Quiero ser Hannah Scarfoh

ASESINATO IMPRUDENTE

La fiesta estaba en su punto más alto. Música, risas y conversaciones llenaban el lujoso salón. Pero entre el bullicio, un susurro invisible serpenteaba en el aire. Un murmullo que nadie más podía escuchar… excepto George Parker.

El susurro de la muerte.

No era un sonido real. Era algo más profundo, una presión en su mente, una sombra en sus pensamientos. Un peso que le oprimía el pecho. La culpa.

Desde hacía días, lo sentía. Al principio, solo una punzada incómoda. Pero ahora, en esta fiesta, entre aquellos que controlaban el mundo desde las sombras, la sensación se volvió insoportable.

George supo en ese instante que su destino estaba sellado.

LA CACERÍA COMIENZA

Dos figuras lo observaban desde la multitud: David y James. No eran humanos, aunque su apariencia lo sugiriera. Pertenecían a una raza capaz de cambiar de forma y poseían habilidades que los convertían en asesinos perfectos.
El plan era sencillo: David haría contacto directo, atrayéndolo lejos de la multitud, mientras James observaba desde la distancia, listo para intervenir si algo salía mal.

David ya se había transformado. Ahora tenía la apariencia del hermano de George: Gabriel Parker. Su asimilación le permitió acceder a los recuerdos y emociones del verdadero Gabriel, dándole una ventaja psicológica sobre su objetivo. George jamás sospecharía de su propia sangre.

Cuando David se le acercó, George sintió un breve alivio. Ver a su “hermano” en medio de la multitud le daba la ilusión de que aún tenía un refugio en el mundo.

—Necesito tu ayuda —dijo George, con voz temblorosa.

David-Gabriel mantuvo la compostura, a pesar de que ya sabía de qué se trataba sonrió con calma y dijo:
—Te ves terrible. ¿Qué pasa?

George sentía un escalofrío. Su mente quería resistirse, pero su instinto le gritaba que confiara.
—Necesito hablar contigo… en privado.

David fingió preocupación.

—Vamos a un lugar más tranquilo —sugirió, con la confianza que solo un hermano podría tener.

George aceptó de inmediato. Su mente estaba nublada por el miedo, por el peso del susurro que no lo dejaba en paz. No se percató del peligro hasta que ya era demasiado tarde.

Lo guió a través del salón, asegurándose de que nadie los siguiera. Pasaron por un pasillo lateral y bajaron unas escaleras poco transitadas. George, atrapado en sus pensamientos, apenas notó lo vacío que estaba el camino.

Doblaron una esquina y David abrió una puerta.

El cuarto estaba oscuro, silencioso. Sin ventanas.

El aire era denso, sofocante, como si ya hubiera atrapado el eco de lo que estaba por suceder.

George no lo sabía, pero ese lugar había sido preparado para su muerte.

David cerró la puerta tras ellos.

—Está bien, dime qué pasa —dijo con voz calmada.

George suspiró, sintiendo que el peso de su culpa lo aplastaba.

—creo que hay algo siguiéndome. No estoy muy seguro, pero yo lo siento.

David lo escuchaba en silencio.

—Sé que suena una locura, pero tienes que creerme. Cometí un error. Uno que me va a costar la vida.

El falso Gabriel lo miró con intensidad.

—¿Qué hiciste, George?

—Rompí una regla de ellos. No puedo explicarlo, pero sé que me van a matar.

David sintió un ligero estremecimiento. Hasta ahora, solo había seguido el plan. Pero entonces, ocurrió algo que no esperaba.

Una emoción extraña brotó en su interior.

Duda.

No era suya.

Era de Gabriel.

Desde que había tomado esta forma, algo dentro de él se sentía… diferente. No era solo la apariencia. Era más profundo. Algo de Gabriel había quedado atrapado en él: sus sentimientos, su amor por George, su instinto de protegerlo.

Por primera vez en su existencia, David sintió miedo.

Se dio cuenta de que los sentimientos de Gabriel lo estaban haciendo dudar. Intentando sobreponerse, apuntó rápidamente a George con su arma.

—Tienes razón —susurró—. Esto se acabó.

George se quedó inmóvil. Sus ojos reflejaron sorpresa, inmediatamente supo que su hermano Gabriel había muerto por su culpa, por involucrarlo.

David intentó apretar el gatillo… pero sus manos temblaron.

No podía hacerlo.

Su mente decía que debía matarlo. Pero su corazón… el corazón de Gabriel que ahora latía en su pecho, se resistía con fiereza.

Ese error le costó caro.

George, con rapidez y desesperación, sacó un cuchillo que había escondido en su ropa.

Con un movimiento feroz, lo clavó en el costado de David.

El asesino ahogó un jadeo de dolor. Su mano se aflojó por instinto, y George aprovechó el momento para arrebatarle el arma.

David cayó de rodillas, respirando con dificultad, viendo cómo George abría la puerta de golpe y salía corriendo por el pasillo.

Se aferró al cuchillo en su costado, sintiendo cómo su visión se nublaba.

Había fallado.

Siguió con vida… pero estaba abatido.

George, con el corazón latiéndole en los oídos solo pudo soltar algunas lágrimas por su hermano mayor mientras corria sin mirar atrás.

No sabía cuánto tiempo tenía antes de que otro asesino lo encontrara, pero por ahora… estaba vivo.

Y no pensaba quedarse quieto.

EL ÚLTIMO CAZADOR

James vio la silueta de George reaparecer entre la gente.

Algo había salido mal.

—¿David? —susurró al comunicador.

Silencio.

James suspiró y avanzó.

George intentaba parecer calmado. Se unió a un grupo de personas, habló con algunos invitados, tratando de normalizar su presencia. Se repetía a sí mismo que mientras estuviera rodeado de testigos, estaría a salvo.

Pero entonces, lo vio.

James estaba de pie a unos metros, observándolo fijamente.

En ese instante, George supo la verdad.

Él también era un asesino.

Su instinto se activó, pero decidió seguir disimulando. Si se mantenía en la multitud, estaría seguro. No podían matarlo con tantos testigos.




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