Quiero ser Hannah Scarfoh

LA BÚSQUEDA DE HANNAH

A la mañana siguiente, el sonido insistente del celular despertó a James.
Sin perder tiempo, se incorporó y respondió con su tono serio de siempre:
—Hola, señor Miguel. ¿Qué sucede?
Del otro lado de la línea, Miguel respondió con su usual tono alegre y burlón:
—¡Hola, mi querido bello durmiente!
James permaneció en silencio.
—Hoy me fui temprano y no podré acompañarte —continuó Miguel—. Pero vi tu avance en estos días... parecías más curioso. Me alegra que sigas intentando comprender las cosas.
James no respondió de inmediato, así que Miguel siguió hablando con un tono más relajado:
—Eso es todo, sigue así por ahora. Ah, y espero que decidas muy pronto cómo quieres ser.
—A sobre e... —intentó responder James, pero Miguel ya había colgado.

Se quedó mirando el teléfono por un momento antes de suspirar y ponerse de pie.
Hizo su rutina matutina como de costumbre, pero algo lo inquietaba.
Mientras lavaba los platos del desayuno, recordó lo último que había dicho Miguel:
"Espero que decidas muy pronto cómo quieres ser."
James murmuró para sí mismo:
—Creo que ya sé cómo quiero ser...
Quiero ser una persona, al igual que Hannah Scarfoh.

Sin darle más vueltas al asunto, decidió volver al café de enfrente.
Quería observar a Hannah una vez más.
Se alistó y salió de su apartamento con la misma expresión tranquila de siempre.

Al llegar al café, una de las camareras lo recibió con una sonrisa profesional.

—¡Bienvenido! ¿Mesa para uno?
—Sí, me quedaré aquí por un largo tiempo —respondió James sin rodeos.
La camarera parpadeó, sorprendida por lo directo que era.
—¿Le gustaría que le recomiende algo mientras espera?
—Sí.

Ella le mencionó algunas opciones del menú, y James, sin dudarlo, pidió todo lo que le sugirió.
La camarera lo miró aún más sorprendida, pero sin hacer más preguntas, anotó el pedido y se alejó.
James tomó asiento, manteniéndose en su postura rígida e inexpresiva.

Poco después, la camarera regresó con la comida y, además, le dejó una revista sobre la mesa.
—Como estará un rato aquí, pensé que le gustaría leer algo.
James miró la revista, pero no la tocó.
—Gracias.

Solo se quedó ahí, esperando mientras comía en silencio.
El tiempo pasó.
James observó a cada persona que entraba y salía del café, pero Hannah no apareció.
Pasaron más horas y aún no había rastro de ella.
Cuando el reloj marcó el mediodía, James llegó a una conclusión:
Hoy, Hannah no vendría.
Pero, por si acaso, decidió esperar un poco más.

Cuando finalmente consideró que era suficiente, se levantó y caminó directamente al mostrador.
Sin disimular ni mostrar ninguna emoción, preguntó:
—¿Sabe dónde se encuentra Hannah Scarfoh?
El encargado del local lo miró con desconfianza.
—Lo siento, pero no podemos revelar información sobre nuestros empleados.
James asintió, comprendiendo la situación.
—Entiendo. Gracias por su tiempo.

Se giró para irse, pero en ese momento, la camarera que lo había atendido antes se acercó al encargado y le susurró algo al oído. Le dijo que había estado esperando desde la mañana.
Él asintió y luego llamó a James antes de que pudiera salir:
—Si busca a Hannah, ella trabaja por las tardes. Si viene más tarde, la encontrará.

James lo miró con su típica seriedad.
—Aprecio la información. Vendré mañana.
Sin decir más, salió del café con su caminar tranquilo y mecánico.
El encargado lo siguió con la mirada, visiblemente confundido.
—¿Eh...? ¿Qué clase de personas conoce Hannah? —murmuró para sí mismo.

James regresó directamente a su apartamento.
No tenía más planes, así que se dedicó a sus actividades diarias con la misma precisión habitual.
Cuando llegó el atardecer, preparó la cena y comió en silencio.
Después, terminó su rutina nocturna y se preparó para dormir.

Mientras se acostaba, su mente solo tenía un pensamiento claro:
Mañana vería a Hannah.
Y entonces, podría seguir analizándola.
Con ese pensamiento, cerró los ojos.

Así terminó su día.




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