Quiero Saber

II

17 de Septiembre del 2025

Un sorbo de agua bastó para empapar la cara de Dorian; Ignacio simplemente le escupió de pura sorpresa por la plática. El chico rubio tan solo le miró con repulsión, haciéndo notar el asco que sintió al ser empapado con sus babas.

—¡Eres un puto marrano, pendejo!— se quejó, mostrando su molestia —¿Se te rompió el hocico o qué?—

—¡¿Pisteaste con quién?!— tosía entre palabras, todavía no procesaba de lo que estaban hablando.

—Con Carlos, wey, ni lo topas— se limpiaba con la manga de su chamarra la cara, mientras le daban un poco de arcadas.

Digamos que Ignacio era ese tipo de adicto que no conocía el significado de la palabra "limpieza" y por ende, no era alguien de quien se disfrute su compañía por muy buena onda que sea; —aparte de verse sucio, olía de la verga—.

—Que sí, wey— decía mientras se acomodaba en la silla, sin algún tipo de remordimiento por el asco de su amigo, mismo que él ocasionó —Es ese wey alto, güero, con los ojos que son uno y uno—

Dorian se quedó pensando por un momento, y es que la descripción cuadraba completamente. Tan solo se le quedó viendo con detenimiento, casi como intentando cuadrar la información; sabía que Ignacio conocía casi a medio mundo, pero jamás creyó que fuera tan así.

—Pues... sí, ese— exclamó no muy convencido al respecto, sin embargo, eso solucionaba algunas dudas que tenía en la cabeza.

—Sí, ese wey es bien raro— decía peinándose el cabello hacia atrás, mismo que se veía tan seboso y brillante que fácilmente ahí se podría cocer un huevo sin la necesidad de aceite.

—¿Por qué lo dices?— inquirió curioso, Ignacio no era el tipo de persona que hable así de una persona en específico.

—Digamos que es diferente a los demás— respondía tranquilo, casi como si fuera una plática del diario —¿Te gusta?— le devolvió la pregunta, con una sonrisa juguetona, donde claramente se veía el descaro en él

—Eres un pendejo, wey— refunfuñó —Neta que no se puede hablar contigo—

Al final Dorian se fue de la cafetería molesto, solo por ser gay, no significaba que cualquier hombre le guste; y aunque Carlos era atractivo, ni si quiera tenía motivos para sentir atracción por él.

Simplemente... su presencia era tan misteriosa que le causaba una curiosidad creciente.

(...)

Las gotas caían de a poco en Naucalpan, el cielo estaba nublado; —que novedad—; y se escuchaban risas que compartían amigos, quizá pequeños empujones de hombro, o el hecho de que la plática más estúpida posible era retadora para aquellos que no tenían ni un ápice de sentido común... pero sin buscarle algún sentido más allá, solo el momento era simple y cotidiano, al punto de ser envidiado por Carlos.

Todo eso se reflejaba en sus iris bicolor, siendo un espectador de lo cotidiano, sin verse implicado en una interacción social tan significativa como aquellas que disfrutaba de observar; —sintiendo que solo en sus sueños más profundos sería merecedor de algo tan simple pero necesario, así como lo es un amigo

El humo del cigarro calaba hasta su garganta, y era expulsado entreviéndose de sus labios, finalmente siendo esparcido en el aire hasta mezclarse con él. La boquilla crepitaba contra las pequeñas gotas de lluvia el cigarro de Carlos, mismo que no parecía querer separarse de sus labios, siendo casi un beso eterno entre ellos dos.

Había cerrado sus ojos con cansancio, manteniendo las manos en sus bolsillos con una indiferencia anormal para cualquier transeúnte observador; pero su obvia tranquilidad se vio interrumpida cuando una mirada penetrante sintió perforar su ser desde una distancia peligrosa y difícil de calcular.

Al final esa sensación falsa de peligro desapareció... No por mucho, ya que su cigarro fue arrebatado de sus labios con una rabia incontenible, misma razón por la que se molestó al punto de abrir sus ojos y mirar al tipo que tenía de frente.

—¿Qué haces?— le preguntó intentando aguantarse las ganas de romperle la cara al que tenía de frente, sosteniendo su mano con una fuerza amenazante.

—Bájale al agua de tus camotes, wey, ni que te fuera a talonear— flaqueó por el rostro tan inquebrantable de calma, siempre siendo característico de él, pero era la primera vez se sintió tan violento como el filo de un puñal en el cuello.

Forcejeó con una sonrisa fingida, que solo era un escudo del nerviosismo, generándole una sensación de peligro... Dios, perdónalo.

—No puedo creer que vayas con ese cuerpo por el mundo, todavía una mujer tiene más fuerza que tú— carraspeó un poco antes de comenzar a reírse; Dorian ni si quiera tenía la capacidad de intimidar a una hoja con ese gramo de fuerza.

Y es que tan pronto como comenzó a sonar su risa, la mano huesuda del más bajo le plantó un señor cachetadon; mismo que tronó tan rico que la mayoría de los que estaban en el fumadero se giraron para ver como Carlos quedó con la mejilla roja y los lentes impactando en el suelo, mismo que era de un tono azul mega saturado con la señal de rampa para minusválidos

Fue increíble la velocidad con la que la situación escaló tras cada golpe, en donde Carlos los recibía sin problemas, casi sin objeción... solo buscando el atajo hacia el descuido de la diestra de Dorian; lo tumbó y comenzó a someterlo en el suelo intentando calmarle los humos ya que aunque fuera un tipo grandote e intimidante, la realidad es que no quería pelear con él; —apenas lo conocía pero no tenía el corazón para herirlo—.



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En el texto hay: slice of life, amistad amigos, lgbtq+

Editado: 30.09.2025

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