Quiero Morir (si puedes, sálvame)

33. Aglomeración Ampulosa

    —Es increíble que solo pudiéramos llenar medio saco.

    —Esperemos que el resto haya tenido mejor suerte.

    Tras casi un cuarto de hora buscando entre los restos de lo que había sido una panadería hace poco, Jaque y Reydhelt dieron por concluida su tarea.

    Además de algunos panes con moho, solo encontraron frutos secos y fruta enlatada. Al menos la cantidad no era para despreciar. Podía ser un buen complemento alimenticio para lo que encontrara el resto en ese pueblo.

    Si había algo positivo por rescatar era la rapidez con la que iban a salir de ese lugar. Es verdad que ordenaron a todos darse prisa con el saqueo, pero seguro ellos eran de los primeros en terminar, por lo que tendrían tiempo adicional para estirar las piernas y descansar de hablar todo el rato con la misma gente.

   —Oye, ¿seguro que ya estás bien?

    Jaque insistía mucho sobre el estado físico de Reydhelt. Él podía comprender un poco su preocupación. Después de todo, ella había sido testigo del lamentable estado en el que había quedado su cuerpo.

    —Mucho mejor de lo que aparento. Te lo aseguro.

    Todavía no lo asimilo... Es que es muy extraño. Tendrías que haberte visto.

    —Mejor para mí que ese no fuera el caso.

    La verdad es que ver como su propio cuerpo se reconstruye luego de estar hecho pedazos le producía arcadas. Por eso su voluntad era la de apartar su mirada cuando su cuerpo empezaba a ser dañado.

    —Bueno, no me queda más remedio que creerte esta vez. ¿Me acompañas entonces a ver a mi hermana?

    Jaque aprovechó la respuesta tranquilizadora de Reydhelt para arrastrarlo hacia donde ella quería. Quizás a eso quería llegar desde un principio, pensó Reydhelt.

    «Quizás querías llegar a esto desde un principio», pensó Reydhelt.

    —¿Sabes siquiera donde está?

    —Tengo un par de ideas. ¿Quieres apostar si acierto?

    —No me vendría mal usar un poco más mis piernas. Debemos darnos prisa, en todo caso.

    —Esa es la actitud.

    Con una sonrisa, Jaque aplaudió la decisión de Reydhelt.

~~separador~~

    Tal como pretendieron, Reydhelt y Jaque recorrieron medio pueblo en muy poco tiempo. Reydhelt se limitó a seguir el ritmo de Jaque y esperarla fuera cada vez que ella buscaba dentro de algún edificio.

    Con su mirada fija hacia el interior de un inmueble, Reydhelt notaba a Jaque salir con un ritmo notorio. Cuando estaba a menos de cinco metros preguntó él cómo le había ido.

    —¿Y?

    —Tampoco está aquí. Ahora me debes dos.

    Con una sonrisa amarga Jaque le recordó el resultado de la apuesta. Reydhelt había apostado con base en sus sensaciones, ya que perder no le molestaba mucho.

    Lo que en cambio sí le molestaba era tener que seguir buscando. Para no retrasar más el asunto Reydhelt empezó a dar media vuelta.

    —Bueno, bueno. Solo no te pases.

    —Ya veremos. No te prometo nada.

    Reydhelt quiso mirar la expresión en el rostro de Jaque; Tenía que estar bromeando.

    —¿Y esa cara?

    Para la sorpresa de Reydhelt, el rostro de Jaque no mostraba ni una sonrisa bromista ni una cara seria que reafirmase lo que estaba diciendo. Se encontró con un rostro contrariado y expectante.

    —Mira, se acabó nuestra búsqueda.

    Reydhelt redireccionó su mirada bajo la indicación de Jaque. Su vista capturó del otro lado de la calle la imagen de un rostro muy parecido al de Jaque. La dueña de ese rostro no se había percatado de la presencia de ambos pues estaba conversando con alguien más, con alguien con aspecto claramente asimétrico, pues le faltaba un brazo.

    —Te pusiste tenso enseguida. ¿Tan mal te cae Adolfo?

    Reydhelt miró incrédulo a Jaque.

    —No es eso. Es que es muy molesto. Ahora mismo estará haciendo de las suyas.

    —¿Te refieres al hablar con mi hermana?

    —Sí, lo mejor será que interrumpamos eso.

    —¡Espera!

    Reydhelt decidió ir a averiguar qué tramaba Adolfo en ese momento. Sorprendentemente fue detenido por Jaque, quien lo agarró de su brazo y elevó su voz.

    —Deja que terminen de hablar. Seguro que Elena me cuenta los detalles luego.

    —Eso suena razonable, pero tratándose de él no confío en simplemente esperar.

    —¿No le estás dando mucho crédito a Adolfo?

    —Bueno, es verdad que me pone más nervioso de la cuenta. Pero si te paras a pensar, no sabemos nada de él.

    —Si me pongo a pensar... ¿De dónde dices que vino?

    —Del campamento de Tanishia. ¿Por qué la pregunta?

    —Porque si eso significa que vino del norte, puede que sepa un poco de quién era antes.

~~separador~~

    La conversación entre Adolfo y Elena terminó al fin. Esto permitió a Jaque acercarse para saludar a su hermana. Mientras tanto, Reydhelt no descuidaba los movimientos de Adolfo, quien claramente se había percatado con antelación de la presencia de ambos.

    —¡Jaque! Que sorpresa verte por aquí.

    —Bueno, tú no ibas a tener tiempo para visitarme.

    —Vaya, ¿viniste a hacerme sentir mal o qué?

    —Anda, no seas exagerada —Jaque miró a los chicos discretamente—. ¿Podemos hablar?

    —Claro que sí, vamos.

    Sin anunciar su retirada, Elena y Jaque se alejaron de Adolfo y Reydhelt. Estos dos mantuvieron su posición mientras ellas marchaban, hasta que Reydhelt notó la fría mirada de Adolfo y no dudó en devolvérsela.

    —¿Ahora te dedicas a espiar a la gente, o el asunto es conmigo solamente?

    —Jaque quería hablar con su hermana. Que tú estuvieras con ella fue una amarga coincidencia. Por cierto, ¿Qué mierda tenías que hablar con Elena?




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