—Por fin.
Se había dejado de mover.
Sofía se vio obligada a disparar un total de cuatro veces hasta que el alcalde perdiera el conocimiento. Por un momento temió quedarse sin balas antes de que sucediese. Dentro de ella todavía sentía miedo. Sus manos no dejaban de temblar.
Maldijo el momento en que decidió entrar a aquella habitación. Lo que debió hacer desde un principio fue salir de allí. No iba a demorar más ese asunto.
Sofía conjuró sus fuerzas para levantarse. Cuando ella se dirigió hacia el agujero en la pared exterior, vio de reojo el arma en manos del hombre que había matado. No pudo evitar pensar que sería un desperdicio si la dejaba allí. Si conseguía un buen comprador seguramente conseguiría alimentar a sus hermanos por semanas.
Le repugnaba tener que hacerlo, pero con desesperación y premura Sofía logró agarrar el arma y asomar su cabeza por la salida directa de aquel lugar.
No vio a nadie cerca pero la diferencia de altura con el piso era intimidante. De todos modos, no tenía otra opción.
Sofía empezó por sentarse antes de tomar impulso y dejarse caer. No consiguió rodar como debía hacer para repartir el impacto, por lo que sus tobillos recibieron bastante daño.
Una vez de pie y en plena calle, Sofía pudo apreciar sus alrededores y el edificio al que la habían llevado. No tardó en reconocer el ayuntamiento.
Según recordaba Sofía, aquel lugar no estaba muy distante del hostal donde se supone que debía estar durmiendo. ¿Era seguro volver a esa habitación? Ganas no le faltaban. Tenía hambre, y sueño.
«Después de esto merezco un día tranquilo.»
Sofía decidió investigar los alrededores del hostal para intentar ubicar a sus hermanos. Si era cuestión de suerte, Sofía sentía que le tocaba un resultado positivo.
—¡Sofía!
Una voz muy familiar hizo que Sofía levantara la cabeza.
—¿¡Anthony!?
—¡Correee!
Sofía tenía muchas cosas que preguntarle, pero sobre todo no podía dejar a su hermano solo en ese lugar.
El frío de la noche era inclemente. No era el clima ideal para un asesinato en masa. Sin embargo, Franklin ya se había decidido. Mataría uno por uno a quien intentara defender al alcalde. Incluso si le tomaba días, terminaría cumpliendo su objetivo.
«Mi primer obstáculo.»
Franklin no esperaba encontrarla tan pronto. Antes de llegar al ayuntamiento se interponía en su paso el más grande estorbo posible. Una mujer a la que se le notaba su sed de sangre.
—Señorita Martha. Vaya coincidencia que nos encontráramos en esta cruel noche.
—¿Acaso estás delirando? Pensé que tendría que rebuscar entre los agujeros de esta ciudad para encontrarte. Agradezco que te presentaras voluntariamente a tu ejecución.
—Lamento informarle que ese es un evento exclusivo; No estás invitada.
Franklin escupió sus palabras mientras hacía girar su arma.
El ataque de Martha no se hizo esperar. Cargó de frente sin rastro de miedo en su rostro.
Franklin esperó hasta el último momento para lanzar su ataque. Sin embargo, solo logró desplazar el aire.
Era una situación para la que Franklin estaba preparado. Frenó su golpe en el último momento para poder cambiar la dirección del mismo a la vez que giró velozmente su cuerpo. La punta de su arma recorrió docenas de metros en un segundo.
Al detener su arma por completo la vio a ella, intacta, pero con una expresión diferente en su cara.
—Tu suerte se acabará antes que tus trucos.
—No importa, te mataré de todas formas.
A pesar de lo arrogante que era, esa mujer empezaba a frustrarse. Franklin disfrutaba esa sensación. Además, acercaba la victoria a su lado.
—¡Ven! —con una voz estruendosa, Martha reanudó su asalto.
La segunda acometida fue más rápida que la anterior. Martha cargó de frente y Franklin la recibió lanzando su arma que daba vueltas en el aire. Simuló sorpresa cuando su improvisada arma atravesó el cuerpo de la mujer. Luego fingió retroceder al mismo tiempo que halaba un hilo transparente de nailon, conectado a su arma, esperando dañar a Martha desde su retaguardia.
El rastrero ataque de Franklin no pasó desapercibido a los ojos de Martha, por lo que desapareció una vez más frente a los ojos de Franklin.
Entonces, Franklin se apresuró en ir hacia el frente y recibir en el aire su arma a la vez que daba media vuelta y frenaba el cuchillo de Martha con su bastón, con la suerte de que este no se rompió.
Franklin era más fuerte que Martha, pero no podía usar esa venta estando tan cerca. Cualquier movimiento en falso terminaría con él mismo siendo apuñalado. Tenía que prestar atención al rostro que aquella mujer intentaba mantener estoico. Tenía que continuar adivinando sus movimientos.
«¿Es... Está llorando? No, ha comenzado a llover.»
Grandes y frías gotas de lluvia empezaron a caer sobre Franklin y Martha. Era inconveniente para el combate, pero no podía dejarse distraer por ello. Su atención se la debía a Martha, quien fruncía su ceño al sentir el drástico cambio en el ambiente.
—Tranquila, pronto todo terminará.
Marta esquivó las palabras de Franklin y acabó con el cruce de armas a la velocidad a la que era imposible que Franklin la siguiera con su arma de superior alcance.
Franklin comprobó el funcionamiento de su brazo artificial antes de acercarse de nuevo. El ritmo con que Franklin se aproximó contrastaba con la tensión del momento. Quería recuperar el control de la batalla.
La vista de Franklin captó algo inverosímil. Martha retrocedió. Fue solo un instante, sí, pero reculó ante el avance de Franklin. La estaba arrinconando. Aún así la mujer recuperó la compostura y desapareció.
Franklin entendía el movimiento de aquella mujer. Quería acabar pronto con el enfrentamiento. Con total seguridad, Franklin adivinó el ataque furtivo hacia su pulmón derecho.