Quiero saber lo que es el amor

CAPÍTULO X: PEQUEÑO ERROR: CONSECUENCIA FUNESTA

Estando todavía acostado, vi a través de la ventana de mi habitación, cómo el cielo se empezaba a nublar y una tras otra empezaban a asomar las primeras señales de una mañana lluviosa. Hubiese querido permanecer en cama, si no fuera porque debía levantarme para ir al trabajo. Había vuelto a mi rutina. Esta vez lo hice de forma lenta y pesada, por ese dolor de cabeza que no quería irse. Al ponerme de pie, tambaleándome, logré el equilibrio necesario para poder caminar y lo primero que hice fue acercarme a la ventana. Pude ver hacia la acera y divisé una figura bastante familiar, pero la cual era imposible que estuviera ahí. Me refiero a mi difunta mascota, mi Misha. Aquella gata, que llevaba años enterrada en el jardín de mi casa, ahora estaba en plena vereda, bajo una lluvia que iba aumentando, mirando fijamente hacia mi ventana. Me estaba viendo, eso estaba claro. Lo extraño de todo era cómo es que estaba ahí y qué quería. Mi corazón empezó a latir con fuerza, por la impresión que me causaba ver a mi mascota muerta, parada ahí. ¿Qué estaba pasando? De pronto, la gata empezó a moverse. Caminaba lentamente. Se detenía. Miraba a uno y otro lado, como buscando algo. Fue cuando la vi trepar los muros de una de las casas de enfrente, para luego seguir por las paredes de otras casas, hasta alcanzar alturas cada vez mayores. Poco a poco fue escalando por todos esos edificios y tuve que mirar hacia arriba para no perderla de vista. En eso, repentinamente, la vi lanzarse al vacío, desde una altura mayor al piso donde yo me encontraba, justo en el momento en que era alcanzada en plena caída por un terrible rayo, que la lanzó hasta mi ventana. Fue la imagen más grotesca y a la vez más tenebrosa que pude haber visto jamás. Y fue seguida de otro rayo, que la volvió a alcanzar, produciéndose un destello luminoso y enceguecedor. Yo me cubrí los ojos para protegerlos de algún posible daño. Cubrí mi rostro con ambas manos y me aparté de la ventana. Estuve así por unos segundos y cuando me volví, lentamente, para ver a la ventana, algo extraño había pasado. Me di con la sorpresa que el sol iluminaba el día y no había ni lluvia, ni gata, ni nubes, ni nada. ¿Habría sido un sueño? En eso, mi celular empezó a sonar. Contesté sin mirar quién me estaba llamando.
-Aló.
-Zajid-se oyó una voz susurrante, apagada.
-Elena, ¿eres tú? 
- ¿Porqué, Zajid? ¿Por qué faltaste a tu palabra?
Se oía en modo de reclamo triste.
-Que yo qué? ¿De qué hablas?
-Zajid, se terminó. Adiós.
Entonces, luego de un segundo, se escuchó otra voz:
-Fallaste, no pudiste cumplir algo tan simple. Ahora recibirás el castigo: Ella desaparecerá para siempre, tú vivirás esperando que vuelva, queriendo olvidarlo todo y no podrás y tu vida se llenará de tristeza.
Tras estas últimas palabras aquella voz masculina estalló en una horrible carcajada que me hizo soltar el celular. Sentía que me mareaba al escucharlo. Pensé que caería desmayado. Y no escuché más. De pronto todo se oscureció, como si repentinamente hubiese caído la noche. Y entonces una fuerte explosión, acompañada de infinidad de vidrios rotos, se escuchó en todo mi departamento. La onda expansiva me lanzó a varios metros. Afortunadamente terminé de espaldas tirado en el suelo, y no estrellado contra la pared. También la alfombra amortiguó un poco mi caída. Por suerte ningún fragmento me alcanzó, aunque tal vez pudo ser algo más que suerte, pero luego comenzó lo peor. Se empezó a desatar una terrible tormenta, que parecía originarse dentro de la habitación. Todo giraba a mi alrededor, como si un remolino invadiera mi espacio e hiciera volar cuanto en él encontraba. Zapatos, ropa, cubrecamas, se elevaban por los aires y giraban movidos por el singular huracán desatado en mi recinto. Era un caos tremendo. Yo intentaba salir de ahí, pero, al tratar de abrir la puerta para escapar, me encontré con que esta no se abría. Todas las cosas giraban peligrosamente cerca de mí, por lo que tuve que buscar donde esconderme, así que terminé debajo de mi cama, en tanto que aquella tempestad aumentaba su intensidad más y más. Era una fuerza incontenible que duró un tiempo difícil de definir, hasta que uno de los objetos que volaba, terminó dándome de lleno en la cabeza, lo que ocasionó que perdiera el conocimiento.
Cuánto tiempo habría estado inconsciente? No podría precisarlo. Cuando abrí los ojos ya todo había pasado, pero desde donde me encontraba, esto es de debajo de la cama, veía cosas tiradas sobre mi alfombra. Calcetines, adornos y muchas otras cosas más. Lentamente, empecé a moverme, arrastrándome de costado para ir saliendo de mi improvisado escondite. Al irme incorporando, fui observando todo el daño ocasionado por aquel extraño torbellino: cajones de mi mesa de noche por el suelo, las puertas del clóset abiertas de par en par y todo su contenido esparcido hasta por afuera de la habitación, frascos de perfume regados por el suelo o quebrados después de impactar contra alguna pared y hasta papeles y documentos importantes diseminados por doquier. Todo era una clara señal de que algo malo estaba por suceder. Y nuevamente el celular, cuyo sonido empecé a escuchar casi de forma imperceptible y era lógico, pues junto con todo lo demás, había sucumbido a aquel caos tormentoso, lo que hizo que quedara refundido en algún lugar, que esta vez me tocaba descubrir. Empecé a buscarlo con desesperación, iniciando un nuevo desorden, en mi afán por contestar esa llamada, guiado solo por el ruido que producía y porque, al mismo tiempo, vibraba. Fui acercándome más y más, hasta encontrarlo debajo del armario, cubierto por una revista, cerca de mis zapatos que, afortunadamente, no lo golpearon. Lo encontré y estaba en buen estado y rápidamente contesté la llamada:
-Aló?
Sólo silencio. Quien haya sido no tardó en colgar. Al momento recibí un link para ver un vídeo y al dar click pude ver una escena en un lugar conocido. Era donde había estado yo la noche anterior y aparecía rodeado de botellas vacías, apoyado a la barra de aquel bar y hablando todo lo que sabía, y no debía, acerca de Elena y su secreto. Estaba siendo filmado sin darme cuenta, mientras, por el estado en que me encontraba, no dejaba de revelar la verdad de ella. Ese video habría durado no más de 5 minutos, pero fue tiempo suficiente para condenarme al cruel castigo y eso explicaba todo lo que había ocurrido en mi habitación. Ahora sí estaba claro. Con esto perdía a Elena para siempre. Sólo me quedaba una cosa por hacer. Encargarme de la persona que me había enviado este video, y sabía perfectamente quién era. No podía ser otro que Alan, ese traicionero.
Intenté devolver la llamada, pero, extrañamente, el número estaba ya fuera de servicio. A pesar de que lo intenté más de una vez, siempre la misma respuesta: fuera de servicio. Si hubiera sabido dónde, habría ido inmediatamente a ajustar cuentas con él, pero lo único que podía hacer era pensar qué hacer para solucionar este agravio, donde yo era el gran perdedor, dejando, además, el secreto de Elena al descubierto. ¿Tendría esto repercusiones en el futuro? No lo podría negar ni asegurar, pero no estaba dispuesto a esperar a que algo más ocurra. Me alisté rápidamente, escarbando en medio del caos de mi departamento y una vez que estuve listo, crucé la puerta tan rápido que no sé ni cómo llegué tan pronto al convertible y un instante después, estaba en camino al puesto de servicio. Había olvidado ya el dolor de cabeza y sólo pensaba en cómo solucionar este problema. Si me preguntan por qué calles estuve, no lo recuerdo. Solo sé que antes de lo previsto me encontraba ingresando al campus de la Universidad. Esperaba encontrar a Alan en el servicio, pero al parecer o estaba de descanso o tal vez había sido asignado a otro lugar. Pero cuando pregunté por él, oh sorpresa, había renunciado. Acerca de su paradero, me fue negado. No tenía acceso a esa información. Entonces comprendí que ya nada podía hacer y mi esperanza finalmente murió. Si había creído que podría reconquistar a Elena, acababa de perder mi última oportunidad.




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