Quiero Morir (si puedes, sálvame)

27. Ofuscación Bisoña

    El enfrentamiento entre Reydhelt y el desconocido enemigo era feroz. Estaba claro que los dos estaban dispuestos a matarse si era necesario.

   De hecho, Reydhelt no tenía alternativa. Ya que no tenían forma de atraparlo, la única forma de protegerse de él era asesinarlo.

    —¿Qué fue eso? ¿Cómo está él?

    —Reydhelt sigue aguantando. Seguramente espera una apertura.

    Jaque se había tranquilizado en buena medida. De vez en cuando preguntaba lo que sucedía y Casey respondía siempre de forma vaga. Quería contarle solo lo suficiente.

    Para Casey era imposible medir el desgaste al que había sido sometido Reydhelt. Ya había saltado dos veces, por lo menos. Además, en las últimas veinticuatro horas había estado ensayando sus poderes.

    El caso es que Reydhelt seguía cubriéndose cada vez más de bruma negra.A ese ritmo iba a ser muy difícil que no perdiera el control. Incluso con Jaque y ella presentes, el riesgo para todos era muy alto.

    Aun así, en ese caso podían intentar detenerlo. El peligro mayor era el horripilante ser que tenían enfrente. A él solo Reydhelt podía hacerle frente. Estaba cubierto totalmente de bruma negra. Tanto así que no sabían cómo lucía su rostro. Lo único que se mantenía intacto eran sus ropajes oscuros. Que su ropa no hubiese sido afectada era muestra del control superior que el enemigo tenía sobre la bruma negra.

    Por eso era poco sorprendente que el enemigo llevara la delantera sobre Reydhelt. Lo peor era que los puños que Reydhelt quería estrellar en el cuerpo del enemigo eran muy predecibles, dándole tiempo a hacerse intangible. En esas situaciones Reydhelt buscaba convertir su otro brazo en bruma negra para lograr un daño significativo. Sin embargo, su adversario se reconstruía rápidamente y con ello evitaba ser dañado significativamente.

    En otras ocasiones era Reydhelt quien tenía que evadir de esa manera, pero no siempre lo conseguía, pues era más impreciso al transformar su cuerpo y no sabía luchar. Era sin dudas una batalla de desgaste encaminada a ser ganada por el enemigo.

    —¡Casey!

    Un urgente llamado de una ronca voz provocó que Casey sintiera la urgencia de cuadrarse. Era el capitán, con sangre escapando por las comisuras de su boca y saliendo a rastras del edificio de donde Reydhelt cayó. Consigo llevaba un rifle semiautomático, aunque no parecía estar listo para disparar.

    El enemigo no iba a tolerar esa amenaza. Antes de que nadie más moviera un dedo, el enemigo apareció detrás del capitán, dispuesto a rematarlo.

    —Detente.

    Como era de esperarse, Reydhelt dio el salto. Apareció entre el enemigo y el capitán luciendo más deteriorado de lo que ya estaba.

    Sin mediar otra palabra, Reydhelt lanzó varios golpes de manera consecutiva. Quería darlo todo. Pero solo logró impactar a su oponente con el primer golpe. Tras el último de sus golpes fallidos una fuerte respuesta de su adversario lo envió violentamente por los aires. Su cuerpo terminó golpeando duramente el averiado edificio.

    «Aún no.»

    —Lo siento Jaque, las cosas no están saliendo como esperaba. Necesito que pongas más de tu parte.

    —¿Eh?

    Una percusión constante tapaba su voz, por lo que tuvo que repetirse más cerca del oído de Jaque. El ruido era causado por el capitán y su arma, que estaba siendo disparada a quemarropa con la intención de frenar al enemigo. Pero las balas simplemente le atravesaban.

    Eventualmente, su cartucho se vació por completo. El enemigo resumió su movimiento de inmediato.

    —Ahora, Jaque.

    —¡Reydhelt!

    Coincidió el fin de los disparos con el momento en que Casey terminó de explicarle a Jaque lo que quería de ella. Esta última dudó, pero aceptó y alzó su voz, que se extendió rápidamente por toda la calle. Fue con la potencia suficiente para que Reydhelt, en un instante, se interpusiera en el camino del enemigo. Esto lo llevó a recibir un nuevo golpe.

    Voló nuevamente su cuerpo, y fue recibido por otro edificio. Sin embargo, nunca hubo contacto. Antes de eso dicho cuerpo desapareció.

    El rastro de bruma negra evidenciaba que había saltado, pero no le decía donde. Para eso tenía que pensar en las opciones que tenía Reydhelt. Lo único que podía descartar era que huyera.

    —¡Fuego!

    La voz del capitán dominó una vez más el ambiente y fue respondida por muchos disparos. Eran más que la anterior vez. Calculaba Casey que ahora había tres distintas armas.

    «El capitán y ¿quién más?»

    De alguna manera, el capitán había recargado su arma y vuelto a atacar con ella. Eso dejaba la duda en las otras dos armas de fuego.

    «¡Ahí están!»

    En dirección al campamento, donde la calle interceptaba con otra, dos soldados habían llegado.

    Más al fondo podía ver más soldados formando un cerco para impedir el avance de cualquier curioso. Estaba bien pensado, pero la distancia sería muy poca en caso de que cualquiera de los monstruos perdiese el control.

    Si Casey hubiese estado a cargo, hubiera embarcado a todos en la salida de la ciudad. Pero nada podía hacer ya. Tenía que prestar atención a lo que sucedía frente a ella...

    —Da la señal. Por favor.

    Detrás de su nuca oyó una inconfundible voz. No le hizo falta verificar. Podía incluso notar que Reydhelt no había perdido tanta vitalidad como había supuesto.

    —¿Qué clase de señal? ¿Cuándo?

    Se encontró a sí misma gritando al plantear sus interrogantes a su amigo. Los disparos habían acabado.

    Pero Reydhelt no respondía a sus palabras, estaba claro que ya no lo volvería a hacer. Eso sí, no iba a hacer que perdiera de vista lo que pasaba frente a sus ojos. El enemigo se recuperó rápidamente y se abalanzó sobre los soldados que acababan de llegar.




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