Luego del atroz incidente que James había provocado, Miguel y Melany tenían que actuar rápido para darle una solución.
Miguel permaneció en el apartamento de Hannah para encubrir la situación, acompañado de personal que Cameron Aston había movilizado. Melany lo había llamado de inmediato para que diera órdenes y coordinara el movimiento de gente que se encargaría de limpiar todo rastro del caos.
Mientras todos se movilizaban, James estaba encerrado en un cuarto, aislado, a la espera de su interrogatorio. En ese momento, lo prioritario no era lidiar con él, sino asegurarse de que el incidente pasara desapercibido.
Sentado en la habitación, James se limitó a pensar. Esta vez había actuado sin recibir órdenes, y quizás no fue la mejor opción haberlo hecho por su cuenta. Sin embargo, aunque comprendía que su decisión podría haber sido un error, no sentía nada al respecto. En su interior, nada había cambiado. Ya había asimilado la información y la identidad de Hannah, pero eso no había tenido ningún efecto en él.
Eso le pareció extraño.
¿Por qué no experimentaba ninguna diferencia? ¿Por qué no había adquirido nada nuevo?
Tenía dudas, preguntas que quería hacer, pero por el momento, solo le quedaba esperar. No tenía otra opción.
Después de un tiempo, Miguel confirmó a Melany que el incidente había pasado desapercibido. Finalmente, pudieron respirar con alivio.
Melany, sin embargo, estaba frustrada. Ya tenía demasiados asuntos pendientes, y sumar este problema solo aumentó su estrés. Miguel, por otro lado, había cambiado su actitud. Su habitual despreocupación y carisma desenfadado se habían desvanecido, dando paso a una versión completamente distinta de sí mismo. A pesar de su apariencia de gato, su liderazgo en la operación de encubrimiento fue impecable. Se movía con calma y frialdad, dando órdenes precisas sin titubear.
Era extraño verlo así.
Nadie estaba acostumbrado a ese lado de Miguel.
Mientras tanto, Melany contactó nuevamente a Aston, buscando consejo.
—Déjamelo a mí —le respondió él con seguridad—. No le digas nada de esto a los demás superiores por ahora. Mantendremos el asunto en nuestras manos.
Melany no estaba segura de qué hacer. Su mente daba vueltas, sobre pensando cada posible consecuencia de lo sucedido. Estaba abrumada, atrapada en sus propias preocupaciones. Aston lo sabía bien. Conocía esa parte de Melany, la que se dejaba llevar por sus emociones y el peso de la responsabilidad. Por eso, él mismo se encargaría de James.
Mientras ella intentaba despejar su mente, recordó algo peculiar.
Cuando había curado a Hannah, su simbiosis le permitió ver algo inusual en la regeneración de James.
Lo que él había hecho era impresionante, casi imposible para alguien de su edad. La capacidad de curación que había demostrado superaba cualquier expectativa. Pero lo más sorprendente no fue la restauración de sus órganos ni la forma en que había estabilizado sus funciones vitales.
Fue el hecho de que había regenerado su cerebro.
Un proceso extremadamente complejo y peligroso.
Restaurar el cerebro de otro era un riesgo enorme. Si se hacía mal, el que regeneraba podía sufrir daños irreversibles en su propia mente o incluso quedar en estado de coma.
James lo había hecho sin dudar.
Y lo había logrado.
Aunque Hannah seguía en coma, el hecho de que James la hubiera salvado de la muerte cerebral era una hazaña en sí misma.
El tiempo pasó, y la madrugada comenzó a desvanecerse.
El encubrimiento fue un éxito. No hubo cabos sueltos.
Sin embargo, el problema no había terminado.
James tenía una audiencia pendiente.
Debía ser interrogado por su antiguo maestro, Cameron Aston.
El amanecer se asomaba en el horizonte cuando Aston se dirigía al lugar. Su coche, de un negro elegante, se desplazaba por las calles de la ciudad, reflejando el resplandor del sol naciente en su superficie pulida.
La ciudad despertaba lentamente.
Las luces de los edificios aún brillaban con un tono tenue mientras el cielo se teñía de tonos anaranjados y rosados. Las sombras de la noche se disipaban entre los rascacielos, y los primeros rayos de sol acariciaban las calles desiertas, iluminando los ventanales de los negocios aún cerrados.
En medio de este amanecer, un automóvil se acercaba a su destino.
James esperaba en su habitación, en silencio.
Melany volvió a sus pendientes, tratando de no pensar demasiado en lo que estaba por suceder. aun así, le pidió a Aston que la mantenga informada.
Aston estaba a punto de llegar.
Y este incidente quedaría, por ahora, en absoluto secreto.