Todas esas cosas me las contaba Elena, pero yo las narro en primera persona, porque al oírla, ella me transportaba a esos años lejanos de mi niñez. Pero había que volver al presente. Y así fue.
-Qué te pareció la historia?
-Sencillamente increíble.
-Y aún no termina.
-Hmm, espero que ya no falte mucho.
-Seré breve. Aunque esta será la parte más difícil de creer. No sé ni cómo decírtela.
-Sólo dila, no tendría más de qué sorprenderme.
-Zajid, sólo me queda hablarte de lo que le pasó a esa niña.
-Honestamente lo que haya sido de su vida me tiene sin cuidado. ¿Podemos terminar ya?
Su rostro adquirió una expresión de dolor.
-Cómo puedes hablar así?
Y yo, lejos de ser amable, arremetí diciendo:
-Mire señorita, le agradezco mucho sus atenciones. En verdad. Lo he pasado estupendo y debo confesar que su compañía es agradable. Pero por favor, no soy amante de las novelas de misterio, así que termine de una vez y lléveme a casa, ¿sí?
Que torpes somos a veces las personas. Su mirada, aunque siempre dulce, mostraba su tristeza, más que enojo.
-En fin, esperaba un poco más de tu parte. Y ya que quieres darle fin a esta noche, antes déjame decirte que lo que te he contado es la pura verdad. Sólo queda el epílogo.
Debo reconocer que no me gustan mucho las historias largas, así que ya estaba bastante cansado de sólo escuchar. Empezaba ya a bostezar y sólo deseaba llegar a casa a dormir.
Elena tomó aire profundamente y en su exhalación noté que estaba buscando las palabras para decirme algo realmente importante.
-Zajid, lamento haberte traído hasta aquí cuando podrías estar en casa, descansando. Lo entiendo. Pero para mí era necesario que conozcas esta historia.
Ella me había estado hablando, mirándome a los ojos. Mas la siguiente frase la dijo bajando la mirada y dándole a esas dos palabras un tono triste y melancólico:
-Mi historia.
Hubiera querido saber cómo responder de manera correcta. Si al menos hubiera podido no ser tan duro en mis palabras.
-Perdóname. En verdad lo siento. Entonces, ¿todo el tiempo me estuviste hablando de ti misma?
-Sí, Zajid. Y el motivo de traerte aquí y contártelo es para agradecerte por lo que hiciste por mí.
Otra vez volvió a mí la confusión.
-Pero...Si yo no hice nada.
- ¿Es que no entiendes que, aún sin quererlo, tú propiciaste para mí una segunda oportunidad de vivir? Perdiste a tu mascota aquella noche en ese hospital, pero sirvió para que yo esté viva hoy y el valor de la vida no se puede calcular materialmente. Siempre estaré en deuda contigo. Y no sólo eso. Estaré eternamente agradecida.
-Elena, siento mucho haberte hablado así. Lo digo de corazón. Pero es que para mí es demasiada información. Necesito tiempo.
-Zajid, yo no te estoy pidiendo nada. Sólo quiero que sepas que estoy aquí para hacer realidad tus deseos. Es lo menos que podría hacer para retribuirte.
-Retribuirme?
-Si, por favor, permíteme que haga algo por ti, lo que sea, tú sólo pídemelo.
-No sé cuánto más pueda tolerar mi cabeza, me siento un poco cansado y quisiera ir a dormir.
En ese momento, en un abrir y cerrar de ojos, me encontré en mi habitación, en mi departamento, acostado y listo para dormir, en mi cama, mientras que afuera la lluvia continuaba y un nuevo relámpago iluminaba la oscuridad, acompañado de un trueno ensordecedor. Me preguntaba cómo llegué hasta aquí. ¿Y Elena? ¿Dónde estaba? ¿Se había ido?
Pero estaba realmente exhausto y sólo quería dormir. Y así, cerré mis ojos y me entregué al sueño más profundo de toda mi vida.