Quiero existir

III. Quiero salir de este encierro. (Parte 2)

Dylan se encontraba tranquilo. Tener que explicarle a David las cuestiones existenciales lo agotaban. Sin embargo, disfrutaba estar con él y ser parte de ese mundo incomprensible en el que habitaba. Sentado junto al escritorio de David, observaba perplejo.  
-¿Qué esta pasando con él?- se preguntaba. 
Desde allí le parecía distinto. Frente a cada pregunta o conversación, solo respondía con un sí y un no, evitando detenerse en trivialidades, pero ahora mostraba interés por algo y le costaba imaginar a qué se debía.  
-Tengo preguntas.- dijo nuevamente David, distrayendo a Dylan, que se encontraba completamente sumergido en sus propios pensamientos.  
-Lo sé, pero no has hecho ninguna y yo sigo esperando. -respondió algo confundido.  
-Sí. ¿Cómo hago para agradarle a alguien? Busqué en Internet y me aparece la sincronización, el lenguaje corporal, el contacto visual y reírse. ¿Reírse? 
-¡Wow! ¿Quieres agradarle a alguien? 
-Mi pregunta es cómo agradarle a alguien, y sí, quiero agradarle a alguien.  
-Mi consejo es que seas tu mismo.  
-¿Ser yo mismo? Pero ya soy yo mismo, ¿cómo sé si le agrado?  
-Depende de las señales. Por ejemplo a mí me agradas. Nos tenemos confianza, hablamos, nos reímos, y muchas cosas más. 
-Para iniciar yo no te tengo confianza, el que habla eres tú, yo solo te escucho. Bueno hasta ahora, pero solo es porque necesito obtener un beneficio de ti. ¿Y reírnos? Eso lo haces tu cada vez que yo hablo. Aún no entiendo por qué, pero no me interesa.  
Dylan rió a carcajadas. Era como si cada palabra que salía de la boca de David le causara risa. Comprendía que esa forma tan particular de hablar y lo directo que solía ser, solo eran una forma característica de su personalidad y aunque parezca extraño, aquello provocaba mas de una sonrisa en quien lo escuchara. Parecía ser sarcástico, pero en realidad no lo era y te lanzaba los dardos directamente al pecho.  
-Exacto. Por eso me agradas. -respondió Dylan ante la mirada confundida de David. -A todo esto, ahora que estas hablando más, noto un acento mexicano, colombiano, venezolano en tu hablamiento.  
-No hay tal acento. Solo me limito a decir las palabras correctamente, con una adecuada pronunciación, según los parámetros de acentuación de la Real Academia Española. Y no se dice hablamiento, esa palabra ni siquiera existe.  
-¿En serio? ¿Hablamiento no existe? Yo la vi en internet con definición y todo. 
-Es una de las tantas informaciones falsas de la internet. Esto me deja algo en claro. Eres bastante tonto. Lo archivaré en mi disco duro.  
-Ok, ok. Bueno, ahora sé que tu afán de hablar es porque quieres agradarle a alguien. Cuéntame ¿De quién se trata? 
-De una chica.  
-¿Qué?- estalló Dylan efusivamente en un grito que se escuchó en todos los rincones de la casa. David automáticamente puso sus manos en sus oídos tapándolos, mientras se encorvaba moviéndose de un lado al otro.  
El grito alertó a Susan que corrió desesperada hacia la habitación del muchacho, dejando de lado la maratón de novelas turcas que disfrutaba cada día.  
-Lo siento, tía. Me emocioné. - añadió Dylan al ver a Susan agitada en la entrada de la puerta.  
-Dylan. Recuerda lo que provoca en David los gritos. -responde Susan mirándolo con algo de recelo.  
Susan camina hacia David intentando calmarlo. -Tranquilo. Respira hondo. -dice realizando el mismo ejercicio que ha venido haciendo desde que David recuerda.  
-Madre. Estoy bien. ¿Puedes irte?-responde David.  
Susan lo mira fijamente, asiente levemente con un suave movimiento de cabeza y se aleja comprendiendo que su hijo ya es un adolescente. 
-¿Puedes no volver a gritar? -pregunta David, girándose hacia Dylan.   
-Lo lamento, amigo. Pero es que me emocioné. Quieres agradarle a una chica, ¡a una chica!- dice emocionado.  
-Sí. ¿Qué tiene de raro? ¿Soy raro por querer agradarle a una chica? Yo sé que soy raro, pero tú dijiste que tengo que ser yo mismo.  
-¿Te gusta esa chica? ¿Quién es? ¿La conozco? ¡Ay! ¡No lo puedo creer! ¡Nuestro bebé ha crecido! 
-Claro que me gusta, es una chica con todas sus proporciones adecuadas, no tiene defectos físicos y se ve relativamente normal. Quizás la simetría de su cara no es correcta, pero no existe nadie simétricamente perfecto. Me preguntas quién es y no sé quién es, no sé cómo se llama y no sé si la conoces. Yo la vi un día en la escuela… 
-Me dices que te gusta y solo la viste una vez. -añadió Dylan eufórico. 
-Sí. 
-Pero para que alguien te guste de verdad, tienes que conocerla. ¿Cómo sabes si realmente te gusta si jamás has hablado con ella? 
-Me gusta superficialmente. Me gusta lo que he visto. Ahora quiero saber que tengo que hacer para agradarle.  
-Entiendo. Lo primero que tenemos que hacer es acercarnos. 
-¿Por qué hablas en tercera persona plural? 
-¿Podrías limitar tu lenguaje? Hazlo más comprensible para gente normal y corriente. Por favor.  
-¿Por qué hablas ...? No encuentro como decirlo. Dijiste "acercarnos".  
-Sí.  
-¿Tú y yo? ¿Nos acercamos? 
-¡Ya, ya! Tú te acercarás, cuando dije "nos acercamos" me refería a que yo te ayudaré. 
-Lo anotaré. Primero acercarse. ¿Segundo? 
-Antes debemos pensar en cómo acercarse.  
-Eso no es complicado. Solo caminas hacia ella.  
-Solo así. ¿Has pensado en la cara que pondrá cuando te vea ahí de pie junto a ella? Eso sí que sería raro. ¿No crees?-dijo Dylan haciendo una mueca.- Creo que debes pensar en qué hacer para acercarte, cuál será el método y el objetivo.  
-¿A qué te refieres? 
-Vamos. Yo te ayudaré, podemos imaginar que necesitas ayuda para llegar a algún lado y se la pedirás a ella, o que necesitas hablar con alguien de su salón. Algo así.  
-Entiendo. Mentir con un propósito específico. No sé mentir.  
-Mentir es fácil, solo debes creerte la mentira. Es como actuar. Imagínate que en verdad debes llegar a un lugar y no sabes cómo, créetelo y te será más fácil. 
-¿Tu has hecho esto? 
-Claro. También me gusta una chica. Ya te hablé de ella. ¿Lo recuerdas? 
-La verdad, no. Hasta ahora no me interesaba lo que decías. Pero dime, quiero tener una experiencia de fracaso para organizar mi estrategia.  
-,Ja'. Por eso me gusta hablar contigo, no tomas la atención debida. Y mi experiencia no es un fracaso.  
-Entonces ¿Eres novio de la chica? 
-No. 
-Es un fracaso.-añadió David directo.  
-¡Auch!. Somos amigos, por algo se empieza. Bueno. Volveré a contarte de ella. -dijo Dylan suspirando.- Ellie es fantástica, es linda, cómo dices tú proporcionalmente perfecta. Tiene una sonrisa que ilumina todo a su alrededor, es alegre, amable, se preocupa por los demás y lo que más me gusta de ella es que no tiene miedo al ridículo.  
-Solo entendí algunas cosas de las que dijiste. Pero con eso me basta para hacerme una idea.  
-Me pasó muy parecido a ti, me gusta desde que la vi. Me acerqué a ella un día en la biblioteca. Ella buscaba un libro y yo simule buscar el mismo libro. -David lo miró con desprecio- Lo sé, era una mentira. Pero a mí se me dan mejor las mentiras. 
-¿Solo eso? 
-No. Después cada vez que la veía, la saludaba. Con una sonrisa y un movimiento de mi mano.  
-¿Por qué lo harías? 
-Porque quería que notará que yo estaba allí.  
-Ok.  
David anotaba todos los detalles en su pequeña libreta. El sabía que estas cosas debían darse de manera natural pero para él eso no sucedía así, algo le fallaba y solía sentirse agotado por querer encajar. Pero esta vez era diferente, en serio le gustaba esa chica, aunque no sabía explicar el porqué.  
El primer paso era "mentir", memorizó un diálogo en el que habían muchas opciones de respuesta por parte de ella y cada una tenía una rama diferente como un gran árbol.  
"Camino hacia ella y le pregunto por el salón de arte. Me dirá que está en aquella dirección y yo le responderé; gracias eres muy amable. ¿Puedes ayudarme a llegar? Y ella dirá; sí claro. Caminaremos juntos hasta el salón. En esa parte puedo contarle algo, alguna información innecesaria." Pensaba una y otra vez.  
Luego repasaba el siguiente supuesto. 
"Camino hacia ella y le pregunto por el salón de arte. Me dirá que no sabe dónde está. Yo le responderé: que lastima, me hubiese gustado que me acompañes hasta allá. Y ella dirá. Lo siento, pero podemos preguntarle a alguien más. Ella irá a preguntarle a alguien más y me dirá dónde queda. Y yo responderé; Gracias eres muy amable. ¿Puedes ayudarme a llegar? Y ella dirá sí claro. Y será lo mismo." Volvía a repetirse una y otra vez.  
En todos los supuestos, jamás pensó en recibir un no como respuesta o en el lugar en que se acercaría a ella. Sin embargo, estaba tan concentrado en acercarse y hablarle que todo lo planeado meticulosamente se hizo añicos en un abrir y cerrar de ojos.  
 




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