Quiero Que Me Pertenezcas

CATORCE: Reflejo roto

Sobo sus muñecas con cuidado, había una que otra herida pequeña que le lastimaba con lo seco que estaba su piel. Humedeció sus labios secos y trato de humedecer su garganta con poca agua, a lo que le sacaba un sabor amargo a esta.

Camino a la puerta y al momento que iba a girar la manija para salir de la pequeña habitación donde durmió con Ancel días atrás, la puerta no cedió.

—Maldición —dijo al aire con perturbación. Miro a un lado donde estaba una cómoda con ropa de su talla y un poco de comida, la comida ahora si estaba decente y no llena de bichos como en ese ático sucio y asqueroso.

Busco con la mirada y al otro lado de la cama estaba la puerta del baño, hizo una mueca. Tomo su ropa y se acerco a la puerta mirando con detenimiento a la puerta de entrada que no pasara nadie.

Aunque no se escuchaba solo los golpeteos de las ramas en la casa y nada mas que algunos animales por fuera. Estaba sola.

Al entrar al baño, se fue directo al espejo y checo con algo de dificultad a su oreja izquierda y pudo ver una pequeña fa de unos cinco sentimentos. Maldijo por lo bajo.

Dio un suspiró. Ahora estaba marcada. 

Decidió darse una ducha rápida. Le estaba desagradando realmente los espacios cerrados y oscuras le aterraban a horrores, todo por culpa de ese idiota.

~•~

Gema le dio una sonrisa de satisfacción a su hija que no paraba de alisarse el vestido con los nervios que sentía en ese momento.

—¿Me puedo ver ya en el espejo? —pregunta con inquietud. Gema hace la sonrisa mas abierta y tan solo asiente.

—Te ves hermosa, Lana —comenta. A lo que ella sonríe con felicidad para acercarse al espejo. —Espera —se detiene a mitad.

Gema abre la puerta de su habitación y de ella un Ancel incómodo con un esmoquin negro.

—Los dejó un momento —ella tan solo asiente. Mira a Ancel que no deja de tocarse el tatuaje con frecuencia.

Niega con la cabeza con diversión y toma la mano del mismo para acercarse al espejo, en el cual una sonrisa se le formo en su rostro a los pocos segundos se desvaneció.

Miro hacía atrás y estaba en su habitación menta con sus muebles blancos y ropa esparcida por los nervios que sentía.

Al ver al espejo se miraba con la ropas de un pantalón de mezclilla azul todo sucio y rompió en algunas partes de la rodilla y muslos, su blusa morada con un dibujo de las siluetas de Nueva York.

En su reflejo Ancel tenia sombra en sus ojos que no se miraban ni su frente. Una rosa sin pétalos en su mano derecha con una nota envuelta en el tallo de la misma.

Su alrededor estaba obscuro y la madera de la cabaña se miraba con teniente luz. Bajo su mirada a sus manos y vio en ellas cadenas.

—¿Pasa algo? —cuestiona Ancel. Su respiración se acelera al ver el reflejo.

—No, no, no, no —decía una y otra vez mientras miraba el reflejo.

Llevo sus manos a la cabeza para procesar donde estaba. El espejo llego a romperse que se le quedó viendo con incredulidad.

—Tu versión esta en el espejo, hermosa —dijo el Ancel que estaba al otro lado en el espejo todo quebrado. —Tu eres mía. 
 

Abrió sus ojos abruptamente y miro a todo su alrededor para darse cuenta que aun seguía en la cabaña, dejo que sus lágrimas salieran con rapidez.

Llevo sus manos a su boca y junto sus rodillas a su pecho.

—¿Por qué? —se interrogo. Miro con horror a la pared. —¡Ancel!

Grito con todas sus fuerzas. A lo que le llevo un susto al escuchar un golpe al otro lado de la puerta, miro la puerta asustada por el estruendo.

Una respiración pesada se escuchaba al otro lado y un fuerte gruñido emitido. Que le puso los pelos de punta y dejo de llorar para acercarse al respaldo de la cama.

Con su respiración pesada miro de vuelta a la pared donde se miraba salpicada de pintura roja y en una esquina la melodía fa. Una foto de ella estaba en medio de todo ese desastre de salpicadero. Miro a sus pies para no ver todas las palabras que estaban escritas que solo declaraban que era suya.

—¡Ah! —soltó al ver una mano pintada en la sabana blanca, dio un suspiro para calmarse y respirar mas regular.

Es pintura, es pintura. Se repitió una y otra  vez.

Dio otro salto a escuchar que tocaban la puerta. Temblando se acerco a la puerta y miro una nota con un pétalo adherido a ella.

La tomo en sus manos y prosiguió a leerla.

“¿Quieres a Ancel? Me tendrás donde no podrás hacer nada, hermosa Lana. -A”

Miro la puerta y de respeten sintió su garganta seca por los nervios, el sudor frío por su cuerpo y su sangre helarse.

Sin verlo era un horror, y cuando lo viera. ¿Qué iba a pasar?

—Al fin darás tu cara —dice a la puerta con la voz que le falla con facilidad.

Recargo su frente a la puerta y dejó que las lágrimas bajaran por sus mejillas.  Los pasos del otro lado se escucharon alejarse con prisa.

Miro la nota y callo una gota a un lado de la escrito.

¿Quieres a Ancel? Me tendrás donde no podrás hacer nada, hermosa Lana. -A”




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.