-¿De ese tipo? ¿Cuáles son las preguntas de ese tipo? -añadió David sin dejar de deambular.
-Las de sexo. - respondió Dylan directamente, riendo a carcajadas por la incómoda situación.
-¡No!-añadió David. -No son de sexo. Eso ya lo sé. Lo estudiamos en clase de biología.- completó tranquilamente.
Susan lanzó un suspiro de alivio. Ciertamente era un tema algo incómodo para los adultos, por lo que la actitud de Susan era perfectamente comprensible, para todos excepto para David. Susan bajó la mirada, tocándose las manos, algo nerviosa.
-Mamá ¿Por qué preguntas si te incómoda? -dijo David viendo a su madre con esa extraña actitud.
-¿Cómo te diste cuenta que me incomodé? -preguntó Susan asombrada.
-Lo estudie en internet. Los gestos y movimientos corporales que se presentan en las personas cuando sienten nerviosismo, emoción, alegría y otras cosas que llaman sentimientos.
-Has indagado bastante en Internet.- respondió Susan.
-Así es. Internet es una fuente de variada información, mucha de esta errónea pero hay que ser bastante tonto como para no darse cuenta de cuál es la información falsa.
Susan estaba perpleja, por primera vez en mucho tiempo, David establecía una conversación, aunque era más bien un monólogo, estaba planteando ideas a otros. Lo miraba con amor cuando este la sacó de sus pensamientos.
-¿Por qué sigues aquí? A esta hora estas sentada en el sillón mirando teleseries turcas. Que por cierto no tienen nada de sentido con muchas incoherencias en la trama.
-Sí, sí. Mejor me voy, los dejo solos. Ah. No esta demás decir que si me necesitan estaré en el sofá.
-No te necesitaremos, madre. -respondió David.
Susan dejó la habitación y se encaminó hacia la rutina que habían creado para evitar la descompensación de David. Mientras que Dylan sentado en la silla del escritorio jugaba a dar vueltas en esta.
-No debiste hablarle así. -dice refiriéndose a la forma en que David indicó que no necesitaría a su madre.
-¿Cómo? ¿Hablar?- preguntó este no comprendiendo a que se refería.
-Podías haberle dicho que "Sí, madre, gracias".
-Pero si no la necesitaremos. Para qué mentir.
-No es una mentira. Es hablarle con consideración.
-¿Hablar con consideración? No comprendo.
-Lo sé. No sé por qué pierdo mi tiempo. En fin ¿Qué sucede que estas tan bueno para “batir la lengua”?
David repitió esas palabras en su mente; “batir la lengua”. Caminó hacia el espejo, abrió grande la boca y comenzó a mover la lengua de un lado al otro, buscando encontrarle una explicación coherente a dicha frase.
-¿Qué haces?-preguntó Dylan.
-No entendí eso de batir la lengua. Solo puedo moverla, pero ¿cómo es eso de batir? ¿Hablas de una batidora?
Dylan se echó a reír. Las lágrimas brotaban por sus ojos mientras se retorcía de la risa, luego de unos instantes, intento calmar sus impulsos y explicó lo sucedido.
-¡Dios! ¡Que tenga que explicarte todo!- dijo suspirando.- Eso es lenguaje figurado. Lo vimos en clases de lenguaje.
-Sí. Recuerdo el lenguaje figurado de Dios, pero no hablaron de batir la lengua.
Dylan recordó cuando David le mencionó el lenguaje figurado de Dios, riendo nuevamente. En cierta ocasión, en clases de lenguaje, la profesora explicaba el lenguaje figurado e intentando facilitar la comprensión uso una frase tan típica en nuestro vocabulario que creyó que sería suficiente para explicar dicho recurso literario. “Al que madruga Dios le ayuda”. Jamás imaginó que David respondería a aquello con un simple “No todos creen en Dios” causando la risa espontanea de todos los que allí estaban presentes, incluyendo a Dylan.
-Hay muchas expresiones de lenguaje figurado, no solo las que viste en Lenguaje. Puedes buscarla en Internet. Pero el batir la lengua es hablar mucho.
-¿Hablar mucho? No entiendo la relación.
-Cuando hablas mucho tu lengua se mueve bastante. La acción de batir es mover algo a una velocidad considerable. Entonces batir la lengua es mover mucho la lengua cuando hablas.
-No moví la lengua tan rápido.
-Sí, lo sé. Pasemos al siguiente tema.-añadió Dylan suspirando ofuscado.
-Espera. Quiero comprobar eso de batir la lengua. –dijo David, saliendo de la habitación hacia la cocina.
Dylan sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y levantándose rápidamente corrió tras él, esperando que no se le ocurra meter la lengua en la batidora. Al llegar, todo agitado, vio a David frente a su madre hablando sin parar. Entre su verborrea entregaba información sobre las teleseries turcas, las tramas y características propias de la cultura que Susan no tenía ni idea. Asombrada solo lo escuchaba atenta. Cuando David ya hubo terminado de hablar le preguntó a su madre.
-¿Me viste batir la lengua?
Susan abrió unos grandes ojos, intentando aguantar la risa que subía desde su estómago a su garganta. Dylan se acercó a ellos, mencionando que intentaba comprender el lenguaje figurado.
-Sí. Lo vi. -respondió Susan mirando de manera cómplice a Dylan.
David quedó satisfecho y volvió a su habitación.
-¡Vaya! Sí que sabía de novelas turcas.- dijo Susan soltando la risa que se había aguantado.