El aire en la sala de reuniones era tenso. A pesar de la iluminación tenue y la modernidad del lugar, la atmósfera se sentía pesada, como si los muros de aquel sitio estuvieran cargados de juicio y expectativas. James estaba sentado en una de las sillas que rodeaban la mesa, con una postura impecable y la mirada perdida en un punto indefinido. Frente a él, Melany se mantenía firme, con los brazos cruzados y una expresión de autoridad que parecía haber sido tallada en piedra. A su lado, Miguel estaba recostado contra la mesa con total despreocupación, con una leve sonrisa burlona en el rostro.
Habían estado hablando durante un rato, pero James estaba distraído. No entendía el problema. Para él, la prioridad siempre había sido evitar que George filtrara información sobre su especie. El asesinato debía realizarse lo antes posible, sin importar la cantidad de testigos presentes. Que su muerte hubiese generado un escándalo le resultaba irrelevante. Lo que importaba era que George había sido eliminado antes de que pudiera divulgar lo que sabía.
Sin embargo, sus supervisores no pensaban igual. Melany había estado explicándole con paciencia la importancia de mantener el equilibrio, de actuar con prudencia, de comprender que su raza debía permanecer oculta y que sus acciones habían puesto en riesgo esa discreción. Pero James apenas escuchaba.
Miguel notó la distracción del chico y, con su estilo característico, decidió cortar la reunión antes de que Melany terminara perdiendo la paciencia. Se estiró perezosamente y, con una sonrisa juguetona, saltó sobre la mesa, aterrizando justo sobre los hombros de James. Moviendo las orejas con interés, y con su tono juguetón, le dijo:
— ¡Escucha, niño! —colgándose con descaro sobre él—. Ya hablaremos más a fondo de esto después. Por ahora, hagámoslo más sencillo. Tienes una tarea antes de irte a casa.
James lo miró de reojo.
—¿Tarea?
—Ajá. Necesitas elegir qué tipo de persona quieres ser —explicó Miguel, moviendo la cola con entusiasmo—. ¿Quieres ser alguien serio, alguien carismático, alguien distante? ¡Piensa en esto como elegir tu propio personaje!
James permaneció en silencio.
Miguel, aún sobre sus hombros, se inclinó más cerca y, con una voz juguetona, preguntó:
—Así que dime, niño… ¿te habías preguntado alguna vez como querías ser?
James pensó por un momento y luego dijo con firmeza.
— Si, quiero ser alguien alegre.
Un brillo travieso apareció en los ojos de Miguel. Se enderezó de inmediato y sonrió con satisfacción.
—¡JA! ¡Entonces quieres ser como yo! ¡Como tu grandioso mentor, tu ejemplo a seguir! —exclamó con orgullo, inflando el pecho y mirando de reojo a Melany con aire de superioridad, como si acabara de ganar una competencia imaginaria.
Melany suspiró, pero no pudo evitar arquear una ceja al ver cómo Miguel inflaba el pecho con orgullo.
Pero antes de que pudiera seguir con su celebración, James lo interrumpió con tono neutro:
—No exactamente —corrigió James, Quiero ser alegre, pero no tan escandaloso.
El aire pareció congelarse por un segundo. Melany soltó una leve sonrisa, divertida por la observación de James. Miguel, por su parte, se quedó sorprendido, y su cola dejó de moverse por un instante, con una expresión de incredulidad.
—¿Escandaloso? —repitió Miguel, fingiendo estar ofendido—. ¿Dijiste escandaloso?
Melany le dirigió una mirada burlona, dejando escapar una breve risa.
—Eso dijo.
—¡Bah! —exclamó Miguel, fingiendo estar dolido—. Nadie aprecia la grandeza en estos días.
James no respondió. En su mente, aún resonaba su propia respuesta. Quiero ser alguien alegre. ¿Por qué había elegido eso?
—Tú no te rías —protestó él, moviendo la cola con indignación—. En fin…
Miguel suspiró y, recuperando su expresión despreocupada, saltó de los hombros de James y se apoyó en la mesa.
—Elige bien lo que quieres ser —le advirtió, por primera vez con un tono serio—. Porque esto va a influir en toda tu vida, todo lo que eres y serás.
James simplemente asintió, sin cuestionarlo.
Miguel se estiró con pereza mientras Melany, satisfecha con la conversación, le hizo un gesto para que se retirara a su apartamento.
—Por ahora, ve a descansar —ordenó—. Aún hay muchas cosas que debemos preparar antes de tu asimilación.
Justo antes de que se fuera, Miguel lo observó detenidamente.
Por un momento, vio en los ojos de James algo extraño. No era confusión ni preocupación. Era una mirada vacía, carente de alma, como si en su interior no existiera nada más que un cuerpo en movimiento.
Esa mirada…
Por un instante, Miguel se vio reflejado en él. En algún momento del pasado, él también había tenido esa misma mirada.
El gato gordo dejó de jugar por un instante, y le dijo:
—No te preocupes demasiado, ¿sí? —con un tono inusualmente suave—. Si es que puedes sentir preocupación.
James no respondió, simplemente se giró y salió de la habitación. Miguel siguió con la mirada su espalda hasta que desapareció por la puerta.
—¿Eso último era necesario? —preguntó Melany, mirándolo de reojo.
Miguel suspiró, dejando caer su cabeza sobre el sofá.
—No lo sé… pero me hubiera gustado que alguien me dijera eso cuando tenía esa mirada.
Melany no respondió. Ambos se quedaron en silencio por un momento antes de seguir con sus propios asuntos.