Quiero Morir (si puedes, sálvame)

26. Ofuscación Transigente

    Un solo disparo. Eso bastó para eliminar la amenaza que había emanado de lo que era solo una sospecha.

    La operación se llevó a cabo gracias al recién llegado Adolfo. Con eso el tema estaba resuelto, o al menos parcialmente.

    Los hermanos Alcívar fueron quienes le transmitieron al capitán, Lucio Abrego, las sospechas de Adolfo. Esto fue suficiente para ordenar seguirlo de lejos. Si tenía razón no tardaría en aparecer alguien con la intención de silenciarlo. Dicho y hecho, después de varias horas notó a Bernardo controlando los movimientos del muchacho de un solo brazo. No era evidencia definitiva, pero suficiente para redirigir la investigación del asunto hacia él.

    Lucio y su fiel aliado Isaac se limitaron a mirar pacientemente desde un edificio del otro lado de la calle cuando Bernardo agarró a la fuerza a Casey, poniendo en riesgo su vida. Inmediatamente, el capitán dio la orden para que Isaac disparara.

    Tenía miedo de que la condición del arma o la falta de práctica de su compañero resultaran fatales.

    Las cosas parecían destinadas a salir bien, pues Isaac lo hizo impecablemente y el fusil silenciado, que Ularyd había entregado a cambio de varios favores, estaba en excelentes condiciones.

    —Eso fue más desagradable de lo que pensé. ¿Qué piensa hacer con el cuerpo?

    —Si te da tanto asco tendré que encargarme yo.

    —Gracias por su comprensión. ¿Su siguiente orden?

    —Cubre mi espalda. Aún no sabemos nada de los aliados de Bernardo. También podrían venir a por ti, así que ten cuidado.

    —Está bien. Le avisaré cualquier eventualidad para que actúe según considere. Vaya tranquilo.

    —Tomo tu palabra.

    Enseguida, Lucio dio media vuelta y se dirigió a las escaleras por las que había subido a aquel quinto piso.

    —Sorpresa.

    En la oscuridad del fondo de la habitación, una figura cubierta de negro, apenas visible, emitió una sola palabra.

    El capitán por instinto gritó por ayuda.

    —¡Isaa...!

    La indeseada visita no demoró en atacar a Lucio, quien intentó esquivar para primero conseguir apoyo. Sin embargo, terminó siendo agarrado por el cuello e impedido de pronunciar otra sola sílaba más.

    Este violento acto fue seguido por un puñetazo en su rostro. Tal vez su oponente pensó que sería suficiente para hacerle perder el conocimiento, pero Lucio era un cabeza dura. Se necesitaba mucho más para tumbarlo.

    Mientras su atacante se daba cuenta del estado del capitán, un leve sonido se hizo eco en el cuarto. Era, sin duda, el característico ruido del rifle francotirador que portaba Isaac. Seguro no había tenido el tiempo necesario para girar y apuntar al enemigo.

    El misterio sobre el actuar de Isaac fue resuelto cuando entre Lucio y el enemigo apareció Reydhelt, como si la oscuridad se hubiera materializado.

~~separador~~

    —¿Viste eso?

    Había bastado con interrogar a un par de personas en el campamento para dar con el paradero de Reydhelt y Casey. Eventualmente se acercaron lo suficiente para verlos. Pero no estaban solos.

    En el suelo había un hombre. ¿Estaba vivo? No iban a saberlo sin acercarse más. No obstante, antes de que lo hiciera, vieron como Casey se acercó al odio de Reydhelt y este, desapareció.

    Adolfo quiso confirmar si Jaque había prestado atención al suceso.

    —No, ¿donde se metió Reydhelt?

    —Diablos, debiste verlo. Me parece que está allá dentro.

    Adolfo apuntó con el dedo índice de su mano a lo alto del edificio enfrente del otro lado de la calle de donde se encontraba Casey. Jaque no entendía cómo podría ser posible la teoría de Adolfo.

    —¿Qué estás diciendo, no lo viste allí abajo ahora mismo?

    —Si, por supuesto. Pero ese no es el punto. Lo mejor será que nos cuente los detalles la rubia esa.

    Adolfo corrió a toda marcha y sin avisar los casi cincuenta metros que le distanciaban de Casey. Jaque trató de seguirle el ritmo pero naturalmente llegó varios segundos después.

    —Fue un disparo de advertencia. Por eso Reydhelt fue a enterarse de lo que pasó.

    Cuando llegó Jaque, ya habían entrado de lleno a hablar de lo más relevante.

    —Dices eso, pero acaban de matar a un soldado.

    —Eso fue consecuencia del intento de agresión de Bernardo. No sabemos quién es el francotirador, y aunque su proceder fuera radical, parece estar de nuestra parte.

    —Se me hace muy extraño. ¿Sabes el motivo de la agresión?

    —No, pero esos detalles hay que dejarlos para luego. No vienen en el mejor momento, para ser honesta.

    —Después de insistir tanto, ¿ahora te molesta que vengamos? —Jaque empezó a participar en la conversación.

    —No, lo que digo es que puede ser muy peligroso. Reydhelt no está en su mejor condición. Aunque pensándolo me...

    Interrumpiendo la reflexión en voz alta de Casey, un ruido ensordecedor se apoderó de la escena.

    Todos se apresuraron en ver lo que sucedía. Como si lo estuvieran demoliendo, un pedazo del edificio donde se supone estaba Reydhelt cayó al suelo. Trozos de vidrio y hormigón provocaron que el grupillo que habían formado alrededor del cadáver se resguarde dentro del edificio que tenían más a mano.

    Pero eso no era todo. Había algo más grande. Algo que hizo a Jaque llevarse sus manos a la boca.

    «¡Reydhelt!»

    La altura de la que había caído era considerable. El daño tenía que ser fatal. Su aspecto lo demostraba. Había caído de espaldas al suelo. Su brazo izquierdo no aparecía por ningún lado. La mitad de su rostro, había... ¿desaparecido?

    —¿Está... muerto?

    —Jaque, escúchame. Te aseguro que está mejor de lo que piensas. Necesito que te tranquilices un poco.




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