"Quiero Que Me Quieras"

Cap 14: Fingiendo ser perfecto

LOGAN

Nunca entendí por qué la champaña tiene que servirse en copas tan ridículamente delgadas. ¿Será que en eventos así solo puedes tomar tragos diminutos para no perder la clase mientras finges que te importa lo que dice el otro?.

Me apoyé en la barra, la copa en la mano, viendo cómo las burbujas subían como si tuvieran prisa de escapar. "Una champaña rosé, que esté bien fría", me había pedido Violeta antes de ir a hablar con los novios. Y ahí estaba yo, cumpliendo como el asistente… o el novio decorativo, según el ángulo.

La ceremonia había terminado hacía unos minutos y el salón principal del hotel estaba vibrando con esa mezcla de risas, música elegante de fondo y cubiertos chocando contra platos carísimos. Yo tenía una vista decente desde la barra: Violeta charlando con los recién casados, riendo con esa sonrisa tan bien ensayada que no sabías si estaba feliz o simplemente dominando la escena como siempre.

¿Así que realmente tendré que fingir ser él novio perfecto?, me pregunte al ver al ex de Fox.

Julian Styles.

Alto, carismático, vestido como si supiera que había cámaras en cada rincón —probablemente sí lo sabía—. Se acercó con esa confianza que solo tienen los hombres que tienen millones en su cuenta y pueden firmar un cheque de mas de 6 cifras sin dudar.

Saludó a los novios con elegancia, y cuando ellos se retiraron, se quedó solo con Fox.

La gente también lo notó. Claro que sí. En cuanto Julian la tomó del brazo para decirle algo, medio salón giró como si hubieran escuchado que iba a empezar un espectáculo.

Y me miraron a mí.
A mí.

El novio actual,—osea yo— él que estaba en la barra, bebiendo champaña como si aquello fuera lo más interesante del universo, mientras su novia —mi supuesta novia, mi contratista emocional— hablaba animadamente con su ex.

¿Y qué hacía yo?

Nada.
Porque no se suponía que debía sentir nada.

Excepto que sí.

Sí debía.

Eso era parte del maldito trato.
Lo habíamos ensayado: gestos, miradas, contacto físico. El romance artificial que debía parecer tan real que hasta el corazón dudara.

"Si no pareces enamorado, van a comerte vivo", me lo había dicho Violeta con esa voz suya, esa que no pide, ordena. Y ahora, con Julian Styles a un metro de ella, mirándola como si no la hubiera perdido jamás… yo era la figura de cartón que debía convencer al mundo de que ella era mía.

Todos esperaban algo.
La mirada asesina.
El ceño fruncido.
El gesto territorial.

Y yo… yo solo giraba la copa en mi mano, observando cómo las burbujas subían como mis pensamientos: ligeros, absurdos, flotando en un mar de tensión.

—¿Qué haría un novio enamorado...? —murmuré apenas, sin quitar los ojos de ella.

No iba a armar una escena.
No iba a empujar al ex con pretensiones de macho alfa.
No iba a gritar ni a montar un teatro como si esto fuera un melodrama barato.
Ya bastante me costaba respirar sin parecer forzado, controlar las ganas de desaparecer entre las paredes, fingir que todo esto era normal para alguien como yo que odia estar en lugares llenos de gente.

Pero también sabía algo:

Si no hacía nada, Violeta no me lo perdonaría.

Y peor aún, no me dejaría en paz en el camino de regreso.

Así que suspiré, me terminé la copa de un trago —cortesía del champán que jamás pedí— tome la copa de ella y caminé hacia ellos.

No como un celoso desesperado.
No como un hombre herido.
Sino como el novio perfecto que pedía el guión.

El que ella necesitaba que fuera.
El que debía ser.

Mis pasos eran medidos, seguros. Como si estuviera cruzando una pasarela imaginaria donde los flashes eran las miradas de los curiosos.

Todo esto era un teatro, sí. Pero si iba a actuar, lo haría bien.

No porque quisiera si no, porque se perfectamente que si fallo en esto ella me hará la vida más difícil.

Caminé con calma. No había apuro. El show comenzaba desde el primer paso.

Ella no me vio venir. Estaba concentrada en lo que Julian le decía, ese tipo de charla entre exes que parece inofensiva pero que es como un ajedrez emocional.

Me acerqué como si no pasara nada. Como si estuviera saludando a un viejo amigo.

—Buenas tardes —dije con mi voz más educada, la que usas cuando sabes que te están observando desde todos los ángulos—. Julian, ¿cierto?

El aludido volteó con una sonrisa profesional, esa que no llega a los ojos.

—Así es. Y tú debes ser… Logan.

—Exacto —respondí, tendiéndole la mano. Él la aceptó. Firme, seco, pero cortés.

Violeta me miró.

—Te traje tu champaña, amor —le dije, extendiéndole la copa. Tomó la bebida sin decir nada, y aproveché ese momento para posicionarme detrás de ella, un paso justo, medido, calculado.

Coloqué mi mano en su cintura y la acerqué ligeramente hacia mí, como si la invitara a bailar… o como si simplemente la reclamara como mía.

Esto es incomodo pero nadie tiene que saberlo.

Apoyé la cabeza apenas sobre su hombro.

—¿Gustas que te deje para que hables a gusto… o me puedo quedar? No quiero molestarlos—le susurré.

Ella ni se movió pero sentí su tensión.

Julian me miró con esa sonrisa prefabricada que suelen usar los hombres que no saben perder.
La clase de sonrisa que es más una máscara que un gesto.

—No te preocupes —dijo, con esa voz suavizada por el ego herido—. No tienes por qué sentirte amenazado por mí.

Reí. No una carcajada. Solo una risa corta. La clase de risa que dice "te escucho, pero no te tomo en serio."

—¿Amenazado? —repetí, como si la palabra fuera ajena en mi boca—. Para sentirme así, primero tendría que considerarte un rival… y para ser un rival, necesitarías dos cosas.
La primera, que mi novia estuviera interesada en ti. Y la segunda… que fueras yo.

Incliné ligeramente la cabeza y sonreí, tome la copa de Violeta la cual ella no me nego.




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