Quiero Que Me Pertenezcas

NUEVE: Sangre derramada.

Humedeció sus labios y trago saliva, levantó su vista asustada por la sensación del sabor metálico en su boca. ¡Como se atrevía a golpearla! Ella sólo quería ayudar. 

Y como siempre le tenia que citar en un lugar que le representaba. 

—¿Qué te pasa? —interroga enfadada, levantando su vista y observando al chico que le miraba con odio. 

¿Por qué tan de repente le miraba con odio? 

—¿Qué me pasa? ¿Preguntas? —cuestiona su acompañante con frustración, llevándose su dedo índice a su tatuaje.  —Arruinas todo, ¡Eres un total fracaso! 

Aprieta sus dientes y mira con rabia. ¿Qué ella era un fracaso? ¡Él era un fracaso! ¡Un idiota egoísta! 

—¿Qué me dices egoísta? Solo ayudo, siempre lo e hecho. 

—Lana aun no me pertenece. 

Lana, Lana, Lana. Era lo único que le importaba al tipo, y a ella ya le estaba teniendo harta. Observo al chico que no dejaba su semblante serio, y su mano pasaba incontrolablemente por su pequeño tatuaje. 

Bufo irritada y se puso de pie. No iba a soportarlo más. Mucho menos a ese bastardo. 

Estar en el cementerio le daba escalofríos, jamás le habían gustando los lugares solitarios, que tenían frío en el aire. Solo le provocaban escalofríos, sudor frío y ansias. 

Además de estas lloviendo y su vestido violeta ya estaba hecho un asco por la caída. 

—¿Sabes qué? Yo me largo —comunica acomodándose sus prendas. Yéndose por las tumbas y encontrar el camino que le daba al portón. 

Los pasos del chico los sintió tras de ella, lo cual le llego a perturbar y se volteó con brusquedad.  

—¿A dónde crees que vas? 

Ella pone los ojos en blanco, ¿qué no era tan obvia su acción? ¡Se iba a su casa! 

—A casa. 

—Pero... —le dio un escalofrío al escuchar la palabra fría, una sonrisa algo aterradora se formo en los labios de su acompañante. Le toma de sorpresa que la toma de la muñeca y la gira posicionando su espalda en el pecho de este. 

Un grito que fue ahogado en la mano del muchacho le hizo abrir los ojos de sorpresa. Sintió miedo al sentir el aliento chocar con su oído, y su respiración se incremento que le asusto. Ella empezaba a removerse. 

—Suéltame —dice en contra de la mano que le impide el sonido de su voz. Y la llega a disipar en la misma. 

—A casa... —Repite algo frío. Ella traga saliva y asiente con dificultad. De la garganta de su agresor sale una carcajada que le da un escalofrío. —Pero si ya estas en casa, querida Cecy. 

«¡¿Qué?! ¡No!» 

Ahoga un grito y se retuerce el los brazos del chico, ya qué, Cecy siente en su espalda algo frío que penetra su piel. La sangre no tarda en salir tanto de la herida como de la boca. 

Tuerce el cuchillo, ocasionando un grito de parte de su víctima. La suelta y esta cae inconsciente al suelo, arriba de una lápida. 

—Bienvenida a tu casa —, se agacha y le corta la vena yugular. Acabando así de una vez con la vida impune de su estorbo. 

Henna. 

Es lo que saca de su pantalón y en la mejilla izquierda le empieza a dibujar una hermosa melodía café, la melodía FA. La misma que el posaba, pero su tatuaje era real. 

Sabía que el agua iba a correr la henna por lo que la tuvo que tapar para que no se mojara, y no dejara su hermosa marca. 

La hizo con cuidado de no mancharse mas de sangre de lo que ya había hecho. Al terminar se pone de pie y mira a la chica que estaba bañada en un charco de sangre, de su propia sangre. 

Además de que el agua la diluía, la cual tomo una pequeña porción de la misma y sonrió. 

La miro con frialdad, se dio la vuelta en sus talones antes de tomar el cuchillo y empezó a caminar al otro lado de la puerta donde iba directamente al bosque. 

—Cualquier humano que se interponga en Lana Camarena y yo. Correrá la sangre de la FA. 

Dice al viento mientras camina en busca de un lugar donde esconder la evidencia de la fa. Un estorbo menos, y aun quedaban más, mientras no le empezarán a calar y si calaban mas de lo usual. Correrían lo mismo que Cecy. 

Debió de dejar su boca cerrada. Y por poco le arruinaba todo. 

—Lana es mía. Solo a mí me pertenecerá —dice. Al ver a la cabaña de lejos sonríe. —¿Por qué siempre tengo que ir por las malas? 

Se pregunta rosando la punta del cuchillo por sus labios, el agua ya había borrado el rastro de sangre. 

—Todo por ti. Mi querida Lana. 

 




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