Quiero Que Me Pertenezcas

DIEZ: Silencio


10. Silencio. 

El pánico le empieza a instalar en su sistema nervioso, su pecho lo siente hundirse y la respiración a ponerle pesada. 

Lágrimas incontrolables no paraban de salir de sus ojos y sentir el sabor saldo que llegaba a sus labios, que su cabeza no dejaba de palpitar. 

Su vista se mostraba borrosa y para que necesitaba su vista. No quería ver nada, nada que le llegara a atormentar lo que estaba sucediendo a su alrededor. 

Asimilar su dolor. Su corazón no dejaba de palpitar con fuerza, su garganta no podía dejarse de sentir seca y el nudo instalado que la daba pena. 

Sollozo con fuerza y dio un grito al aire con frustración. 

Sintió unos pasos acercarse en ese piso de madera que no dejaba de crujir por cada paso que se daba. Ella no quería escuchar nada. 

Su vista aun borrosa, la levanta para ver a la puerta. Una silueta se miraba desde fuera, mas no podía ver quien era porque no podía parar de llorar. 

—¡¿Por qué?! —Grito a la silueta. A lo que esta negó. —¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! 

—Shh... —alcanzo a escuchar. Bajo la vista y miro el piso con fastidio. Maldición en voz baja. Y volvió a escuchar ese siseo que ahora le llegaba a irritar. 

Cerro los ojos y solo sentía que en su mejilla resbalaban hacia abajo. 

Trago saliva para poder humedecer su garganta y seguir gritando. Abrió sus ojos con sorpresa al sentir algo ingresar a su cuello, y solo pudo ver unos zapatos negros que al levantar la vista solo vio aun la silueta. 

—Silencio. —escucho en susurro cerca de ella, pero a la vez lejos. 

~•~ 

 

—No te voy a dejar a ir así —insiste Pamela, veo a la puerta donde el agua a dejado de caer por un momento. 

—Llegare rápido a casa —comenta. Aun apachurrando la caja en su pecho con fuerza.  —Yo te llamo cuando llegue. 
Pamela por fin da un suspiro y asiente para soltarle las manos. Le da un beso en la mejilla como despedida para salir a la calle. 

Al estar en la calle sentía esa misma sensación de que la observaban. Le dio a omitir como siempre, empezó a caminar con pasos vacilantes. 

Al estar a una cuadra de la casa de los Leyva pasos se vuelven a escuchar tras ella y eso le hace acelerar sus pasos. Sin esperar mas empieza a correr escuchando los golpeteos del agua al momento que las pisaba y las que le seguían hicieron lo mismo. 

Grito con horror al sentir una mano fría en su muñeca y cuando quiso voltear su espalda golpeo con el pecho de alguien. 

—¡No! ¡Suélteme! —Grita en fallo. A lo que sintió una mano envolverle por la cintura y aun así siguió forcejeando. —Por favor... —insistía en suplico. 

El que le tuviera agarrada no quería acceder. 

—Silencio —murmura su agresor. 

Por el pánico no podía tener a tiempo a reconocer la voz. 

—¡Ayú...! —su boca fue tapada con un trapo, que poco a poco fue perdiendo el conocimiento. 


 

Abrió sus ojos con pesar. Quería comprobar que todo lo que vio en ese sueño fuera un simple sueño. Al ver solo busco con sus ojos algo y nada veía. Tenía algo adherido a sus ojos. Una garra que cubría sus ojos. 

No era un sueño, todo sucedió. 

—¿Qué? —excepto al no ver nada. 

Era el colmo, primero la amarraba que ya dolían sus amares, para luego cubrir sus ojos. 

A sus fosas nasales aun llegaba el olor húmedo y moho. Escuchó la lluvia caer aún y algunos pasos aproximándose a ella con firmeza. 

Se removió con rapidez y sólo sintió el jalones de las cadenas en sus manos además de lastimarle con fuerza. Lo que mas le afectaba era el dolor intenso que sentía era en el lado izquierdo detrás de su oreja. Ese ardor infinito, que con solo un rose no podía soportar, además de sentir unos bordes en el. 

Escucha la puerta hace un sonido irritante que le hace tragar con fuerza. 

—Por favor... —ruga a los pasos que se acercan a ella. Pero no escucha del otro lado alguna palabra. —¡Déjame ir! 

Solo escucha que se agacha a su lado, una mano algo helada le toca su mejilla derecha que con brusquedad se aparta. Pero vuelve a sentir el agarre en ambas mejillas, que obligan a estar firme. 

—Silencio...— murmura aquel. 

—Al carajo con tu puto silencio —explota con enfado apretando sus dientes con ira. —Me tienes aquí, ¿Qué diablos quieres? 

Silencio es lo que obtiene de su respuesta. Puede escuchar la respiración pesada de su secuestrador al igual que la suya. 

—¡Responde! Maldita sea. 

De nuevo silencio. Sentía su corazón desenfrenado y mas cuando no obtenía respuesta por parte de él. 

Silencio. Él quería silencio. 

Solloza con fuerza y siente en sus mejillas que le acarician con el dedo pulgar, y lo que sentía era asco. Un asco absoluto por él. 

Sintió rosar los labios de aquel en los suyos y ella solo se remueve con brusquedad. 

—Aléjate —susurra. Aun sometiendo que las palabras no se escucharon con fuerza. Ya qué, los labios presionaron con los de ella. 

Pronto siente que al ver que ella no le corresponde se aleja. Se sentía tan venerable en el lugar donde estaba. 

—Repito, ¿qué quieres? 

Volvió a repetir su palabra en susurro, y eso le llego a extasiar con horrores.  

Escuchó que el chico se puso de pie y no escuchó ningún movimiento. Los pasos se empezaron a alejar y eso le hizo llenarse de alivio. No quería sentirlo cerca. Jamás. 

Por fin se decidió a llamarlo por todo lo que le estaba asiendo. 

—¡Ancel, ¿por qué?! —grita con dolor. La protegería no la mataría. —¡Ancel! 

En la habitación se escuchó una risa fría por todo el lugar para luego cerrarse la puerta y hundirla mas en la obscuridad, además, en el silencio que Ancel pedía. 

«¿Por qué Ancel?» 



 




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