Desde el bosque emergió una figura alta. Por las ropas que llevaba no podía estimar su nivel de musculatura. Lo que sí podía ver claramente era un rostro poco agraciado con una expresión que daba a entender que iba a deshacerse de quien se pusiera en su camino.
Ignacio se cuestionaba de dónde venía tanta determinación. ¿Tanto confiaba en sus compañeros? ¿Tenía una estrategia infalible? Lo cierto es que progresaba bastante rápido, pero sin llegar a correr o trotar. Lo hacía casi modelando, con una demostración de clase inesperada en un campo de batalla. Frente a ese comportamiento era prudente esperar que también fuera proficiente en cuestiones más peligrosas.
Cuando el enemigo salió del bosque la tensión llegó a su máximo. La actitud del sujeto no cambió a pesar de que estaba básicamente rodeado por otros dos compañeros de El Corazón y que Ignacio le cubría la espalda a Sebastián. El resto de enemigos tampoco se mostraban. En ese punto Ignacio ya no sabía qué esperar.
Interrumpiendo el predicamento de Ignacio el enemigo dio dos pasos largos hacia Sebastían y se colocó en rango de ataque. Sebastián reaccionó como pudo lanzando un puñetazo a la mandíbula de su contrincante, quien respondió interceptando con su propio puño, además con la elegancia que le caracterizaba. Como resultado del cruce el sonido de huesos rompiéndose se hizo presente.
Antes de que Ignacio entendiera bien la situación, Sebastián retrocedió abruptamente intentando cubrirse de posibles seguidillas de ataques del enemigo. Por su parte, este último tuvo que concentrarse en los ataques que recibía desde sus flancos por parte de los compañeros de Ignacio. Aprovechando la brecha creada entre Sebastián y el enemigo habían lanzado cuchillos a matar.
Corto de tiempo y con escasez de movimientos disponibles, lo esperable era que el enemigo retrocediera. En el momento en que lo hiciera Ignacio esperaba lanzar su ataque. No obstante, la persona a la que enfrentaban no dejó de avanzar nunca. Contorsionando su cuerpo de forma irreal logró evitar ser lastimado por los ataques procedentes de sus laterales.
Aprovechando su inercia y con otra muestra de gran habilidad lanzó una patada al rostro de Sebastián, golpeándolo de lleno. Al ver y escuchar tal golpe, Ignacio decidió abandonar cualquier esperanza de que su compañero se volviera a levantar esa noche.
La única esperanza que le quedaba se originó en el retroceso generado por la patada lanzada por el enemigo. Por un momento este último quedó suspendido en el aire y no había forma de que aterrizara de forma que pudiera pelear enseguida. Estando Ignacio más cerca que nadie de Sebastián y el enemigo, corrió para aprovechar la oportunidad.
En menos de un segundo Ignacio se puso frente al enemigo, quien había puesto ya un pie en el suelo pero sin conseguir equilibrio suficiente. Entonces Ignacio atacó con su cuchillo con la intención de apuñalar el pecho de su enemigo. Con esa intención imbuyó mucha fuerza en el arma blanca. La victoria era suya.
«¿Qué?»
Cuando debió sentir como atravesaba a su contrincante sintió una gran impacto recorrer su propio brazo. Su enemigo había puesto una de sus manos frente a su pecho intentando cubrirse. A pesar de ser solo una mano, el cuchillo apenas recorrió unos milímetros. Lo intentó mover en varias direcciones pero no cedió. El cuchillo se había quedado atascado.
Con la victoria en la palma de su mano, Ignacio no podía creer cómo se había revolucionado la situación. Tras el forcejeo había quedado expuesto mientras su enemigo se encontraba ya estable y dispuesto a contraatacar.
El terror se apoderó de Ignacio instantes después, cuando la mano libre de su oponente agarró su brazo y empezó a ser jalado. Sin poder reaccionar aún su mundo empezó a girar hasta sentir un impacto en su cabeza. Un momento después corroboró que estaba en el suelo, mirando un cielo oscuro con estrellas que empezaban a brillar.
Había sido completamente dominado. Su ambición iba a terminar mucho antes de lo esperado. Quería luchar contra ese final, por lo que forzó a su cuerpo a entregar todo de sí para levantarse velozmente. A pesar de todo, un puño metálico frente a su rostro fue lo último que vio antes de perder el conocimiento.
Franklin intentó salir ileso, pero después de todo había recibido varios golpes. Además, su prótesis necesitaba un mantenimiento urgente. Lo positivo era que los sospechosos habían caído al fin y él podía dedicarse a inmovilizarlos.
Entre todos los capturados, encontró el cuerpo de una mujer que se había enfriado velozmente. Su intención había sido no matar a nadie, pero en algunos casos tuvo que incrementar la fuerza empleada por el peligro que le podían suponer. En el caso de esa mujer, su disposición a liderar al grupo enemigo le provocó lo suficiente como para excederse por accidente en su agresividad.
Aun con ese desafortunado incidente, no podía quejarse del resultado. Desde el principio había sido una gran apuesta que podía haber terminado en absoluta desgracia. Si tenía que atribuir su éxito a un factor, tenía que ser por haber notado la falta de capacidad de combate de esa gente.
—Ya está.
Tras terminar de amarrar con lo que pudo a la última de las personas que había derrotado, Franklin se sintió satisfecho. No solo se había deshecho de los obstáculos que le impedían investigar el misterioso edificio, sino que también había logrado extraer valiosas pertenencias de sus oponentes.
Ignorando el peso en su mochila, Franklin procedió a entrar a la dichosa construcción. Lo primero que pensó una vez dentro fue que era demasiado normal. Si tenía que suponer cuál era su función, aseguraría que había sido la casa de una familia, pero con el tiempo se había deteriorado. Incluso diría que probablemente la guerra había influenciado en dicho desgaste. Además de eso era notorio que alguien había movido hasta el polvo con el fin de encontrar algo.