La situación de James era inusual. En su especie, los nacimientos siempre requerían de múltiples progenitores, pero él había sido concebido por un solo individuo: su padre/madre, una de las entidades más poderosas de su raza. Desde su nacimiento, se esperaba que fuera excepcional, y no defraudó esas expectativas. Su control sobre su cuerpo y su capacidad de aprendizaje eran superiores a la media, pero tenía un defecto que preocupaba a sus superiores: no obedecía órdenes ciegamente. Solo aceptaba hacer algo si entendía el propósito detrás de ello. Además, su curiosidad lo llevaba a actuar por cuenta propia, buscando respuestas por encima de las instrucciones.
Dado su talento, sus superiores tomaron una decisión poco convencional: su primera asimilación no sería con un animal, como era lo habitual, sino con un humano. Creían que, debido a su potencial, James podría controlar mejor los impulsos emocionales que surgirían del proceso.
Para supervisar su entrenamiento, se le asignaron dos mentores: Melany Ryder y Miguel Martínez.
Melany era una líder nata. Su carácter fuerte, inteligencia y autoridad la convertían en una de las figuras más respetadas dentro de su especie. No aceptaba excusas ni toleraba la incompetencia, y su presencia imponía respeto en cualquier situación. Sin embargo, detrás de esa firmeza, había alguien que realmente se preocupaba por los suyos. Aunque rara vez lo demostraba abiertamente, protegía a los que estaban bajo su mando y siempre buscaba lo mejor para ellos. Sabía que la disciplina y la exigencia eran necesarias para la supervivencia, pero aquellos que la conocían bien sabían que en su interior había una amabilidad oculta, reservada solo para quienes lograban ganarse confianza.
Miguel, en cambio, era el caos personificado. A simple vista, nadie diría que era un ser con años de experiencia. Siempre llevaba una sonrisa confiada, como si nada en el mundo pudiera afectarlo. Su actitud despreocupada, combinada con un carisma arrollador, lo hacía parecer más un bromista que un mentor. Hablaba con una ligereza exasperante, haciendo comentarios burlones incluso en situaciones serias, y siempre tenía un aire de superioridad juguetona, como si viera a todos como niños tratando de entender un mundo que él ya dominaba.
Sin embargo, detrás de esa fachada de diversión y desinterés, Miguel era increíblemente astuto. Leía a las personas con facilidad, sabía exactamente cómo empujarlas a sus límites y, cuando la situación lo requería, podía volverse aterradoramente serio. Su nivel de control sobre su cuerpo y su percepción del mundo humano eran impecables.
Miguel había decidido tomar la forma de un gato gordo naranja, ya que se le hacía más cómodo. Al hacerlo, resultaba difícil tomarlo en serio debido a su apariencia adorable y cómica. Su forma de gato le permitía moverse con libertad y desapercibimiento, lo que era perfecto para su estilo de enseñanza no convencional.
Para equilibrar su personalidad un tanto caótica, le asignaron a Melany como compañera de trabajo. Ella era la antítesis de Miguel: seria, disciplinada y siempre dispuesta a mantener el orden. Su presencia era la perfecta contraparte para las travesuras de Miguel, y su autoridad era lo suficientemente fuerte como para mantener a raya las barbaridades que él solía hacer.
Ambos explicaron a James el proceso de asimilación y el plan para preparar al sujeto cuya forma tomaría. No sería algo inmediato; debían organizar múltiples factores antes de que pudiera llevarse a cabo.
Al final de la reunión, le dieron una última tarea: debía elegir qué tipo de persona quería ser.
No se referían a la apariencia, sino a la personalidad que adoptaría.
Ese sería el primer paso hacia su verdadera inmersión en el mundo humano.