Quiero Morir (si puedes, sálvame)

24. Hallazgo Anecdótico

    Una horrible sensación de humedad y un olor metálico forzaron a Franklin a abrir sus ojos. Encima suyo había un cuerpo aún tibio con un cuchillo clavado perpendicularmente por su oído.

    De esa herida había brotado una importante cantidad de sangre que había impregnado la ropa de Franklin.

    Asqueado por las situación, se quitó el cadáver de encima y se levantó.La ligera brusquedad del movimiento propició un fuerte dolor de cabeza. Aunque tal vez tuviera algo que ver que casi muere ahorcado. Era un dolor tan intenso que de momento podía ignorar otras dolencias en su cuerpo.

    Eso sí, se dio un tiempo para mirar pausadamente su alrededor. No tardó mucho en encontrar con su vista a Samantha, sentada bajo la sombra de una casa, mirándolo sin emoción alguna. No tenía signos de haber sufrido herida importante alguna.

    —¿Cómo te encuentras?

    Nada más cruzar sus miradas, la chiquilla preguntó por el estado de Franklin. Nunca hubiera esperado tal comportamiento, por lo que tardó en responder.

    —Algo estropeado. ¿Qué tal tú?

    —Genial. ¿Me acompañas entonces? Tengo un lugar al que volver.

    —Espera, espera.

    Franklin le quiso frenar, pero la niña ya empezaba a moverse hacia el norte. Soportando un pequeño calvario, en un momento igualó el ritmo de Samantha.

    —Escúchame. ¿No te enseñaron que no puedes ignorar así a un herido?

    —Si no tienes problemas para caminar podemos conversar de camino.

    —¿De camino? ¿Al menos me dirás hacia dónde vamos?

    —No te lo puedo decir con exactitud. Pero el punto es reencontrarme con mis hermanos.

    Como parecía ser su costumbre, la chiquilla hablaba con cierto grado de ambigüedad. Aquello frustraba a Franklin pero la debía seguir cuestionando si quería obtener algo más de información.

    —¿Tu familia acostumbra a dejarte sola?

    —Claro que no. Me dijeron que tenían algo importante que hacer y luego me dejaron en un lugar seguro. Supongo que quisieron asegurarse de que no me pasara nada.

    —Y a pesar de aquello saliste y te expusiste al peligro. Y de alguna manera te salvaste...

    —Mis hermanos demoraron más de lo que me esperaba. No pude soportarlo. Al final tenía razón en salir.

    —Pero podía haber salido muy mal, si no tuvieras un truco bajo la manga.

    —Ciertamente. Tu tienes tus trucos, yo los míos.

    Definitivamente era un tema que no quería tocar. Por ahí Franklin no iba a poder obtener nada valioso.

    —¿Tus hermanos sabrían decirme la razón por la que pudiste escapar de aquel tipo?

    A Franklin no le importaba si sonaba desconsiderado, pues incluso si intentaba desviar su atención, el lenguaje corporal de la niña la delataría.

    —No tienen por qué.

    —Entonces, ¿no sabes tampoco qué tenían que hacer tus hermanos en esta ciudad?

    —Pues no... Seguro que tienen sus razones.

    —¿Suficientes para arriesgar sus vidas?

    —Bueno, no soy yo quien...

    —Quiero decir, ¿qué harías si sufrieran un daño irreversible? ¿Te quedarías sola, no?

    —¿¡Qué clase de pregunta es esa!? ¡Por supuesto que sí! Pero no puedo ser siempre una molestia...

    La voz de Samantha empezaba a temblar. Franklin se sentía frustrado por no poder avanzar más.

    —Al menos dime, ¿qué sucedió con quien te perseguía? ¿Podemos confiar en que no va a volver a atacarnos?

    —Mmm... No debería volver a levantarse por unas horas. Debería ser suficiente por ahora.

    No le había dado la información concreta sobre su hazaña, así que Franklin no podía discutir su optimismo. Tenía que asumir que iban a estar a salvo un buen rato. Mientras, su misión volvía a ser reunir a Samantha con su familia. Si por cualquier motivo no podía juntarlos, se quedaría con una molesta carga quién sabe cuánto tiempo.

    —Ojalá así sea. De todos modos, será mejor que aumentemos un poco el ritmo.

 

~~separador~~

 

    Sofía había recibido la peor noticia posible; su hermana no estaba donde debía. Al enterarse entró en pánico. No tenía forma de contactarla ni de saber con precisión dónde estaba. En definitiva, no tenía la más remota idea sobre qué hacer.

    Después de quedarse paralizada unos segundos, ante el reclamo de instrucciones por parte de su hermano le pidió a este que se quedara en el lugar por si Samantha de casualidad retornara.

    Fue difícil convencer a su hermano de esa estrategia, sobre todo porque recientemente habían hablado sobre las promesas que debían cumplir. Para no estancarse en la discusión acordaron establecer un plazo máximo de diez minutos tras el que Sofía debía regresar. Si volvía sin su hermana, se dividirían la tarea de búsqueda entre los dos.

    Por consiguiente, tenía mucha prisa.

    Pese a sus intenciones, su cuerpo no daba para tanto esfuerzo. La culpa principalmente la tenían sus pulmones, que estaban tan afectados que no la dejaron correr mucho más de cincuenta metros. A partir de allí, tuvo que reducir su ritmo drásticamente.

    «A este paso todo será en vano. Tengo que...»

    —¿Por qué luces tan cansada, crees que tienes tiempo para eso?

    Escuchó una peculiar voz hablarle. Sofía levantó la cabeza, que miraba al suelo por agotamiento, vio frente a ella a su hermana menor.

    Samantha estaba sobre la espalda de un hombre muy deslucido. Tenía varios golpes sobre su rostro, pero aun así Sofía pudo reconocerlo. Después de todo fue quien, días atrás, les había ayudado a sobrevivir cuando les habían asaltado en Ularydh. Por eso no dudó en acercarse al hombre para recibir en brazos a su hermanita.

    —Que bueno que estás a salvo. Pero, ¿qué haces aquí? ¿No prometiste esperarnos?




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