Quiero Que Me Pertenezcas

DIECISÉIS: Dulces pesadillas

Tomo en sus manos la pintura que siempre mezclaba con pétalos y frutos rojos, y en ocasiones le ponía sangre (era rara la vez), a lo que la miro extrañado.

Lo miraba mas lleno y su color era mas carmesí. Algo no andaba bien.

Salto del susto agarrando con fuerza el frasco, miro a la puerta donde estaba su hermana Pamela mirándolo con disculpa.

Vestía con un vestido menta algo corto de vuelo enzima de el un chaleco y llevaba consigo una monedero gris.

El alzo ambas cejas en signo de interrogación.

—Voy a casa de Cam —Avisa con una sonrisa. Niega con la cabeza, no le creía pero bueno, no hacía daño ver a Pamela que una mentira le creyera.

—Pues, me la saludas —contesta. Poniendo el frasco de nuevo en su lugar.

De reojo mira a Pamela que apretaba sus labios en línea recta. Él sonrió por dentro y no digo nada.

—Por supuesto —Dice al fin. Antes de que cierre la puerta la detiene poniendo su mano en alto.

—Dile que aún estoy esperando la invitación —Pamela junto sus cejas en confusión.

—¿Qué invitación? —Él pone los ojos en blanco y niega con diversión.

—Observar búhos en la noche, en el bosque — Aclara. Pamela abre su boca asombrada y termina asintiendo. —¿Bien? —pregunta al no tener respuesta audible.

—Yo le digo Ancel, no vuelvo temprano —Él asiente y sigue checando sus cosas.

Su tío Nabal andaba en investigaciones, lo que esperaba una orden del juez o quien sabe de quien para checar su habitación y encontrar algo que lo culpe de la desaparición de Lana e incluso de la muerte de Cecy.

No vio nada fuera de sí, por lo cual tomo su celular y marco a su madre para que estuviera presente y enterada de todo. Antes de que se enterara por otro lado y el quería estar presente.

Tomo el dije de la fa en sus manos y lo observo un momento para guardarlo en el bolsillo delantero de su pantalón.

Miro mal al teléfono y volvió a marcar.

Por los nervios de que iba a checar su habitación tuvo sed y decidió ir a la cocina, para refrescar su mente y humedecer su garganta.

Al bajar las escaleras miro a Omar de pie en la puerta ¿Quién le abrió la puerta?, guardo su celular y le dio una mirada de confusión. Al bajar el último escalón miro como el chico vacilaba para luego hablar.

—¿Se encuentra Pamela? —Pregunta Omar con voz suave el pasa de largo a la sala y niega. —No.

Aun seguía con su ceño fruncido, ¿Cómo entro?

—No, salió hace un rato. —Volvió a sacar su celular y siguió intentando, sigue caminado a la cocina.

Recordó que Pamela le había escondido una llave (que el sabía donde se encontraba), para escaparse en la noche donde en no se quiere enterar.

Se sintió frustrado porque no le contestaban el celular. ¡Maldita sea! ¿Para qué quieren un estúpido celular si no lo van a contestar?

Se paro en seco al hacer «Clic» en su mente, se quitó su celular de su oído y lo bloqueo para voltear a mirar a Omar con una sonrisa tensa.

—Pamela salió. 

Sabía que su hermana habían mentido y sabia perfectamente con quien iba.

—Eso ya me lo has dicho —Afirma Omar. Estando en la sala acomodando su camiseta gris.

A kilómetro el notaba que estaba inquieto, nervioso y un poco ansiosos. Por lo que marcaba sus expresiones y movimientos.

—Pero....

—Pero ¿Qué? ¿Recordaste algo? ¿Sabes donde esta? —Cuestiona interrumpiendo algo veloz.

Y eso afirmaba mas a lo que pensaba. Estaba muy ansioso y desesperado, no le pintaba nada bien.

—Ella dijo que iba a salir contigo —Miente. Pero sabia que Pam iba a ir con él. Jamás se arreglaba con un vestido para ir a ver a su amiga Camila.

Omar quito su aire de amabilidad para sonreír abiertamente, y sacar un artefacto que se le era familiar y siempre lo tenía su tío Nabal cuando tenía su uniforme de policía. Levanto su vista para ver directo a los ojos azules de Omar que brillaban algo extraños y eso le dio un escalofrío.

No le dio tiempo a reaccionar, estaba asimilando lo que le ocurría a su cuñado y no le gustaba como lo estaba asimilando su mente.

—Tuche —Dijo dándole la razón. Para luego sentir en su cuerpo un fuerte cosquilleo por todo su sistema y hacer sentir sus ojos pesar. Y cerrarse tras recibir otras dos descargas. —Dulces pesadillas. 

~•~ 

Se movió algo incómodo por lo duro que estaba el piso, quiso mover sus manos, algo le impedía moverlas. A lo que abrió sus ojos de golpe y llevo su vista a sus muñecas donde le rodeaban unas cadenas.

Dio un quejido de frustración.

Movió su vista rápido a su izquierda donde se encontró con unos ojos miel que le miraban con odio.

¿Dónde estaban?

—¿Lana? —pregunto desconcertado. 
 

 




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