—Está bien —murmuró Logan con una resignación disfrazada de calma—. Me quedo.
Y sin decir más, caminó hacia el otro lado de la cama y se metió entre las sábanas… tal y como estaba vestido.
Camisa, cinturón, pantalón… todo.
Violeta arqueó una ceja, lo miró de reojo desde donde estaba y dijo con sorna:
—¿Piensas acostarte así?
—Sí, está bien —mintió él, con el rostro sereno pero el cuerpo pidiendo a gritos aire pues siempre dormía con un pans y sin playera.
Violeta soltó una risita, ladeando la cabeza.
—No te creo.
—¿Y qué quieres que haga?
—Cámbiate—respondió.
—Bien, iré a cambiarme—se levantó de inmediato decidido a ir a su departamento para ducharse y cambiarse.
—Ni creas que iras a tu departamento, aquí tengo lo que necesitas —camino directo a su clóset y regresó con una bolsa transparente que contenía un pantalón de pijama nuevo de marca y, junto a él, un boxer también sellado.
—Toma —dijo, dejándolos caer sobre la cama—. Están sin usar, los compré para ti ese día que fuimos a comprar, era por si alguna vez te volvía mi rehén a largo plazo.
—¿Tú siempre planeas todo con anticipación? —preguntó él, con una ceja en alto.
—Por supuesto, si no, no sería Violeta Fox. Si quieres ducharte, ahí está el baño —añadió, señalando con gracia hacia la puerta del fondo—. Agua caliente, shampoo de cinco estrellas y toallas suaves.
—Muy generosa, Fox.
—Y si quieres compañía —agregó ella, apoyándose en el marco de la puerta—, también me puedo bañar contigo.
Logan la miró de lado, sin sonreír.
—Y yo que pensaba que íbamos a dormir nada más —respondió con esa voz suya que no se sabía si provocaba escalofríos o calma.
—Toca dormir… después de hacerte dudar —susurró ella, entre risas.
Él tomó la ropa, negó con la cabeza y desapareció tras la puerta del baño.
Minutos después, Logan salió de la ducha con el cabello húmedo, toalla al cuello y la nueva pijama puesta. Se detuvo en seco al ver a Violeta aún en ropa interior, acostada boca abajo, hojeando una revista.
Él apartó la mirada con rapidez, enfocándose en lo que sea que no fuera piel.
—¿Así duermes siempre? —preguntó, sin mirarla directamente.
—¿Por qué?, ¿te distrae? —dijo ella, entre risas—. Tranquilo… era broma.
Se levantó sin pudor, caminó hacia el clóset con esa gracia natural suya, y mientras él se secaba el cabello con la toalla, ella se le acercó por detrás, le rodeó la cintura con los brazos y le dio un beso en la espalda, justo entre los omóplatos.
Él se tensó, pero no dijo nada. Solo cerró los ojos un instante.
—Voy a ducharme —susurró ella antes de alejarse, dejándolo ahí, preguntándose si debía aprovechar que ella se estaba bañando para irse a su departamento… y cambiar el código de la puerta.
Cuando volvió a salir, llevaba una toalla blanca enrollada al cuerpo, el cabello mojado cayéndole como una cascada de tinta por la espalda. Logan, sentado en la cama, evitó mirarla de frente, concentrándose en su celular.
Las redes sociales estaban en llamas.
Fotos de ellos en la boda ya circulaban por todas partes.
Titulares como "El ceniciento y la Reina" y “El beso que nadie esperaba” llenaban su pantalla.
Violeta regresó al baño, esta vez para ponerse la pijama, olvidando por un momento que Logan seguía en su habitación. Estaba tan acostumbrada a cambiarse ahí, y no en el baño, que el hábito se le impuso sin pensar.
Minutos después, salió con una pijama de seda negra: una blusa de tirantes finísimos que apenas rozaban sus hombros y un short tan corto que dejaba poco —o nada— a la imaginación. Aunque, a decir verdad, ya no quedaba mucho por descubrir… Logan ya la había visto en ropa interior.
Se sentó frente al espejo, comenzó a cepillarse el cabello con movimientos lentos, casi hipnóticos, mientras él la miraba de reojo, como quien no quiere mirar pero no puede evitarlo.
—¿Quieres la secadora? —le preguntó ella, sin dejar de peinarse.
—No, gracias. Ya casi está seco —respondió él, pasándose una mano por el cabello.
Entonces la miró. De verdad.
—¿Siempre duermes así? —preguntó, con voz baja, algo entre curioso y molesto consigo mismo por preguntar.
Ella sonrió.
—Solo cuando tengo sueños peligrosos.
Y sin esperar más, se metió a la cama y apagó la luz.
Logan ya estaba recostado de lado, mirando hacia la ventana, con el ceño levemente fruncido como si tratara de recordar si había cerrado bien la puerta de su vida antes de entrar a este juego.
Violeta se acercó y lo abrazó por la espalda, rodeándolo con un brazo, como si esa fuera su almohada favorita desde siempre.
Logan se tensó de inmediato, como si alguien hubiera activado un resorte en su espalda.
—Relájate —murmuró ella, sin mirarlo, con la voz baja, casi perezosa—. Solo quiero que mi novio me abrace.
Él tragó saliva.
Abrazarla. Eso era todo.
Era normal.
Era lógico.
Tenía que hacerlo.
"Es solo un abrazo. Normal. Las parejas se abrazan. Es lo que hacen."
"Hazlo. Mantén el papel. Ella tiene que estar contenta."
"Tienes que fingir. Nada más."
Finalmente, se acomodo bien y levantó el brazo y la rodeó con cuidado, torpemente, como si su piel quemara, como si tuviera miedo de romperla o de romperse él.
Violeta no dijo nada. Solo suspiró.
Pero en su interior, el caos era otro.
No le gustaba esto.
Nunca le había gustado.
El contacto físico… le estorbaba.
Había tenido parejas, claro. Un par. Hombres que eran bonitos, útiles, convenientes.
En la cama, el cuerpo era un arma, un medio, un escenario.
Allí sí. Allí dejaba que la tocaran, incluso que la adoraran si sabían actuar.
Pero una vez terminaba, no soportaba las caricias innecesarias.
El "buenos días, mi amor".
El "te hice café".
Las fotos de domingo con filtro cálido.