Los días para David transcurrían relativamente normales; asistir a la escuela, sentarse en su lugar habitual, aguantar las clases y a las persona, y volver a casa, pero era allí donde las cosas no eran tan normales como él hubiese deseado. Susan lloraba por los rincones, su padre estaba irritado todo el tiempo y Carlos pasaba encerrado en su habitación. Era como si ahora viviera solo, y aquello le hacía sentir, por primera vez en su vida, la tristeza de la ausencia. Intentando acostumbrarse a los cambios repentinos que vivía, llegaba a casa en silencio, se acomodaba en su habitación y solo esperaba hasta el día siguiente. A diferencia de lo que ocurría en su casa, la normalidad de la escuela le traía paz. Allí, nadie le dirigía la palabra y para él, aquello era algo que le tranquilizaba. Gracias a ello, poco a poco comenzó a dejar de colocarse la capucha sobre su cabeza y los audífonos sobre sus oídos, estos últimos, manteniéndolos en el cuello por si fuera necesario recurrir a ellos en algún momento.
Luego de pasado algún tiempo, entre incertidumbres y dudas, decidió al fin, llevar a cabo su objetivo, el primero de un plan que venía pensando desde hace mucho tiempo, de antes que cambiara todo a su alrededor, desde que vio a aquella chica ese día en la biblioteca. Lo primero programado era acercarse y hablarle. Tenía que pensar en alguna mentira, tal como le había dicho Dylan, una que le permitiera dirigirle la palabra y que de la misma manera ella le respondiera. Él estaba seguro que aquello que antes se había repetido una y otra vez, no le funcionaria en realidad, por lo que pensó en que la nueva forma debía ser de una manera más natural y espontánea.
Cada día transcurría de la misma forma, David pensando en cómo llegar a ella y ella observándolo llegar desde la distancia. Ellie, no perdía detalle de su andar, siempre temerosa del porqué lo hacía, a pesar de ello se había vuelto una costumbre y esperaba ansiosa verlo recorrer el mismo camino cada día. Con el paso de los días, se dio cuenta que su andar había cambiado, se veía más seguro de si mismo, con más confianza, evidenciándose en la postura, en la capucha y audífonos sobre sus hombros, dejando a la vista su cabello castaño alborotado y, sus hermosos y profundos ojos verdes. Obviamente nadie más que ella notaba su presencia pero parecía que David aún no se daba cuenta de ello. Evitó seguirlo. Ahora él estaba más expuesto y tenía mayor posibilidad de observar a su alrededor, por lo que ella, no quería que notara su presencia, evitando de esta forma que el muchacho pudiera establecer algún contacto con ella. En el fondo, tenía muchos motivos para evitarlo, pero el principal era que no comprendía bien que era lo sucedía, el porqué de su presencia en aquel lugar y mucho menos las intenciones que este tenía.
Por su parte David, se sentía mucho más tranquilo. No estaba tan ansioso como siempre había estado. Comenzó a notar que los ruidos que antes le provocaban fuertes crisis de angustia y pánico, ahora no le afectaban en los más mínimo, y que las personas que deambulaban a su alrededor parecieran no notar su presencia, por lo que sintió que era seguro mostrarse tal cual era. Sin los audífonos y capucha puesta, caminaba con las manos en los bolsillos sintiéndose fuerte y valiente. La frente en alto, la postura erguida y la mirada fija en el camino que se abría ante el cómo invitándolo a recorrerlo en una sensación que jamás antes había experimentado. Estaba complemente eufórico con las nuevas experiencias vividas cuando vio a aquella chica a la distancia.
Ellie se encontraba sentada en las escaleras del patio trasero. En sus manos sostenía un vaso de jugo que movía en forma circular revolviendo su contenido. Observaba, sin prestar la suficiente atención, a un grupo de compañeros que estaban jugando un partido de fútbol. Se encontraba sola, ya que Marie había ido a comprar algo al quiosco para compartir mientras disfrutaban del receso. Era bien sabido que comprar en el quiosco era como participar de una batalla donde el más fuerte sobrevivía y Marie, a pesar de su estatura, estaba más que capacitada para participar de aquella actividad a diferencia de Ellie, que siempre terminaba perdiendo el tiempo de descanso intentando llegar al mostrador y sin comprar nada.
Marie, como una ninja se introdujo entre la muchedumbre, aprovechando su condición de pequeña, hasta llegar al mostrador. Una vez allí, hizo uso de su encantadora voz llamando inmediatamente la atención del joven vendedor, quien rápidamente acudió a atenderla. La misión había sido exitosa y solo le tocaba esperar a que le hicieran entrega de sus productos cuando una voz la distrajo de su paciente espera.
-Eres Marie ¿cierto?- preguntó una voz familiar. Marie levantó la mirada encontrándose con unos bellos ojos verdes. -Hola, soy Dylan.
-Sí.-respondió algo nerviosa.-Sé quién eres.
-¿Tú acompañaste a Ellie ese día? ¿En mi salón?- preguntó Dylan intentado entablar una conversación.
-En realidad, ella me acompañó a mí.- indicó Marie corrigiendo los hechos ocurridos aquel día.
-¿Cómo?- añadió Dylan extrañado.- ¿Tú ibas a verme? ¿A mí?
-Sí. Quería darte mi apoyo. –respondió Marie. Luego de un silencio algo incómodo añadió: -Por... Ya sabes. Era un buen chico. Pero no alcance a decirte nada.
-Lo siento. No pensé que lo conocías y menos a mí.
-¿Eso creías? Tú eres bastante popular entre las chicas, es imposible no saber quién eres.-dijo sonriendo.- Aunque todas sabemos lo que sientes por Ellie.
Marie guardó silencio avergonzada. En cierta forma había expuesto a aquel muchacho ante todos los que estaban allí y aquello le había provocado apocamiento por su falta de tino. Miró a Dylan esperando la respuesta de él, pero notó que lo que había dicho no le había incomodado. Intentando desviar el tema añadió:
-Pero David, era de otro mundo, mucho más popular e inalcanzable.