"Quiero Que Me Quieras"

Cap 17: El peso de los apellidos

El rugido sutil del Lamborghini se apagó justo frente a la entrada del bar. El vehículo atrajo miradas como si fuera una celebridad más bajando en la alfombra roja.

—¿Es aquí donde dice la dirección? —preguntó Logan, inspeccionando el lugar.

—Sí, es aquí —confirmó Josh, bajando del auto. Cerró la puerta con una delicadeza exagerada, como si fuera de cristal soplado.

Logan descendió segundos después, ajustándose la gorra y el cubrebocas. Ambos contemplaron el bar frente a ellos: fachada de mármol oscuro, luces sutiles, una fila de gente arreglada esperando su turno para entrar. Desde afuera ya se respiraba ese aroma exclusivo a dinero, estatus… y martinis absurdamente caros.

Se unieron a la fila como dos desconocidos más, aunque los ojos curiosos ya los seguían. El auto había hablado por ellos antes que cualquier presentación.

—Mierda, hermano —murmuró Josh, mirando el lugar con resignación—. Esto se ve de lujo… probablemente aquí una cerveza cueste más que mi último salario mensual. Mejor vamos a otra parte. Hay unos tacos buenísimos cerca del orfanato.

Logan tragó saliva y respondió casi sin pensar:

—No te preocupes, yo invito.

Pero en el fondo no era por cortesía. Sabía que si alguien lo captaba cenando en un localito callejero, la imagen pública de “novio de Violeta Fox” se iría por el drenaje… y Violeta lo haría pedazos.

—¿Estás seguro? Mira que yo me adapto rápido a las galletas y al agua del grifo —bromeó Josh, mientras daban otro paso hacia el frente.

—No te preocupes, hermano. Yo invito todo —respondió Logan con media sonrisa, fingiendo una seguridad que no sentía.

Avanzaron lentamente mientras la fila se acortaba. La gente delante mostraba invitaciones digitales o decían apellidos que sonaban como marcas de perfumes franceses. Logan solo observaba en silencio.

—Oye… creo que es con reservación, ¿no lo sabías? —susurró Josh, bajando el tono.

—Por supuesto que no. Tú elegiste este lugar al azar en Google Maps, genio.

—Sí, pero ¿quién pensaría que un bar tenía protocolo de aeropuerto internacional?

—Bienvenidos —dijo el guardia de la entrada cuando les llegó el turno—. ¿Nombre?

Logan bajó ligeramente el cubrebocas. La gorra aún ocultaba parte de su rostro, pero su voz sonó firme:

—Logan Kaiser.

El guardia revisó la lista con ceño fruncido.

—No tengo ese nombre aquí. ¿Reservaron?

Josh abrió la boca para responder, pero otra voz lo interrumpió.

—¿Logan Kaiser?

El segundo guardia, más alto, con auricular en el oído y rostro de pocos amigos, lo observaba detenidamente, como si reconociera algo más allá del rostro.

—¿Podría quitarse la gorra y el cubrebocas, por favor?

Logan asintió sin decir nada y obedeció. El guardia analizo su rostro hasta que lo reconoció.

—Quita la cinta, idiota —le dijo al otro—. Es el novio de la patrona.

—¿Cómo? —balbuceó el primer guardia, confundido.

—Que es el novio de la patrona. De la dueña. De la señorita Violeta Fox.

El primero lo miró con los ojos como platos, tragó saliva y se apresuró a corregir su error.

—L-lamento mucho el malentendido, señor Kaiser. Pase, por favor.

La cinta de terciopelo negro fue retirada de inmediato. Entraron.

—¿Novio de la patrona? —susurró Josh, todavía asimilándolo—. ¿Es en serio? ¿Este lugar es de Violeta?

—No lo sabía —murmuró Logan.

El interior era una obra de arte bañada en penumbra. Música electrónica suave flotaba en el aire, los sillones de cuero brillaban bajo luces tenues, las paredes de cristal ofrecían una vista impresionante… y los tragos parecían venir con hipoteca incluida.

Josh silbó, maravillado.

—Bro… esto está genial.

Logan sonrió, aunque por dentro sentía que cada paso en ese lugar era como caminar sobre una cuerda floja en un mundo al que no pertenecía. Aun así, debía seguir representando su papel… aunque el guion no fuera suyo.

No había pasado ni un minuto desde que Logan y Josh habían cruzado la cinta de terciopelo, cuando un mesero elegante se acercó discretamente a un hombre de traje oscuro, con auricular y postura recta, que observaba todo desde una esquina elevada del bar. Era el gerente de operaciones del lugar, y su expresión cambió en cuanto escuchó el nombre que los guardias murmuraban por el comunicador.

"Logan Kaiser, el novio de la patrona esta aquí."

El gerente se puso en movimiento de inmediato, ajustándose la chaqueta y dirigiéndose hacia ellos con una sonrisa medida y profesional.

—Señor Kaiser —dijo con una ligera reverencia—, en nombre de la señorita Fox, es un honor tenerlo aquí. Permítanos ofrecerle nuestra zona VIP exclusiva.

Logan y Josh se miraron, desconcertados, pero el primero asintió con educación.

—Por aquí, por favor —indicó el gerente, guiándolos hacia un área elevada, separada por paneles de cristal oscuro y sillones de cuero blanco. Era como entrar en otro nivel de lujo: copas de cristal fino, velas aromáticas y camareros que se movían con precisión quirúrgica.

Una vez instalados, un mesero se acercó.

—¿Desean algo de beber?

—Un whisky doble por favor —pidió Logan.

—Una cerveza para mí —añadió Josh—, la más cara que tengan, para sentir que valió la pena entrar aquí.

El mesero sonrió y desapareció entre las sombras como si supiera que el verdadero espectáculo apenas comenzaba. Las bebidas no tardaron en llegar, servidas con tal precisión que hasta el hielo parecía tallado a mano. Brillaban bajo la luz ámbar del lounge privado, como si llevaran un mensaje encriptado dentro de cada burbuja.

Logan tomó su copa con naturalidad, pero sus ojos no dejaban de recorrer el lugar. Esa zona VIP no era solo un espacio exclusivo. Era un terreno minado de poder. A su alrededor, hombres de trajes hechos a medida conversaban sin esfuerzo, como si llevaran años repitiendo el mismo diálogo de cifras, acuerdos y nombres. Ejecutivos, herederos, apellidos que sonaban más a instituciones que a personas.




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